Sin pudor

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Conway observó al joven de cresta salir por la puerta y buscar el auto con su mirada, bajó un poco la ventanilla y sacó su mano haciéndole una seña.

Horacio vio la mano del superintendente salir por la ventanilla de un coche a un par de metros a su izquierda, soltando un gran suspiro caminó hasta llegar al asiento del copiloto y entró lentamente.

El recorrido al apartamento del mayor transcurrió en completo silencio, aunque a kilómetros de distancia se podía sentir la tensión sexual que había dentro del auto.

Horacio siempre pensó que el super mantenía un buen cuerpo a pesar de su edad y desde el primer día que lo conoció los comentarios con doble sentido nunca faltaron, aunque obviamente se detuvieron cuando empezó a salir con su actual esposo, aunque eso nunca fue impedimento para admirar los hermosos pectorales con los que contaba el mayor.

Para Conway tampoco le era muy indiferente el de cresta y es que en un inicio siempre le molestaba de sobremanera cuando el menor soltaba algún comentario sexual por que lograba ponerlo un tanto nervioso, cosa que nunca le ocurrió con nadie más.

Para que negarlo si el chiquillo que lo sacaba de las casillas tenía un cuerpo digno de admirar y su piel tostada solamente incitaba a cualquiera a querer probarla, sin mencionar ese exquisito aroma de vainilla que siempre emanaba.

A los pocos minutos se encontraban fuera del edificio donde vivía el mayor, por lo que bajaron del auto en completo silencio y se adentraron al hall, esperando pacientemente la llegada del ascensor.

Una vez dentro del pequeño espacio, Jack contemplaba atenta e indiscretamente la silueta del chico que se encontraba dándole la espalda, mirándose en el espejo que cubría toda una pared del elevador arreglándose la cresta.

El menor sonrió al notar como la mirada de su superior se perdía en su espalda baja, aunque sintió unos escalofríos al sentir por primera vez esa mirada llena de deseo del contrario, no podía negar que le gustó sentirse deseado justamente por ese hombre serio y amargado.

-Puede tocar si quiere - concedió Horacio girándose para mirarlo atentamente a los ojos.

- Pero ¿qué dices gilipollas? - trató de disimular Conway evitando su mirada.

Horacio simplemente sonrió y tomó las toscas manos del mayor colocándolas sobre sus glúteos provocando que sus cuerpos sintieran el calor del otro, logrando que el super tragara en seco y mirara con nerviosismo los ojos bicolores del menor, como si estuviera en una especie de trance.

Justo cuando estaban a milímetros de juntar sus labios, el sonido del ascensor deteniéndose los interrumpió, abriendo su puerta en el piso correspondiente al departamento del mayor, quitando sus manos del cuerpo del de cresta, comenzó a caminar seguido del chico hasta quedar frente a la puerta.

Con sus manos temblando acercó las llaves a la cerradura, pero le fue imposible abrirla debido al nerviosismo que estaba sintiendo en su cuerpo.

- ¿Tan mal lo pongo papu? - preguntó el chico arrebatándole las llaves para abrir él la puerta.

- Cállate capullo - contestó impaciente por que abriera la puerta.

Una vez escuchó el sonido de la cerradura abrirse y la manija dar vuelta empujó al chico adentro, tomándolo fuertemente por la cintura y besándolo fogosamente, doblando su pierna derecha cerró la puerta sin cuidado y comenzó a deshacerse de las ropas del peliazul.

Horacio levantó sus manos para ayudar al mayor a deshacerse de su playera y enseguida desabotono con destreza la camisa del super, la cual fue lanzada a algún lugar de la sala.

Sin poder esperar a llegar a la habitación, Jack tumbó al menor en el sillón siguiendo con el intenso y profundo beso, donde sus lenguas se entrelazaban causando sensuales gemidos que eran ahogados entre sus labios.

Continuando con el deseoso beso, Horacio bajo sus manos hasta el cinturón del mayor quitándolo ágilmente y bajando la cremallera del pantalón metió su mano para estimular su miembro.

Conway se separó soltando un gemido más parecido a un gruñido, cuando sintió la mano del pequeño masturbándolo y atacó vorazmente su cuello lamiendo y besando cada parte de él.

Deseando probar cada parte del mayor, Horacio empujó a Conway para lograr ponerse de pie y bajo su mirada se desvistió quedando completamente desnudo.

Dedicándole una mirada lasciva se hincó separando las fornidas piernas y posicionándose entre ellas.

Lentamente deslizó los pantalones del mayor logrando quitarlos de en medio de su objetivo.

El mayor sujetó el cabello de Horacio cuando sintió el lengüetazo por encima de su ropa interior.

Con desesperación se deshizo rápidamente de su bóxer incentivando al menor a hacerle la tan ansiada felación.

Jugando un poco con el superintendente, Horacio pasó lentamente la lengua por todo el tronco, disfrutando del sabor del presemen ya presente.

Aunque no resistió mucho tiempo cuando escuchó los graves gemidos del mayor y envolvió entre sus labios el miembro comenzando un vaivén constante.

Sintiéndose inquieto por llenar el vacío en su interior llevo sus dedos a la boca de su compañero, al ver cómo el mayor los chupaba con sumo empeño sintió llegar al orgasmo tan solo con la imagen que le estaba dando.

Llevando sus dedos a su entrada jugo con ella, metiendo primero uno de ellos simulando embestidas para después introducir el segundo y realizar movimientos de tijera, gimiendo sin pudor alguno sobre el miembro del mayor.

Una vez se sintió preparado, retiró sus dedos y sacó el ya lubricado pene del mayor de su boca para alinearlo con su entrada.

Conway besaba el pecho del chico mientras sentía como su miembro iba entrando lentamente en el estrecho agujero del menor.

Cuando sintió más placer que dolor, Horacio comenzó a saltar sobre el mayor a un ritmo lento que fue incrementando en cuanto el super llevo sus manos a la cintura del chico para ayudarlo a moverse.

Entre besos y jadeos el mayor llevó una de sus manos hasta el miembro del chico dándole la atención que tanto necesitaba.

- Pa... pu – gimió Horacio sintiéndose al borde del orgasmo, por lo que Conway aumento la velocidad de su mano recibiendo al poco tiempo el semen en sus manos.

Cargando al chico sin salir de su interior lo tumbó sobre el sillón logrando así que sus embestidas fueran más profundas y con mayor velocidad.

Jadeando besó nuevamente con pasión al joven chico debajo de él y dando una última embestida llegó al clímax.

Después de regular su respiración salió del interior del menor y tomándolo entre sus brazos lo llevó al cuarto de baño ayudándole a darse una relajante ducha.

Para finalizar la noche acostándose en la cama matrimonial y quedar profundamente dormidos debido al agotamiento de sus cuerpos.

El juego de las llavesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora