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Despierto con mi cuerpo sin las mantas que me protegían del frio que estaba sintiendo y, junto con la alta fiebre, no me dejaba dormir esta noche. Tosiendo, cubriendo mi boca rápidamente, siento la molestia en mi garganta, odiando estar enfermo como estoy ahora mismo.

La puerta de mi habitación se abre de un momento a otro, entrando mi tía cargando con una bandeja seguro que donde lleva el desayuno. Se detiene junto a mi cama, sentándose después de dejar con cuidado la bandeja sobre la cama, ayudándome a incorporarme de forma que esté cómodo para poder desayunar y tomarme mis medicinas sin ahogarme como ayer me pasó, teniendo que forzarme a expulsarlo.

— ¿Cómo te encuentras mi pequeño?

— Mal tía.. —mi voz suena horrible —tengo mucho calor pero también frio y me duele el estomago.. ¿no voy a curarme nunca?

— Claro que te curarás Kihyun —toca mi frente —solo tienes que desayunar, tomarte tu medicina y descansar. Hoy te quedarás un rato solo en casa porque tengo unos asuntos que tramitar. Aunque estaba pensando que podría pedirle a la señora Son que permita a su hijo cuidarte por unas horas. Es un chico de tu edad y seguro que sabrá atenderte bien.

— No quiero molestar a nadie tía —bebo un poco de agua —desayunaré, me tomaré el medicamento y dormiré.. no quiero que me cuide. Además.. ¿no tiene como veinte años el hijo de la señora Son? Seguro que estará con sus amigos, sus estudios o su novia y yo no seré más que una molestia. No le llame por favor tía, deje que me quede aquí solo y descansando.

Mi tía me mira mientras yo solo desayuno, despacio para evitar incidentes innecesarios en los que solo lo pasaremos una vez más mal.

— Está bien mi pequeño pero cualquier cosa no dudes en llamarme o llamar a la señora Son —asiento —su número está en la cocina, sobre la mesa lo dejaré para que te sea más fácil encontrarlo. No salgas a la calle por nada ¿entendido?

Asiento una vez más, sonriéndole con la boca llena, sin ser maleducado mostrándolo. Aunque a mi tía parece no importarle, más por como sonríe y cariñosamente recuerda ese apodo que desde pequeño me ha puesto.

— Sigues pareciendo un pequeño hámster —pellizca con cariño mi mejilla —desde que eras un bebe y con veinte años sigues siendo igual.

Recuerdo partes de mi vida de cuando vine a vivir con mi tía porque el juez y los encargados de casos de menores así lo decidieron. No tenia ni un año cuando eso sucedió y por mucho que intente bloquear mis recuerdos de aquella etapa, los cuales llegaron en forma de pesadillas a mis cuatro años, sigue vivo en mi el como mi madre caía sin vida al suelo, acurrucándome en su cuerpo hasta que ese señor me llevo a un piso tutelado y de ahí, semanas después a casa de mi tía.

El psicólogo que a mis cuatro años, cuando recordé aquella etapa de mi vida, cada juicio a los que por supuesto no asistí, la de veces que me preguntaban si quería vivir con mi tía o una familia adoptiva y que no me dejasen ver a mi padre, a quien por aquel entonces no tuve miedo hasta que supe la verdad, sufría esas pesadillas porque mi cerebro, cuando tenia solo siete meses bloqueó todo lo malo para que no sufriese. Aunque estos dieciséis años ya he sufrido bastante y a día de hoy hay noches en los que sufro aún pesadillas que no me permiten dormir por noches y noches en los que mi tía se tiene que quedar a mi lado.

Trato de no pensar más en ello, desayunando con el máximo de calma que puedo, no tomando todo porque ahí un momento en el que mi cuerpo ya no quiere seguir recibiendo alimento, cansado incluso de masticar las deliciosas gachas que se quedan a menos de la mitad del cuenco, terminando si el zumo de frutas variadas y el agua que uso para las dos pastillas que tengo por receta especifica del médico.

Mi tía se va poco después, cuando se asegura que yo estaré bien, arropándome con tanto mimo que por un momento le digo que no la merezco, ganándome como respuesta un beso en la mejilla y la promesa de que volverá lo antes posible.

Minutos después de su marcha ya estoy cayendo en un profundo sueño, merecido desde luego dado mi estado de salud.


No se a que hora me estoy despertando. Tan solo se que estoy sintiendo demasiado calor ahora mismo, despertándome en las mismas condiciones que esta mañana, más destapado que tapado con la ropa de la cama. Además de eso, supongo que por el calor de mi cuerpo que ha surgido por la fiebre, mi cama está tan empapada como el pijama que llevo puesto, sintiéndome peor aún de lo que estoy por ello.

Cansado, sintiendo mi cuerpo demasiado pesado y débil, salgo con cuidado de la cama, la cual como bien veo está empapada de sudor derivado de la fiebre que no parece querer abandonarme. Y me encuentro solo en casa. El suelo bajo mis pies se siente tan caliente como mi piel, supongo que por la excesiva temperatura que no se en que número estará sin un termómetro. Caminando por mi habitación, lento, salgo de esta y voy a la cocina, recordando levemente las palabras de mi tía con respecto al número de nuestra vecina la señora Son.

Aún siento pena por tener que contar con una ayuda externa, por tener que molestar, pero no se a que hora llegará mi tía y me da miedo estar solo así en casa, más porque yo solo no seré capaz de cambiar mi ropa ni la de la cama, no sin riesgo de marearme, caer al suelo y hacerme daño.

La ventaja de que mi tía me haya dejado el número en la cocina es que el teléfono de casa también se encuentra aquí, siendo más fácil para mi ahora mismo poder cogerlo y pedir la ayuda que es obvio que necesito. Más porque además de la fiebre siento que todo me arde por dentro, como si hubiese comido en exceso pero al mismo tiempo no, revelándose mi organismo en mi contra.

Marco el número con dedos temblorosos, llevándome el teléfono hasta mi oreja, escuchando ya cada pitido, cada señal que me obliga a esperar los segundos necesarios hasta que escucho la respuesta al otro lado.

— ¿Se..señora Son?

Mi voz suena tan débil que por un momento creo que no me ha escuchado, comprendiendo enseguida que no es así.

— No está mi madre aquí.. ¿eres el sobrino de la señora Ki?

— Si.. mi tía ha salido y no me encuentro bien —siento aún más calor que antes —tardará en volver y no quería molestaros. No sabia a quien más acudir.

— No te preocupes —sus amables palabras deberían calmarme —estaré ahí en un minuto. No te muevas, mi madre tiene una copia de vuestra llave.

Asiento aunque soy consciente de que no puede verme. Dejando el teléfono sobre la mesa, no preocupándome de si he finalizado la llamada o no, apoyo mi cabeza en esta, cerrando los ojos con la única intención de relajar todas las sensaciones que despiertan en mi.

El sueño está invadiéndome de nuevo, arrastrándome nuevamente. Intento ponerme en pie, no lográndolo, manteniéndome ahora y como puedo despierto. Escucho pasos.

Cercanos.

Pasos que cada vez están más cerca al igual que un extraño olor que desprende el hijo de la señora Son, al cual no quería molestar y ahora está viniendo a casa, a ayudarme y volviendo loco a todo en mi interior, como si fuese la principal causa de la elevada subida de temperatura en mi cuerpo y las otras sensaciones que se mantienen en mi de forma viva.

— Kihyun —miro cansado frente a mi, hacia esa voz —hueles muy.. diferente. ¿Desde cuando estás en este estado?

Encogiéndome de hombros, no sintiéndome ni con la fuerza de responder aunque sea con mi cuerpo, intento alejarme recordando que podría contagiarle la enfermedad temporal que padezco y me tiene así.

— Kihyun si aceptas un consejo —vuelvo a mirarle —deberías ir a tu habitación y no salir por unos tres o cuatro días.

— ¿Tanto miedo tienes de que te contagie? —le veo negar —¿entonces?

— Estás en celo y es peligroso para ti tenerme ahora mismo cerca.

¿En celo? Eso quiere decir que yo soy..

— ¿Soy un Omega? —pregunto, tensandome — ¿tu eres Alfa?

Can do itDonde viven las historias. Descúbrelo ahora