Al borde.

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El problema es que siempre estoy al borde del precipicio.

Siempre me presentó con el "no doy más" como nombre de pila y el "no sé si podré seguir así" de apellido. Vaya de familia desolada eh.

La verdad es que no creo estar en ningún borde.

Estoy rota, partida en mil pedazos e incluso puede que encadenada al pasado. No, incluso nada, definitivamente estoy encarcelada, encerrada sin comida ni llamada de emergencia en un oscuro pozo, en las mazmorras de lo pasado.

Y en los pozos no hay precipicios.

Pero, aún así puede que mi comida se esté agotando o que la lluvia me esté ahogando.

Puede que me este ahogando con mi propia lluvia en vez de usarla para beber y evitarme morir de deshidratación.

Puede que no me esté organizando bien, viendolo con un ojo táctico, como debería, y en su lugar este escuchando mis propios gritos de arrepentimiento por no mirar bien el camino y evitar caerme en el pozo, tramposo como sus errantes rocas que forman su débilmente acertada estructura.

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ESCUCHA, QUE NADA ES GRATIS.

Confundí el océano con un barranco.

Una prolija catarata, de belleza pura ante ojos externos separados por cientos de metros, pero cegadoramente peligrosa si te encuentras a centímetros de sus aguas.

Convencida por la paz antes de la tormenta, me adentre en el azul salado, tentada por el canto de preciosas sirenas, que guardan dientes filosos e incrustables secretos, ocultos en lo más profundo de sus arenas cuál tesoro de piratas, junto a sus engañosas intenciones. 

Ignore los murmullos ocultos  de alerta

No confíes. No te fies. No es seguro.

Y me hundí, sin importarme el hecho de que no era un sueño del que pudiera despertar. Sino una pesadilla del lado de la realidad.

Debí tener cuidado y no haber ignorado las alertas. Debí haberme quedado al lado de los turistas apreciando la resplandeciente catarata y no haber adentrado a navegar en ella.

Por qué?
Porque eres débil como una rosa, -contrariamente- roja, fogosa, tentadora ante ojos traicioneros y ambiciosos.

Y sí, tienes espinas, todos las tenemos, como cualquier otra cosa, no es gratis, pero aún así, cuántas veces has visto rosas cortadas listas para regalar para citas posiblemente olvidables o colocar sobre lápidas de cemento de gente descartable.

Envueltas en papeles brillantes, y delicadamente rociadas para mantenerlas bellas mientras estas mueren degradablemente, aunque el agua haya ayudado a alivianar algo de su agonía.

Ya sin sus espinas, sin su protección, sin sus barreras y alarmas de seguridad.

Sin su valentía y carente de pasado pero intenso esmero.

Listas para el final, como pago por su temporal hermosura.

Nada es gratis.

overthinking and others feelings.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora