Cosa hermosa

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"No me extrañes mucho ¿si?"

"Haré lo posible, pero no prometo nada"

"Si te portas bien buscaré algo que te guste para comer"

"Solo quiero que te cuides, no te expongas"

"10-4 comisario"

"10-4 inspector jefe"

"¿Te vas a comer esa fresa?"

"¿Esta? no, toda tuya"

Volkov dejó su teléfono a un lado de la mesa y pinchó con su tenedor la fresa que quedaba en su plato de desayuno.

─ Ey, me dijiste que no la ibas a comer. ─ le dijo Horacio dejando su teléfono a un lado y mirándolo con las cejas fruncidas.

─ No lo haré, toma. ─ Volkov estiró la mano y le ofreció con su tenedor la fresa a Horacio, quien un poco sorprendido abrió la boca y se la comió sonriendo.

─ Buena. ─ dijo Horacio aún masticando. Luego se puso de pie juntando las tasas y los platos para llevarlos al fregadero, pero antes se inclinó al oído de Volkov y le susurró ─ Gracias por la fresa comisario bombón. ─ para luego darle un beso suave bajo la oreja, lo que hizo que a Volkov le diera un escalofrío.

Sus rutinas de las mañanas habían ido evolucionando con los días, Horacio sentía que Volkov cada vez se iba sintiendo más libre con él, dejando ver lados de él que no conocía, y que probablemente no había mostrado a nadie, como sus pequeñas manías al despertar o al acostarse, que lo hacían más humano y por eso lo amó más. Él por su lado, fue transparente desde el principio, no quería engañarlo con sus costumbres, pero a Volkov no parecía molestarle, hasta se acostumbró a que escupa de vez en cuando, siempre que limpiara claro. Un día le explicó que cuando estuvo en la armada de su país convivió con muchos hombres y muchos eran más puercos que él, Horacio no supo si tomarlo para bien o mal, pero trataba de ser ordenado y limpio, total estaba invadiendo su espacio al estar en su casa.

Una noche se sorprendió cuando unas manos inseguras en su cuerpo lo despertaron, Volkov le dijo que había tenido una pesadilla y que lo necesitaba para volver a la realidad. Era la primera vez que le decía algo así de forma tan vulnerable, aunque él tenía miedo de que se lastimara, Volkov insistió en que se sentía bien, así que cedió a su petición y sus propios deseos haciéndose mutuamente el amor con cuidado y ternura.

Horacio se dio cuenta que tanto él como Volkov eran vulnerables y que ambos estaban igual de necesitados de amor y compañía, eso lo motivó todos los días a salir a las calles e investigar para acabar con la mafia, y cumplir con su palabra de no dejar que nadie más salga herido por su culpa, no más.

Escribirse en las mañanas incluso antes de separarse lo había empezado él, por el no querer que llegue la despedida, no le gustaba tener que dejarlo solo, y menos sin la seguridad de poder regresar, pero también le daba pena verlo cada vez mejor, eso significaba que pronto no tendría sentido su presencia en su casa y que Volkov saldría nuevamente a patrullar las calles, exponiéndolo al peligro también.

─ ¿Qué harás hoy Viktor? ─ le dijo Horacio mientras salía de la habitación colocándose su chaleco antibalas.

─ Seguir ejercitando, luego... supongo que ver películas.

─ No veas la serie sin mi o ya verás.

─ Jamás. ─ le dijo Volkov estirándose un poco para empezar a ejercitar.

─ Bueno ya me voy.

─ Acá estaré Horacio.

Horacio le dio un beso de despedida a Volkov con sabor a pasta dental, y luego se cubrió con su pasamontañas para salir del departamento y luego del edificio.

Solo quiero ser HoracioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora