Prólogo

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No es lo primero que escribo, pero por alguna razón comencé a escribir esto por aquí, y ya tengo varios capítulos.
No soy experta en esto de escribir, pero si les resulta entretenido, por mi, está bien.

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Pauline

Siempre nos reunimos por lo menos dos sábados del mes. Hacemos comida, en algunas ocasiones karaoke y de ley, siempre tenemos que hablar. Es bueno estar al día una de la otra, solo así podríamos cubrirnos las espaldas y eso era una constante en nuestras vidas.

Nuestros padres son condescendientes, pero muy estrictos debido a que nuestra familia es bastante conocida. Debemos guardar la compostura y no salir de la línea, ni, aunque nos provoquen. Es por ello, que muchas veces de pequeñas, nos desquitábamos con alguna que otra travesura, pero ahora que somos adultas, nos vimos obligadas a seguir sus reglas, aunque, no siempre es así.

Nuestra familia es grande. No solo tenemos familia en la ciudad, sino que también en otras partes del mundo. Así que, como podrán imaginar, solemos hablar de todos, en especial de aquellos secretos que nuestros padres nos pidieron que nos llevásemos a la tumba. Pero dentro de esas cuatro paredes, la lealtad está garantizada ..... o ¿no?

Yo siempre fui la tranquila y serena del grupo, pero cuando estábamos todas juntas la locura se me contagiaba y hacíamos cosas que podían hacer explotar la cabeza de muchos. Siempre trate de proteger un poco más a Ariadne, pero debo admitir, que de eso se encarga su peculiar carácter explosivo, y no es la única, si en algo nos parecemos toda la familia Roman, es en nuestro carácter, que puede sacar lo mejor o peor de nosotros. Somos bastante explosivos.

Nunca pensamos que una de nosotras iba a ser la perdición del resto. Siempre nos confiamos todo. Las reglas nunca las establecimos, pero tampoco era necesario decirlas.

Ximena

La vida nos enseñó que no hay mejor persona para confiar que la familia, es por ello que mis primas son lo único constante en mi vida, son lo único de lo que no me aburro.

El estar con ellas, tener la confianza de poder contarles lo que sea y saber que se lo llevarán a la tumba, es lo que forjó mi seguridad y autoestima.

Mi padre dice que me parezco más a una "cabra loca", que a mi propia madre, y sí, no puedo negar que mis actos dejan mucho que pensar de mí. Siempre fui así, la más alocada e irreverente del grupo, cuando éramos niñas lo veían gracioso y hasta tierno, pero ahora que somos adultas ya no lo ven así.

La idea de reunirnos cada cierto tiempo, surgió de mí, no puedo negar que ya lo hacíamos desde pequeñas, pero al llegar a los quince años, Pauline y yo, comenzamos a dejar de ser las niñas inocentes que nuestros padres adoraban. Así que propuse hacer de las reuniones un hábito, Ariadne y Karime, son dos años menores que nosotras, pero en ese tiempo, ya comenzaban a entender que la inocencia no duraba mucho.

Recuerdo muy bien nuestra primera reunión oficial, Pauline y yo nos escabullimos al cuarto de su hermano por unas cervezas, eran cosas de la edad, queríamos experimentar, nunca habíamos tomado ni una gota de alcohol y esa noche nos agarramos de valor. Creo que desde ahí le agarre amor a la bebida, porque sí, me gusta beber y mucho, a diferencia de Pauline,  que les agarró más cariño a los cigarros.

Es posible que esos recuerdos se queden ahí, en lo más profundo de nuestras memorias, si bien tengo una actitud relajada, las traiciones por parte de mi propia sangre no las puedo olvidar tan fácilmente. Es doloroso ver hasta donde hemos llegado, supongo, que comenzamos a enredarnos con nuestras propias mentiras, ya ni sé cómo empezó todo esto.

Ariadne

La relación con mi hermana Pauline, siempre fue complicada, sin embargo, cuando estábamos las cuatro juntas eso quedaba de lado y era lo que más me gustaba de las reuniones. En esos momentos, Pauline y yo, dejábamos de ser las hermanas que peleaban hasta porqué pasó una mosca, a ser cómplices.

Siempre se sintió cómodo y orgánico estar las cuatro juntas, somos tan diferentes, pero tan similares al mismo tiempo, que hasta nuestros padres se sorprendían de nuestro grado de complicidad.

De niñas nos cubríamos cuando hacíamos travesuras, ninguna daba su brazo a torcer cuando nos interrogaban por algún asalto, pero lo que no sabían ellos, era que ningún asalto fue hecho por solo una de nosotras, siempre estábamos confabuladas. Y no fue hasta que cumplimos diez años que decidieron que, si ninguna hablaba, todas seríamos castigadas, y qué creen, pues sí , todas éramos castigadas.

A diferencia de mi hermana Pauline y nuestro hermano mayor, Imanol, yo siempre fui más movida en todos los aspectos, supongo, que el andar con Ximena contribuyó a eso, sin embargo, lo que me diferenciaba de ella, es que  yo no era tan escandalosa. Siempre me mantenía en un perfil bajo, además, es lo que nos pidieron nuestros padres, no les gusta que llamemos mucho la atención.

Se supone que esta hermandad tendría que haber durado hasta que fuéramos abuelas, pero ahora, cada vez veía esa posibilidad más lejana. Todas estamos fracturadas, por una u otra cosa nos hemos roto, pero terminar así por nosotras mismas, eso nunca lo vi venir.

karime

Nos conocíamos desde que nacimos, a diferencia del resto de primos, nosotras nos criamos juntas. Sabíamos muy bien cuando debíamos cubrirnos, cuando callar, cuando hablar, cuando mentir y, sobre todo, cuando ser nosotras mismas.

Si bien siempre fuimos unidas, había cosas en las que no estábamos de acuerdo una con la otra, pero con el pasar de los años nos fuimos entendiendo mejor y dejamos de lado esa parte de nosotras, y simplemente nos dedicamos a apoyarnos, sin importar que cualquiera de nosotras estuviera equivocada.

De las cuatro yo siempre me mantenía en un punto medio, en especial cuando Pauline y Ariadne, no lograban ponerse de acuerdo. Ximena ha sido una cabra loca, por lo que nunca he intentado detenerla, prefiero seguirle la corriente y esperar a que sola se dé cuenta, y claro, cuando eso sucedía, siempre estábamos nosotras ahí.

Siempre supe que, en algún momento, el esconder tantos secretos, nos jugaría en contra. La diferencia es, que ahora, la desconfianza comienza a rondar entre nosotras y comienzo a sentir que estamos andando sobre una cuerda floja.

Con ellas siempre me sentí en paz, pero ahora, las llamas del infierno comienzan a acercarse y ya hasta puedo sentir el calor del fuego cerca. En algún momento también llegué a pensar que era el karma, que había venido a desquitarse por los daños y perjuicios, que hemos ido dejando a lo largo de nuestro camino juntas. Pero de algo si estoy segura, las únicas culpables somos nosotras.

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