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"Todos los lobos somos iguales."

La frase que había llegado al fondo del corazón de un joven Alfa pelirrojo que había decidido dedicar su vida a ayudar a los demás. Hoseok, en sus tiempos de adolescencia, había sufrido bullying por no ser lo que se llamaría "un Alfa respetable", lo habían juzgado por su figura delgada y su olor que se podía confundir por ser algo dulce a pesar de su casta. Lastimosamente el describiría su secundaria como un colegio Alfista.

Todos los Omegas andaban siempre detrás del Alfa "más fuerte" o del Alfa con "mas élite". Se había sentido en aquel entonces tan injusto que el mundo fuera así. Incluso su padre Alfa había sufrido injusticias cuando su merecido ascenso le fue quitado de las manos por un "mejor Alfa".

Ahora a sus 25 años de edad, aún tenía una figura esbelta, pero después de sus años de entrenamiento en la academia y sus estudios para ser agente especial de la policía, podría decir que se había convertido en un Alfa fuerte. Era realmente modestia, él había sido catalogado como uno de lo oficiales mejores entrenados y más solicitados, su voz de mando podría doblegar a varios Alfas, incluso algunos de élite.

Vivía su vida como un ciudadano común, resolviendo algunos acertijos sobre asesinatos y robos, de vez en cuando habían algunos casos que podrían enfriarle la sangre a cualquiera, pero todo cambió mientras miraba aquel noticiero en la televisión de la estación durante la hora del almuerzo, que transmitía en vivo desde el congreso nacional. Un Alfa y un Omega defectuoso le pedían al mundo su apoyo para proteger a quienes serían "defectuosos" y presentaban las nuevas leyes que pudieran ser utilizadas en ésa nueva misión.

Sus demás colegas rápidamente se volvieron a concentrar en sus labores cotidianas, sin embargo él observó la transmisión hasta el final pasándose un poco de su hora de almuerzo. Por alguna razón incomprensible su lobo se removió en su interior y su mente le decía: Ellos necesitarán ayuda...

Así fue cómo terminó de pie frente a una sede que acababa de abrir sus puertas al mundo, en una ciudad donde hacía un frío del demonio, dudando entre dar el siguiente paso o regresar a su ciudad y su trabajo.

─ Umm... ¿Vas a entrar? ─ Hoseok se sobresaltó, había estado tan concentrado que ni siquiera había notado el dulce aroma.

Se giró viendo de frente pero no vió nada.

─ Abajo. ─ Dijo una voz risueña y Hoseok entonces desvió su vista un poco más abajo. Mentiría si dijera que no se asustó al ver unas orejas blancas moverse y unos profundos ojos azules observándolo con curiosidad. ─ Bueno... ¿Vas a entrar? ─ Volvió a preguntar el pequeño Omega.

Hoseok asintió lentamente, su mente aún procesando lo que estaba sucediendo. El pequeño Omega abrió la puerta y entró campante al lugar. El Alfa entró un poco más tímido tras él. En la entrada había una chica, recepcionista beta, que saludó felizmente a aquel pequeño omega peliblanco y luego colocó sus ojos en él.

─ ¿Necesita ayuda? ─ Le preguntó con una enorme sonrisa.

Hoseok se aclaró la garganta, su mente volviendo al presente donde estaba a punto de tomar una decisión que posiblemente cambiaría toda su vida.

─ Si... ─ Respondió algo avergonzado por su respuesta tardía. ─ Quiero saber... como puedo ayudar.

Los ojos de la secretaria se iluminaron y una suave risa resonó al fondo. Hoseok giró la cabeza viendo en dirección a la puerta por donde el Omega peliblanco había desaparecido, preguntandose a sí mismo si de alguna forma aquel pequeño ser le había podido escuchar.

─ Hay muchas formas en las que podría ayudar. ─ Comentó la secretaria. ─ Donaciones... ─ Hoseok negó con la cabeza y la secretaria lo vió algo confundida.

─ Disculpe, creo que debería presentarme primero. ─ Volvió a comenzar el Alfa. ─ Soy Jung Hoseok, agente especial de la policía nacional de seúl, tengo una especialización en análisis y resolución de casos. ─ Hoseok se aclaró la garganta, no quería parecer arrogante, simplemente quería dejar en claro sus intenciones. ─ Quisiera saber cómo puedo... ayudar. ─ Volvió a repetir.

La puerta que había visto anteriormente se abrió de golpe y Hoseok se volvió a encontrar con aquellos ojos azules.

─ Yo me encargo. ─ Le dijo el pequeño Omega a la Beta. Caminó hacia el Alfa y se paró frente a él. ─ Entonces... Señor... Jung. ─ Comentó.

─ Detective. ─ Corrigió Hoseok.

─ Detective Jung, ¿Quisiera trabajar con nosotros en el rescate de Omegas y Alfas defectuosos? ─ Los ojos del pequeño Omega brillaron con determinación y Hoseok sentía que sus propios ojos probablemente estarían cargados del mismo brillo.

─ Quiero ayudar. ─ Dijo sin saber el enorme mundo en el que se estaría metiendo con aquellas simples palabras y con ese ferviente deseo en su corazón.

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Ojos Imperfectos |HopeKook| ◇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora