Parte 5. Interrogatorio 2.0. ¿En serio no me vas a torturar?

24 10 0
                                    


En la sala de espera que conecta al ascensor de las nubes con el cuartel de los detectives psíquicos, ya sólo se encontraban dos féminas, Kristal y Agna Rag, todo el salón era perturbado por los ronquidos entrecortados de Kristal, que llevaba horas durmiendo en la incómoda silla. Agna en cambio no había dormido ni un solo segundo, a pesar que la espera se había prolongado durante horas.

Para los de su especie Agna era extremadamente bella, no sólo eso, al provenir de una familia de militares cercana a los Vulcos, siempre fue un buen partido para todo aquel que quisiera cortejarla. Esa raza en particular poseía unas estructuras en sus cabezas, similares a cabellos, largos, frondosos, extremadamente lisos, del color del azabache, contrastaba de gran manera con la otra muchacha, que en lugar de negros, ostentaba varios tonos de amarillos, incluso algunos tonos grisáceos, mal arreglados en un tosco pañuelo, evidencia que no tenía ni los recursos ni las ganas de invertir algo de tiempo en su apariencia física.

Agna ya se había parado tres veces a expulsar de su cuerpo las ingentes cantidades de licor que había consumido, su rostro mostraba un tono apagado, ya los cristales de belleza, como le dicen al maquillaje en Axius, habían sido lavados por las innumerables veces que había ido al baño a espabilarse y vomitar. Ya la extrema belleza había sido suplida por angustia, tristeza y desesperación.

En ese momento se escucharon unos pasos en el pasillo. Era una de las escoltas de los Ojos que venía a buscarla, aquello le sorprendió en sobremanera.

- Hola mi señora Agna, disculpe la espera, el anterior interrogatorio se extendió más de lo esperado. Acompáñeme por aquí.

La Axiaria hizo una reverencia y le indicó a Agna el mismo camino que ya había seguido el Lord. En todo momento se mantuvo ligeramente en frente de ella y lo suficientemente cerca para voltear su cabeza y verla a los ojos, mostrando atención y empatía. En Axius cualquiera que esté cerca de la clase gobernante es tratado con reverencia, especialmente con los militares, a los comerciantes en cambio no se les presta el mismo trato.

Al llegar a los ascensores donde se había detenido el Lord, pero que no los usó, la escolta lo hizo y mostró ante un lector luminoso, el biocomunicador de su brazo izquierdo, y efectivamente las puertas se abrieron, Agna entró y le siguió Nar, como era el nombre de la escolta. Las escoltas eran hermanas gemelas exactas, algo muy poco común en Axius, sus nombre Nar y Nir, son los mismos de las estrellas que constituyen el sistema binario que orbita el planeta Axius, y sólo se diferencian en el tono de sus cabellos, tal como las estrellas, naranja una y la otra rojo intenso.

Estos ascensores atravesaban la capa de roca negra de la base militar. La misma poseía un puerto o atracadero externo y había relativamente mucha vida en el, similar a la de un centro comercial. Agna estaba algo sorprendida, ya que no era lo que se imagina, fue conducida a través del bullicio hasta una oficina gubernamental, adentro había una sala de espera, todos los funcionarios al ver a la escolta le hacían una reverencia, igual que a la interrogada.

Conducida hacia una especie de estar, vio en la mesa algunos platos servidos, recién hechos, un hervido o sopa y algunas bebidas no alcohólicas.

- Espere un momento acá mi señora. Si gusta puede probar algo de comida antes de prepararse para la siguiente etapa.

- Está bien, aunque ya no tengo apetito.

- Regreso en pocos minutos, ya tendrá apetito.

La amabilidad y precognición de Nar, le hicieron sentarse y contemplar la comida con la mirada perdida. Sumida en sus pensamientos se preguntaba, ¿Esto será normal? ¿Se supone que los detectives psíquicos son seres despiadados? ¿Esto es un tipo de tortura? ¿Al Lord le habrán hecho lo mismo? ¿Qué consecuencias tendrá si pregunto algo? ¿Podrá ayudarme mi amiga de la embajada? Se supone que no he hecho nada malo, ¿porque me siento así?, ¿En qué me involucró mi Tail?

La Dama de la NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora