|| Lydia Martin ||
》La pelirroja se hallaba en su habitación, y aquellas cuatro paredes se habían sumido en un abrupto silencio sepulcral. Lo único que se escuchaba cada tanto eran los suaves gruñidos o ladridos de Prada.Llevaba ya un buen rato meditando, o, más bien, pensando. Tenía el sobre en sus manos.
Quería abrirlo y leerlo. Pero temía hacerlo.
Porque sí, jamás pensó que Valeska fuera a morir, mucho menos a quitarse la vida. Simplemente era imposible.
Cómo es que no me di cuenta, se repetía mentalmente, cómo es que no vi las señales de auxilio. Porque Lydia Martín sabía que cuando una persona planea algo de esa magnitud -un suicidio- no sólo le toma tiempo, sino que pequeñas señales empiezan a aparecer, tan claras y evidentes como el mismísimo sol.
Su ropa, empezó a enumerar mentalmente.
No había mucha diferencia, eso sí, pero cada vez su ropa era más ancha, más suelta, más oscura. Recordó los primeros días de Valeska en Beacon Hills, usaba lo que le viniera en gana -cosa que le aplaudía- salía en pantalones cortos, llegó a verla andar por la calle usando únicamente un jean y un sostén. ¡Incluso la misma Valeska le llegó a confesar que prefería usar poca tela!
Y luego, solo hubo sudaderas holgadas, busos, pantalones sueltos. ¡Ni siquiera pantalones rasgados! Y ella sabía lo mucho que su amiga adoraba los pantalones de ese estilo.
Luego, el cabello. Bien, entendía que el color rojizo había sido culpa meramente de Stiles y esa absurda broma. Y sabía lo mucho que ella lo había odiado, porque jamás había perdido la oportunidad de regañar a su hermano por lo mismo.
Recordó las innumerables veces que Valeska le contó que quería teñirlo de otro color.
"¿Rubia? No, no, ni lo pienses, eres muy pálida para eso. No sabríamos en dónde termina tu rostro e inicia tu cabello. Olvídalo". Recordó sus propias palabras. "¿Qué te parece... negro? Ya sabes, un negro azabache. Brillante. Te verías más preciosa aún. Llamarías la atención, muñeca. Oh, sí. Además, el rojo no te luce, déjame a mí la labor de ser la pelirroja". Y con una risa y mejillas sonrojadas Valeska había aceptado.
Días después apareció con el cabello de un brillante e imponente color negro azabache, justo como ella le había dicho.
Y luego de eso. Un nuevo corte de cabello. Y si había alguien que estuviera de acuerdo con los cambios drásticos, era ella. Pero lo que Valeska se había hecho, la había dejado muda.
Cuando la conoció su cabello iba hasta un poco más arriba del codo. Ella mantenía el largo, siempre le dijo lo mucho que le fastidiaba el cabello muy largo o muy corto. Y las últimas veces que la vio, el día del cambio, el cabello con suerte le llegaba a los hombros. No sólo eso, sino que también se había rapado de ambos lados, dejándole cabello solo en la parte de arriba.
"Es algo... ¿Rockstar? Supongo que sí aplicas algo de gel y laca te podrías peinar como los punks de la escuela". Le había dicho.
Sí, algo así. La ventaja era que Valeska se peinaba por la mitad, por lo que dividía el cabello de modo que este podía cubrir aquella abominación de ambos lados.
Y luego se volvió más callada, más distante. Dejó de salir con ellos, dejó de hacer bromas o insultar injustificadamente a quien se le atravesara, dejó de hablar poco a poco.
La Valeska que conocía se había apagado justo frente a sus ojos. Y no lo notó. ¡¿Por qué?!
La letra torcida. La hoja tenía varias manchas de tinta -incluso algunas de café. Sí, era de Valeska. Recordaba las incontables veces que había visto sus desordenados y vergonzosos apuntes de clase: todos manchados, arrugados, desordenados.
La carta gritaba Valeska por donde se la mirara.
"Lydia, querida tu,
Eres genial.
Y ya está. En eso se resume esta carta.
Sé que no eres una psíquica, pero, como sea. Eres la mejor psíquica y banshee de la vida, la mejor pelirroja de Beacon Hills, la chica con más estilo del maldito pueblo, y, por supuesto, la más inteligente.
Eres una asombrosa amiga, Lydia Martin. Lamento no haber valorado nuestra amistad tanto como debía.
Pero no olvides brillar. Por quien eres, por ser tú, Lydia Martin, por tu cabello precioso o tu inteligencia envidiable -admito que hasta a mí me daba envidia ver tus apuntes o tus calificaciones, ¿Cómo lo hacías?- o por tu forma de vestir.
Bonitos zapatos, por cierto. Ni siquiera sé si cuando leas esto estarás usando zapatos o no, pero bah... ¿A quién le importa? Todos tus zapatos son bonitos.
Lydia sonrió con lágrimas acumulándose en sus ojos. Bajó su mirada a sus pies descalzos, inconscientemente.
《Eres sombrosa. Excepcional. Cuida a los demás, a todos. No los dejes solos, necesitan a alguien que mantenga un ojo encima de ellos, o de lo contrario... bueno, ya sabes cómo son los niños -en especial Stiles, y lo digo porque conozco mejor que nadie los genes Stilinski.
Gracias por darme tu amistad, aconsejar y escucharme siempre. Y por cuidar a mi hermanito.
Gracias, simplemente. De corazón.
Valeska Stilinski."
Soltó por enésima vez el mar de lágrimas de tristeza que le había generado la partida prematura de su teñida amiga.
No quiso imaginar cuán destruidos estarían Stiles, Noah y Derek.
—Está bien, Prada—, sobó a su perrita tras escucharla lloriquear. La pequeña Prada sentía su tristeza y definitivamente no quería verla mal—. Estaré bien.
¿Por qué no había podido predecir su muerte?
-V
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Dear You || Derek Hale [Teen Wolf] (2)
Fanfiction[Terminada] Segundo libro de la bilogía: "Till Death Tear Us Apart" El Sheriff Noah Stilinski, Stiles, Scott McCall, Lydia Martin, Kira Yukimura, Malia Tate, Liam Dunbar y, sobre todo, Derek Hale reciben en sus manos un sobre blanco con sus nombres...