Una cosa que Kouki amó, solo una cosa, fue el viaje en tren. Los paisajes, el sonido de los rieles, los vagones, esa sensación de jugar con la dirección en la que era transportado, como un niño pequeño imaginando que iba al otro lado cuando no era así.
Él no quería ir, él hubiera preferido ir con sus amigos a esquiar ya que lo habían invitado o jugar videojuegos hasta muy entrada la noche, entonces ¿Por qué tenía que pasar sus vacaciones decembrinas en un lugar tan aburrido y caluroso como la casa de la abuela?
No nieve, no amigos y sobre todo no videojuegos hasta altas horas de la noche porque temía sobre calentar la red eléctrica y dejar al pequeño pueblo a oscuras, además ¡No tenían señal de wifi! Y lo que era peor, la misma señal telefónica era casi nula, teniendo que usar la línea directa de teléfono en la sala de la abuela.
—Tu abuela no puede quedarse sola Kouki— le había dicho su madre —Solo serán 15 días hasta que tu tía vuelva—
Por supuesto Kouki no se quejaría, no solo porque era solo un chico de 15 años que no se valía por sí mismo, sino porque no le faltaría a la autoridad de su madre al enviarlo ahí. Tampoco odiaba a la abuela, era solo que se aburriría como una ostra, sudaría como perdido en el desierto y ¿Ya dijo que se aburriría?
Kouki llega a la estación de trenes, baja dirigiéndose donde una mujer mayor le espera con os brazos abiertos y es; como esperaba, abrazado con una fuerza que no pareciera propia de ella, sus cachetes son atacados sin piedad, dejando sus mejillas rojas y doloridas.
Pero esa feliz, su abuela se ve tan saludable como un toro y espera que eso siga por mucho tiempo más, no toman un taxi, y por más que Kouki rogo no le dejo llevar su maleta, tampoco es que pesara mucho pero siente que es tratado como cuando tenía 5 años, por cada calle que pasa a Kouki le toca saludar a más de un par de personas, le toca ponerse rojo hasta el punto de que uno más lo hará desmayarse entre el calor o la vergüenza, porque ya ha escuchado más de tres veces la anécdota en la que se quedó atrapado en un árbol o cando jugo a los pasteles de lodo y si termino comiendo uno.
Cuando por fin la tortura termina, llega exhausto a la enorme casa en la colina, su abuela es muy conocida en el pequeño pueblo como la mujer excéntrica que vive sola rodeada de bosque y muchas veces cuando era un niño y la visitaba terminaba con las rodillas raspadas y un par de moretones cuando la defendía de ser llamada bruja.
Pero los niños son niños y a su abuela le encantaba tener el papel de la señora que te va a comer si no te comes tus vegetales, por lo que ahora está bien.
—Siéntete como en casa cariño, hay galletas en el horno ya listas para comer y una jarra de licuado en el congelador, iré a regar las flores del vivero—
Su abuela le besa la mejilla y se marcha por la puerta de reja que divide la casa del patio, su abuela siempre tuvo mano con las flores; recuerda, viviendo desde hacía mucho de las hortalizas que cosechaba y las flores de ornato que vendía.
Su tía era otra solterona del pueblo, habiendo quedado viuda muy joven y con hijos mayores decidió vivir cuidando a su madre, también tenía sus negocios que le permitían pasar mucho tiempo con su madre y la ayuda de sus hijos, por lo que mal no vivían, solo que a Kouki le incomodaba la enormidad de esa casa para dos mujeres solas.
¿Y si les pasaba algo y no había nadie ahí para cuidarlas?
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31 DIAS DE AKAFURI DICIEMBRE
FanfictionReto para la pagina "Porque amamos el AKAFURI" 31 días 31 historias Todo Diciembre para darle amor al AKAFURI