Sorpresa.
James Potter decidió por fin levantarse de su cómoda cama cuando el sonido constante de la alarma en su cabeza se volvió demasiado molesto. Con todo el cuidado que le pudo permitir su, todavía medio dormido cerebro, tanteó a ciegas su mesita de noche hasta dar con su varita y después de murmurar un hechizo el infernal sonido se detuvo, se frotó el rostro con ambas manos, en un intento de despertar un poco más, cuando fue consiente de quien es y donde está tomó sus lentes y le dirigió una mirada a la silueta de su esposo acostado del otro lado de la cama, al estar seguro de que seguía dormido se encaminó en silencio al baño para cepillarse los dientes y lavar su cara, una vez listo y una fracción de su cerebro más despierta salió con cuidado de su habitación para ir a la de su hijo a despertarlo.
Los Potters no son madrugadores, tal vez sea algo de la sangre, James no está seguro y tampoco le importa mucho averiguarlo, solo sabe que todos a los que conoce y tienen genes Potter no funcionan correctamente antes de las diez de la mañana. Se necesita algo urgente o muy importante para que alguno se levante de forma voluntaria y sin ayuda tan temprano.
Y justo hoy, hay algo urgente y muy importante.
Con su hijo listo y algo despierto bajaron a la cocina, donde encontró todo lo que necesitarían para su sorpresa, es una mañana fría, por las ventanas su puede ver la nieve cayendo lentamente y los invitaba a quedarse en sus camas acurrucados, entre un montón de mantas o en la brazos de Sev, a los dos les gusta hacer eso cuando hace frío, pero hoy no pueden, tiene una misión.
Dejó a Harry en su silla alta y tomó el libro de recetas que había pedido, junto con todos los demás ingredientes, a uno de los elfos de su familia. Su pobre Sev ha estado estresado ya que una semana antes del año nuevo le llegó un pedido a última hora y de emergencia para San Mungo, al parecer había ocurrido un accidente y perdieron una buena parte de sus reservas y como Severus es el único capaz de cumplir con la cuota a tiempo sin perder la calidad de las pociones casi le rogaron para que acepte, por lo tanto lleva las últimas dos semanas encerrado en el laboratorio de la casa, trabajando casi 24/7 y no fue hasta anteayer que entregó la última tanda. Tuvo que cancelar la celebración de su cumpleaños porque sabía que o bien al llegar la fecha todavía estaría trabajando o bien estaría demasiado agotado para hacer otra cosa además de dormir.
Y así es como a James se le ocurrió la fantástica idea de hacerle una sorpresa él mismo. El plan inicial era hacerlo él solo, pero Harry terminó escuchando cuando le pedía al elfo lo que necesitaba y le hizo prometer que le dejaría ayudar.
Que juramento inquebrantable ni que nada, promesa de meñique con tu hijo de cinco años gente.
— Bueno campeón, estamos listos — dejó el libro y le sonrió a su hijo, el cual le devolvió la sonrisa mientras levantaba una gran cuchara de madera — esa es la actitud — se arremangó la camisa de su pijama, no suele dormir con manga larga, pero en esta época no le deja mucha opción — comencemos después de todo, ¿Qué tan difícil puede ser hacer un pastel?.
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Severus supo que algo andaba mal en el momento en que despertó sin los brazos de su esposo a su alrededor, tuvo un mal presentimiento al notar que James no estaba en la cama, ni siquiera en la habitación, James no se despierta tan temprano por su cuenta, tampoco se levanta voluntariamente y mucho menos si duermen en la misma cama, eso nunca.
Obviamente algo anda mal.
Está muy cansado por el poco sueño de las últimas semanas pero tiene que averiguar lo que pasa, como no escucha gritos ni maldiciones, no huele a quemado y la casa no se ha caído se tranquilizó un poco y tomó su tiempo para asearse y despejar un poco el sueño, al estar listo bajó a la cocina.