EL AMOR NO MUERE FACIL

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Una vez había escuchado; no sabe de quién y no es que le importe mucho, que el primer año de casados es, "El primer año de casados". Es decir, que en ese lapso todavía es algo por descubrir de tu pareja.

Que si no baja la tapa del baño, que si odia las algas en el tofu; aunque eso Kouki ya lo sabía, o que prefiere leer unas páginas de su libro de cálculos diferenciales cuando no puede dormir.



Así que el primer año, es "ese" primer año.

La razón por la cual se mudaron en el primer mes de la mansión de Tokio a un bonito Pent-house cerca de las oficinas de Akashi-Corp había sido decisión de Seijuuro, los reporteros habían hecho su agosto con las teorías de divorcio, las exigencias del Akashi mayor o hasta un amante, fueron las más sonadas.

Muy alejados a lo que realmente había sucedido. Y es que sí; se debía a Kouki, pero por ninguna razón de las anteriores. Resulta que la mansión pues... era muy grande y a menudo los guardaespaldas y la seguridad del lugar, sudaban gruesas gotas cuando Kouki no aparecía por horas, tanto que se hubo que llamar a Seijuuro y a Masaomi en por lo menos 3 ocasiones.

O cuando Seijuuro tuvo que enviar un equipo de búsqueda en otra ocasión porque nadie pudo encontrarlo, porque milagrosamente de alguna forma se había encerrado en un armario en el ala oeste en el piso superior. Nadie sabe cómo se las arregló para hacer eso, ni siquiera el propio Kouki lo supo.

Kouki se perdía entre tanto pasillo y habitación, asustado, mortificado y sobre todo avergonzado.



—Es que quise ir a la biblioteca, gire a la izquierda y después no supe a donde ir— le había dicho una vez



Así que ahora Seijuuro; mientras está sentado en la cama que según las palabras de su Kouki es; imposiblemente grande, piensa que todo estará bien.

Ya no son unos adolescentes, tampoco son unos viejos, pero en ese preciso momento, siente que el calor es perfecto, el amor y su unión.

Su departamento del primer año de casados ya estaba vacío, al menos si de ropa se trata, tienen preciosos recuerdos de sus candentes noches, de sus peleas, de las noches en vela cuando alguno de los dos enfermo.

Y un año se siente tan poco, un año; es tan poco.



Pero eso solo significa que aún les queda mucho tiempo por compartir, muchas noches de sexo, de desvelos cuando el estrés en Kouki por su libro a publicar se lleve su sueño, o cuando Seijuuro sepa que se viene una evaluación semestral y; Kouki le masajee la espalda, le dé un té de aroma exquisito y le obligue a ir a la cama a descansar.

Cada mañana de Sábado en punto de las 9, Kouki ya tendrá el desayuno listo, mientras espera pacientemente a su llegada a la mesa, no importa lo ocupado que esté en el trabajo, Seijuuro siempre hará tiempo los sábados para llevar a Kouki a citas, pase lo que pase, incluso si es dentro del departamento, en el jardín de la terraza o dentro de la habitación si hace mal clima, Seijuuro lo hará, sin falta.

Pero ya nada es como antes, ni lo será en el futuro.



La prensa nuevamente está acampando a las afueras de la mansión en Tokio, en la de Kioto si es que quisiera tomar esa ruta. Seriamente Seijuuro no sabe quién o como se han filtrado los datos y sabe que tanto el como su padre harán papilla al responsable, pero ahí están, como buitres por la noticia.



—Seijuuro— escucha desde la entrada de la fría habitación —Es hora —





Seijuuro mira a su padre y piensa si tal como se ve él se vio alguna vez, o si como se siente en ese instante, se sintió cuando perdió a su madre. Quiere preguntarle como sobre llevo la pena, el dolor pero no lo hace porque lo sabe.

Años de soledad a pesar de vivir en una casa atestada de personas, de gente que le quitaba hasta el más mínimo respiro y aun así no se daba cuenta de nada.

De su dolor, de su soledad, de cuando se rompió.

Y luego está Kouki, llegando en el peor de sus momentos, en el la oscuridad más profunda en la que se encontraba y poco a poco haciendo que su luz y calidez se colaran.

Sí; fue grosero y desde algún punto de vista malvado, pero Seijuuro no se había fijado, no había notado una diferencia en su comportamiento.



—Si te interesa porque; y valga la redundancia, se te hace interesante... ¿Por qué no intentas buscarle?— le había dicho una vez Reo



Y aunque no se lo ha dicho le agradece el gesto. Gracias a él y mayormente a Kuroko, es que Kouki estaba en su vida.

Seijuuro sale de la mansión, esquiva ferozmente a los reporteros gracias a la ayuda de su padre y sus guardaespaldas, dirigiéndose a donde todos sus amigos lo esperan, también la turba de reporteros.



—No estés nervioso— le dijo de nuevo su padre —Levanta la cabeza, eres un Akashi—



Y Seijuuro por un momento odia ese lema, odia el peso de sus palabras. Quiere ser e Seijuuro nervioso, el Seijuuro preocupado y con estrés que tanto Kouki ama, el ser humano con debilidades y miedos, con inseguridades y tristezas.

Porque Kouki nunca hubiera soltado su mano.



Ambos Akashi salen del lujoso auto en cuanto se estaciona en el enorme lugar. Hay un cerco policiaco que evita se acerquen los reporteros, seguramente cortesía de Aomine, cubre con una de sus manos los flashes de las cámaras, su padre se detiene a mitad de camino para decir unas palabras.

Pero Seijuuro no escucha más que el latir constante de su corazón en sus tímpanos, el sudor recorriendo sus manos.

Entra por la zona de personal para no ser molestado, guiado por Midorima su fiel amigo que comprende y no le dice nada.

Pone una mano en medio de su espalda, le da una significativa mirada y se aleja dejándole frente a una puerta blanca.

Seijuuro no lo sabía, pero al parecer tiene una aversión por las cosas blancas, o al menos es algo que ha desarrollado al momento. Toma el pomo dorado sintiéndolo helado al tacto, la luz de la tarde que se cuela por la ventana le da directo a los ojos y ahí es que puede discernir, que ya no es un hombre recién casado.

Un año, ha pasado un año.

Ahí; en medio de la habitación esta su Kouki, pálido pero con una sonrisa que compite con la calidez del sol.

Kouki se mueve y entre sus brazos le deja ver eso que antes estaba escondiendo.



Su pequeño hijo.

31 DIAS DE AKAFURI DICIEMBREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora