Capítulo 17

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JULIO

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JULIO.

Cuando Sussie me pidió que la acompañara a llevar unas galletas al club de pole dance al que iba su madre, tuve que pedirle tres veces que repitiera la pregunta. Sabía que la madre de Sussie estaba en aquel deporte pero aún pensaba que iba a ser raro verla trepar sobre tubo metálico como toda una experta. Sussie me había comentado que su madre era la mayor de sus compañeras pero por lejos les daba una paliza a todas ellas.

—Intenté hacer pole dance hace unos años pero a mis brazos solo les bastó la primera clase para decirme que eso no era lo mío.

—Supongo que era cuestión de costumbre, Sussie. Es una vaga excusa para dejarlo—me burlé un poco de ella ganándome un puñetazo en mi brazo—. Ya veo porqué tus brazos te dijeron eso. Sirves para boxear, joder, eso dolió.

—La verdad lo dejé por el que pensaría la gente—la observé con atención mientras acariciaba mi brazo herido—. La gente suele relacionar pole dance con otra cosa. Es estúpido pero pensaba que me iban a juzgar.

—No pienso que sea estúpido. A veces la gente considera más divertido meterse en la vida de los demás y criticarlos. Es gracioso considerando que todos aquellos que hacen eso es porque tienen una vida de mierda.

Sussie sonrió a mi comentario, después seguimos caminando.

No podía evitar pensar en Sussie deslizándose sobre el tubo metálico. Trataba de que no fueran imágenes con connotación sexual aunque era demasiado inútil reprimir aquellos pensamientos.

Cuando llegamos al local, abrí la puerta para Sussie y nos adentramos en el. Una bonita chica estaba en la recepción. Cuando nos vio llegar embozó una sonrisa falsa mientras solo se fijaba en Sussie.

—Rosemary.

—Sussan.

Ambas chicas se medían con la mirada. Al parecer, la recepcionista, Rosemary, no tenía como mejor amiga a Sussie y el sentimiento era mutuo.

—Emm venimos a traer unas galletas para Liz—dije haciendo que Rosemary desviara sus ojos de Sussie y los posara en mí.

Jamás, en mis treinta años de vida, me había sentido como un jugoso filete para alguien más. Ni siquiera Fiona me hizo sentir de esa manera. La forma en la que Rosemary me observaba me causaba escalofríos. Sussie se percató de ello por lo que entrelazó sus dedos con los míos.

—¿Puedes darnos el pase de visitante? No tengo todo el día.

Sorprendido por la acción de Sussie de entrelazar nuestras manos, más me sorprendía aún que le hablara de forma grosera a Rosemary. Sussie jamás trataba mal a nadie, nunca había sido testigo de ella hablándole de mala manera una persona o siquiera haberla mirando de manera negativa. Estaba presenciando ambas por primera vez cosa que me ocasionó un poco de shock.

Rosemary suspiró, tomó algo de una de los cajones de su escritorio y los arrojó a nuestros pies.

¿Pero qué coño le pasaba?

Milagro de navidad entre bolas de nieve | Festividades#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora