Capítulo 22

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Maratón 1/3

No sabía cuanto había corrido y menos el tiempo que llevaba haciéndolo, fui frenando hasta alcanzar un paso normal, tenia la cara hinchada al igual que los ojos, estos me picaban por todas las lagrimas que había estado soltando, me sentía utilizada, destrozada, pensé que mi vida estaba empezando a cambiar que empezaría a mejorar, pero ha sido todo lo contrario.

Las calles por las que pase, no me sonaron de nada, la verdad no tenía ni idea dé donde me encontraba , pero me daba igual, ya todo me la sudaba completamente, cada calle que pasaba se iba volviendo más siniestra, nunca había pasado por esta parte de la ciudad pero tenía pinta de ser la zona chunga.

Mis piernas no daban más de si y entre en el primer bar que vi, por dentro era un sitio lujoso pero algo sombrío, había como mucho unas diez personas ya que no era precisamente la hora de estar por un bar, me senté en un taburete y apoye los codos en la barra, una chica con el pelo rosa se acerco en mi dirección cuando me vio sentarme.

—Hola cielo, ¿estas bien?

—No la verdad es que no, pero bueno da igual, ¿podrías ponerme lo más fuerte que tengas?

—Ahogar las penas en alcohol no es la solución, te lo digo por propia experiencia.

—Lo se, pero ahora mismo es lo único que necesito.

Dicho eso, se encamino al armario de los licores y saco varias botellas, no pare de observarla en ningún momento viendo como preparaba lo que fuera que había pedido, se acerco a mi y me lo entrego, la bebida era de un color azul brillante.

—¿Qué lleva?

—El color azul se debe a que lleva un refresco tropical sin burbujas y de alcohol llevaba, absenta mezclado con Vozcka.

—Vale, ¿Cuánto es?

— diez dólares.

Saque el dinero de la cartera y se lo extendí, le pegue un trago a la mierda que había pedido y la verdad es que el zumo ese azul disimulaba el mal sabor del alcohol, nunca en mi vida había llegado a emborracharme, de echo el alcohol nunca me gusto, bebía pero poco y siempre mezclado con alguna bebida dulce para disimular su sabor.

Una vez termine el segundo que pedí, me levante de golpe y me sentí sin duda un poco mareada, pero no estaba borracha, salí del bar y me dirigí a un estanco allí compre una cajetilla de Marlboro, había fumado algunas veces en la secundaria pero muy pocas y sin duda ahora no fumaba pero sentí la necesidad de hacerlo, el alcohol y el tabaco no consiguieron sacarme la imagen de ese bastardo besándose con aquella puta, encendí mi móvil ya que lo había apagado para que no me molestaran y me encontré con varias llamadas de Bastián y unas quinientas de Evelyn, y otras tantas de los tres mosqueteros, más unas cuantas de mi tío y miles de mensajes, ni si quiera los leí y volví a apagar al teléfono.

Termine sentada a orillas de un lago que se encontraba en un parque mirando a la gente que pasaba, eran casi las ocho de la tarde y no había comido nada, solo me había dedicado a fumar y beber de una botella de tequila que compre en un supermercado, aproveché cuando paso un hombre con un carrito de perritos calientes y me compre dos, puesto que me moría de hambre.

Cuando el reloj marco las once y media de la noche emprendí el camino de vuelta a casa, me sentía mareada, cansada, destrozada, había dejado de llorar puesto que me quede sin lagrimas, me sentía vacía sin duda era la peor sensación; resulto que estuve en la otra punta de la ciudad y para llegar a mi casa tuve que subirme a dos autobuses y andar mucho tiempo, cuando estaba en el portal el reloj marco la una menos cuarto de la noche, respire hondo y subí al apartamento.

Ahora bésame estúpidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora