EL ENCARGADO

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El lugar era grande, pulcro y con pocos clientes, aun así tenían lo que a su parecer, eran los más hermosos y de mejor calidad que en su vida hubiera visto antes.

Caminaba sin decir nada por la zona de 12 centímetros, sopesando si era una buena idea hacer la compra, en seguida el encargado se acercó a él y; aunque le dio una mirada acusadora al hacer el pedido, a los pocos minutos dejo el par de tacones sobre un banco y salió de su vista para atender a los demás clientes.

Al quedarse yo sólo, se pudo sentir más tranquilo. Tomo una de las zapatillas y; como si algo mágico hubiera ocurrido, el miedo desapareció y le lleno una emoción que nunca había sentido antes. Con suma reserva y mirando en todo momento que nadie se le quedara viendo, se descalzo, retirando el calcetín y enfundando su pie en la zapatilla. Nada más meter el pie en el calzado más deseado. Entonces el encargado llego a su lado y le descubrió luciendo el zapato frente al espejo.

—Me da gusto que lo hayas hecho— escucho a sus espaldas —Me hace muy feliz el poder ayudar a mis clientes. Hay un zapato para cada quien y este al parecer es el tuyo— Volvió a decirle.

—Gracias— Le dijo Kouki sonriéndole tímido.

—¿Por qué no te pruebas el otro y das unos pasos?— le incitó.

Apenado, Kouki retiro el otro zapato y cuando quiso tomar la otra zapatilla, el encargado se adelantó y la tomo por el para ayudarle a calzarla. Él se le arrodilló frente a frente, calzando con una delicadeza poco usual la zapatilla.

—Tienes unos pies hermosos y estos tacones están hechos para ti— dijo y luego inclino su cabeza para besar su pie.

Kouki se sentía como en un sueño. El encargado le abrocho con mucha delicadeza la otra zapatilla y le extendió la mano para ayudarle a levantar del asiento donde se encontraba. Al calzarse ambas zapatillas un hormigueo recorrió todas sus piernas hasta entremezclarse con un cosquilleo en su sexo. Ensimismado empezó a dar los primeros pasos y camino con los tacones cuál si fuera una chica.

—¡Son divinos! –Le dijo Kouki al encargado sonriendo —Me gustaría llevarme este par si no tiene inconveniente... aunque— Volvió a decirle.

—Claro que puedes llévatelos— escucho Kouki —Si tienes vergüenza de que alguien te vea... ¿ Que te parece si me esperas en mi oficina hasta que se vaya el ultimo cliente? Cerrare para el almuerzo ¿Qué te parece?—

—No quiero causar molestias, volveré más tarde— respondió Kouki rojo hasta las orejas, el encargado no lo juzgo por su elección de zapatos, ni mucho menos lo molesto o le vio de mala manera

—No, por supuesto que no me molesta, quiero que los tengas, anda; si no puedes caminar te ayudare—

Sin embargo Kouki se jactaba de su perfecto equilibrio con semejantes tacones, por lo que; después de verse en el espejo recargado junto a la pila de zapatos, camino con orgullo y satisfacción a donde le era señalado.

—Espérame aquí, ahora vuelvo— le dijo el encargado, dejándolo en medio de la pulcra pero casi vacía oficina.

Kouki se paseó de un lado a otro por lo menos unos 5 minutos, contento de su elección de tacones. Un par de plataformas en color negro charol, con un atado alrededor de sus piernas arriba de los tobillos. Había pasado por la tienda por casualidad y no había dudado en obtener el par, eran hermosos por lo que no pudo abstenerse y los había comprado.

Kouki se paró frente al enorme ventanal de vidrio tintado, viendo pasar a los transeúntes incapaces de saber que eran vistos.

Escucho a sus espaldas el sonido de la puerta siendo abierta y segundos después el clic del seguro.

31 DIAS DE AKAFURI DICIEMBREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora