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Capítulo cinco.

Cuarta semana de cuarentena.


Pasó una semana desde en intercambio de palabras entre Mike y nosotros dos. Ben no le habla a su hermano y yo solamente lo hago cuando es necesario.

Los envíos a domicilio con empresas como Amazon y otras parecidas están habilitadas, así que me descontrole y comencé a comprar muchas cosas que llegaran hoy.

— Amor, llegó esto para ti — Ben apareció en la habitación con dos cajas medianas.

— ¡Al fin! — me levanté de un salto y tomé las cajas.

— ¿Otra vez estás comprando compulsiva mente?

No — miré hacia otro lado.

— Cariño no sabes mentir — dejo un beso en mi mejilla y se sentó a mi lado en la cama — ¿que compraste?

— Compre... ¡mascarillas!

Le tendí algunos paquetes.

— ¿mascarilla magnética? ¿Hay que frotarse un iman?

— No season tonto, ya lo verás, probaremos todas.

— ¿Yo también las usare? — abrió sus ojos sorprendido.

— Claro que si, comenzaremos con la de arcilla. También compre estas cositas bonitas, no sé si nombre pero sirve para apartar el pelo a la hora de colocarse la mascarilla ¿cual quieres?

Le tendí dos, una con orejitas de gato y otra con orejitas de oso. Eligió la segunda.

— ¿Lo haremos ahora?

— Sip.

Acomode todas las mascarillas en la mesita al lado de mi cama excepto una de arcilla que deje sobre la cama.
Me acerqué a Ben y le coloque las orejitas de oso logrando apartar todo su cabello de la frente.

— Esto será maravilloso — deje un besito en sus labios y procedí a abrir la mascarilla.

Con una paleta de plástico comencé a esparcir la pasta sobre su carita preciosa, me la aplique a mi luego de colocarme las orejitas de gato.

— ¿Por cuánto tiempo tenemos que usarlas?

— De diez a quince minutos.

— Tengo hambre ¿podemos bajar a comer un poco de la ensalada de frutas que hiciste?

— Ben almorzamos hace dos horas... está bien, vamos.

Ben dejó un beso en mis labios y ambos bajamos hacia la cocina.

— ¿Quieres? — asentí.

Ben sirvió la ensalada en un bol dejándolo en la isla de en medio de la cocina. Me alzó por la cintura dejándome sentada sobre la isla.
Se metió entre mis piernas y con un tenedor tendió una fruta hacia mi boca.

Le sonrío con mi boca llena y el también.

— Te amo.

— Te amo.

— Awww — gíranos asustados encontrando a su madre parada en la puerta.

— ¡Mamá!

Su madre apuntó hacia nosotros con su teléfono y un flash nos cegó por unos momentos.

— Ahora dense un beso.

— ¡Má!

— Apúrate, Ben.

Cuarentena - Ben Hardy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora