25 de diciembre del 2018.
Desde mi posición observé como Sussie tuvo que hacer malabares para llegar hasta mí. Al parecer la chica era muy solicitada y ella lo amaba, sonreía a todo aquel que le sonriera, respondía de vuelta a los saludos aunque no tuviera ni la más mínima idea de quienes fueran y atendía a todos casi a la vez a pesar de que no era la única mesera.
Debía decir que la chica si tenía control en sus patines por lo que estaba seguro de que cumpliría su promesa. Esta vez no habría accidentes.
Recordando aquel detalle posé mis ojos en sus medias, éstas estaban intactas, como si ayer no hubiese pasado nada. Supuse que éstas serían nuevas y las anteriores ahora reposarían en un basurero. De igual manera recordé sus rodillas raspadas por lo que no pude evitar mencionarlo cuando estuvo de vuelta.
—¿Cómo están tus rodillas?
Sonriendo se encogió de hombros y miró hacia abajo.
—Un poco de pomada mágica y están como nuevas.
—Las pomadas no son mágicas, elfo.
—Estamos en navidad. Hay magia en el ambiente por lo tanto hay magia en mi pomada—recitó felizmente como si se estuviera convenciendo de que la tontería que estaba diciendo era verdad—. Por cierto, estamos en mi descanso por lo tanto ya no soy más el elfo Sussie, ahora soy solo Sussie.
Extiende su mano derecha invitándome a estrecharla cosa que hago. No era la primera vez que su piel rozaba la mía, recordaba firmemente su cuerpo sobre el mío ayer en la noche. Pero esto era diferente.
¡Por Dios! En serio me gusta la loca.
—Ahora sí, oficialmente es un placer conocerte.
—Aunque me hubiese gustado que dijeras tu nombre anoche.
—Te lo dije—Separó nuestras manos y procedió a sentarse, luego me miró espantada—. ¿No leíste la nota?
—Leí la nota.
Sussie se relajó en su lugar.
—¿Entonces? ¿Cuál es tu punto?
—Hablaba de que me hubiese gustado escucharlo de tu boca, un papel es muy impersonal.
—Al contrario, las letras escritas en una hoja pueden perdurar más que las palabras vacías.
—Las letras escritas en una hoja perduran más que palabras vacías, pero las acciones son las que duran para toda la vida.
Sonrió felizmente, bueno, como ella siempre lo hacía.
—¿Todavía hablamos de mi nombre escrito en la nota?
—Tal vez—me encogí de hombros. Y como se había convertido en habitual en las últimas horas embocé una pequeña sonrisa acompañando así la suya.
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Milagro de navidad entre bolas de nieve | Festividades#1
Short StoryJhetro Cavanagh podría haberse convertido en el nuevo Grinch hace nueve años atrás, cuando perdió a su vida, su luz... a ella. Odiaba ver las luces, odiaba los pinos, odiaba los villancicos y odiaba ver a la gente irradiar de felicidad en esas época...