Capitulo 9

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Tu no eres buena para mí y realmente no se cual es tu propósito, ¿Qué buscas?, ¿Qué quieres?, ¿Por qué te acercas de esa manera tan ingenua a mí?, Eres tonta Isabelle y yo lo soy un mucho más porque te estoy dejando entrar, cada día me hago más débil y empiezo a buscar tu compañía, tu sonrisa, tu voz... Tu calor.

¿Pero sabes qué es lo que más odio?

Exacto, no poder detenerlo, eres jodidamente perfecta y sensual, hay un magnetismo que me atraen a ti y voy  en silencio hacia ti.

— De esa forma no — susurró Isabelle riéndose de mi pintura.

Las dos habíamos salido al lago para distraernos un poco y de paso llevamos a Orson que reposaba sobre las hojas caídas de los árboles secos.

— ¿Entonces cómo se supone qué es?

— Observa como lo hago — dijo — sólo tienes que dar sombra en estas partes de los árboles — señaló acercándose demasiado a mi cuerpo.

— Ya veo.

— Ahora hazlo tu — me dió el lápiz y yo lo tomé — está vez que te quedé bien.

Con algo de nervios empecé a dibujar mientras Isabelle observaba como lo hacía sobre la hoja blanca, traté de mejorar pero su presencia me desconcentraba y ya no pude seguir.

— Ahhh, no, no puedo — tiré el lápiz en la mesa.

— Si puedes, anda, una vez más.

— Que no Isabelle, ya mejor vámonos — Isabelle suspiró y yo guardé silencio con la duda interna de preguntar sobre Firsch — y ¿Cuándo llega tu novio?

— ¿Qué?

— Es qué si te ve conmigo comenzarán las dudas y los problemas.

—¿Dudas y problemas?

— El es amigo de Karla y ya te dije porque fue la ruptura.

— Si lo recuerdo, fue porque Karla creé qué tú y yo... Somos amantes.

— Pero está equivocada — dije al instante mirando a Isabelle.

— Exacto, está equivocada — respondió cerrando su libreta de dibujo — pero no te preocupes, a Firsch no le molesta en lo absoluto, él no es un tipo celoso y prepotente, Firsch es diferente.

— Supongo que lo extrañas.

— Por supuesto que sí, todos los días y todas las noches.

El problema es que está enamorada de su novio y habla de él como si fuera lo mejor, está bien, tiene todo el derecho de hacerlo, pero no me gusta, odio escuchar cuando lo halaga de más y sobretodo cuando dice que lo extraña.

— Ya vámonos.

— ¿Ahora?

— Si.... Orson, tu también  — tomé la correa de mi perro y empecé a caminar.

Minutos después Isabelle ya estaba a mi lado caminando de prisa rumbo al auto.

— ¿Puedo decirte algo?

— Que cosa — argumenté admirando el paisaje en el que estábamos.

— Se siente bien tener tu amistad, me has enseñado mucho en estas semanas.

— ¿De verdad?

—  ¿Todavía lo preguntas?.

— Soy un desastre — respondí — no hay nada que te sirva de mí.

— No digas eso — me detuvo — eres genial y hay muchas cosas buenas en ti.

La miré por unos minutos, estaban loca si de verdad me veía alguna genialidad pero  es todo un regalo recibir esas palabras de ella.

LA GUITARRISTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora