Winston examinó la pequeña habitación en la tienda del señor Charrington,junto a la ventana, la enorme cama estaba preparada con viejas mantas y unacolcha raquítica. El antiguo reloj, en cuya esfera se marcaban las doce horas, seguíacon su tic—tac sobre la repisa de la chimenea. En un rincón, sobre la mesita, elpisapapeles de cristal que había comprado en su visita anterior brillabasuavemente en la semioscuridad.
En el hogar de la chimenea había una desvencijada estufa de petróleo, unasartén y dos copas, todo ello proporcionado por el señor Charrington. Winstonpuso un poco de agua a hervir. Había traído un sobre lleno de café de la Victoria yalgunas pastillas de sacarina. Las manecillas del reloj marcaban las siete y veinte;pero en realidad eran las diecinueve veinte.
Julia llegaría a las diecinueve treinta.
El corazón le decía a Winston que todo esto era una locura; sí, una locuraconsciente y suicida. De todos los crímenes que un miembro del Partido podíacometer, éste era el de más imposible ocultación. La idea había flotado en sucabeza en forma de una visión del pisapapeles de cristal reflejado en la brillantesuperficie de la mesita. Como él lo había previsto, el señor Charrington no opusoninguna dificultad para alquilarle la habitación. Se alegraba, por lo visto, de losdólares que aquello le proporcionaría. Tampoco parecía ofenderse, ni inclinado ahacer preguntas indiscretas al quedar bien claro que Winston deseaba la habitaciónpara un asunto amoroso. Al contrario, se mantenía siempre a una discreta distanciay con un aire tan delicado que daba la impresión de haberse hecho invisible enparte. Decía que la intimidad era una cosa de valor inapreciable. Que todo elmundo necesitaba un sitio donde poder estar solo de vez en cuando. Y una vez quelo hubiera logrado, era de elemental cortesía, en cualquier otra persona queconociera este refugio, no contárselo a nadie. Y para subrayar en la práctica suteoría, casi desaparecía, añadiendo que la casa tenía dos entradas, una de las cualesdaba al patio trasero que tenía una salida a un callejón.
Alguien cantaba bajo la ventana. Winston se asomó por detrás de los visillos.El sol de junio estaba aún muy alto y en el patio central una monstruosa mujersólida como una columna normanda, con antebrazos de un color moreno rojizo, yun delantal atado a la cintura, iba y venía continuamente desde el barreño dondetenía la ropa lavada hasta el fregadero, colgando cada vez unos pañitos cuadrados
que Winston reconoció como pañales. Cuando la boca de la mujer no estabaimpedida por pinzas para tender, cantaba con poderosa voz de contralto:
Era sólo una ilusión sin esperanza
que pasó como un día de abril;
pero aquella mirada, aquella palabra
y los ensueños que despertaron
me robaron el corazón.
Esta canción obsesionaba a Londres desde hacía muchas semanas. Era una delas producciones de una subsección del Departamento de Música con destino a losproles. La letra de estas canciones se componía sin intervención humana enabsoluto, valiéndose de un instrumento llamado «versificador». Pero la mujer lacantaba con tan buen oído que el horrible sonsonete se había convertido en unossonidos casi agradables. Winston oía la voz de la mujer, el ruido de sus zapatossobre el empedrado del patio, los gritos de los niños en la calle, y a cierta distancia,muy débilmente, el zumbido del tráfico, y sin embargo su habitación parecíaimpresionantemente silenciosa gracias a la ausencia de telepantalla.
«¡Qué locura! ¡Qué locura!», pensó Winston. Era inconcebible que Julia y élpudieran frecuentar este sitio más de unas semanas sin que los cazaran. Pero latentación de disponer de un escondite verdaderamente suyo bajo techo y en unsitio bastante cercano al lugar de trabajo, había sido demasiado fuerte para él.Durante algún tiempo después de su visita al campanario les había sido porcompleto imposible arreglar ninguna cita. Las horas de trabajo habían aumentadoimplacablemente en preparación de la Semana del Odio. Faltaba todavía más deun mes, pero los enormes y complejos preparativos cargaban de trabajo a todos losmiembros del Partido. Por fin, ambos pudieron tener la misma tarde libre. Estabanya de acuerdo en volver a verse en el claro del bosque. La tarde anterior secruzaron en la calle. Como de costumbre, Winston no miró directamente a Julia yambos se sumaron a una masa de gente que empujaba en determinada dirección.Winston se fue acercando a ella. Mirándola con el rabillo del ojo notó en seguidaque estaba más pálida que de costumbre.
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1984 -GEORGE ORWELL
Historical Fiction1984 es una novela política de ficción distópica, escrita por George Orwell entre 1947 y 1948 y publicada el 8 de junio de 1949.