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Abril de 1989


"Escribir es la manera más profunda de leer la vida" —Francisco Umbral.

Dimitri

Las teclas de la máquina de escribir sonaban en toda su habitación, aquella marca de tinta con forma de letras que quedaba en el papel era un arte para él y un gasto para su familia. El poder estar en su cuarto con la ventana abierta, dejando que entrara el viento y el sonido de los árboles de bambú chocando entre ellos, era exquisito, le brindaba una paz eterna la cual se podía destruir en cualquier segundo...
—¡Dimitri! ¡Baja, no es restaurante para que comas a la hora que quieras!

Las teclas dejaban de sonar, la tinta dejaba de manchar el papel y Dimitri dejaba de sonreír. Salió de aquel cuarto diminuto y bajó por las escaleras de cedro, la verdad bajó un poco más rápido de lo habitual, como si estuviera feliz de ver a sus padres. El comedor estaba lleno de platillos exóticos que sólo su madre sabía hacer, había pollo, carne y pastas; era seguro que había una celebración de algo o simplemente una visita inesperada.

Stacy merodeaba alrededor de la mesa, oliendo cada platillo, apartando lo más rico sólo para ella. Vestía aquella falda rosada que se veía desde tres cuadras atrás por el color peculiar que tenía, una blusa corta color blanca que dejaba ver parte de su abdomen marcado y una chamarra de mezclilla con las mangas remangadas; sus zapatillas se quedaron mal puestas en la entrada, estorbando el paso, mientras que ella andaba descalza por su casa.

—Ya casi llega papá, ayúdanos.

Su madre estaba acomodando todos los platillos en la mesa, siempre de buena forma para que su esposo no le dijera nada. Llevaba puesto un vestido blanco el cual hacía juego con su cabello rubio y unos zapatos de tacón bajo; Dimitri no comprendía cómo es que su madre no conseguía trabajo y se largaba de ese horrible lugar al que llamaba hogar, ella ya tenía cuarenta y nueve años de los cuales treinta y cuatro ya llevaba casada con alguien que la maltrataba y abusaba de ella como si fuera un animal, ni siquiera eso.

Dimitri se dedicaba a callar y ayudar con los platos y cubiertos, vistiendo pantalones que a su padre ya no le quedaban y camisas que anteriormente eran trapos para lavar el carro, siempre esperando por aquel tormento que llegaría pronto.

Aquel día, a pesar de que casi nunca ocurría, Dimitri estaba de buen humor, estaba algo feliz y seguro de que podría soportar bien los insultos y miradas de desprecio que estaban por llegar.

—¡Llegué!... ¡Ah! —Su padre había llegado, se quitaba su saco color beige al mismo tiempo que tropezaba con los zapatos de Stacy. Nikolay sólo hacía un gesto desagradable y respiraba con más calma— hija, llévate éstos —decía mientras le alzaba los zapatos a su hija con cara de asco.

Era algo sorprendente ver cómo la paciencia hacia la hija mayor era alta, aunque iba deteriorándose poco a poco. Stacy corrió hacia su padre, tropezando un poco por no ver el pequeño desnivel que estaba entre el comedor y el recibidor.

—Disculpa, en seguida desaparecen —dijo con una sonrisa. Aún más sorprendente el ver cómo ella le sonreía a tal monstruo, sin saber que su tolerancia llegaba a su límite lentamente.

Stacy subió corriendo a su habitación para dejar sus zapatos, de nuevo tropezó descuidadamente mientras que su madre le aflojaba la corbata a su padre y acomodaba su abrigo en el perchero.

—¿Cómo te fue en el Prio-Vneshtorgbank, cariño? Seguro que el banco está en orden y...

—Bien, mujer, bien... Deja, yo puedo —decía en un tono asqueado mientras se zafaba de los brazos de Jenna. Irónico que se canse de la mujer que lo soporta..., la única que lo soporta—. ¡Baja, linda! ¡Papá tiene noticias!

Nikolay se sentó frente a Dimitri, ambos odiaban las mesas redondas porque se tenían que ver de frente.

Dimitri asintió con la cabeza como señal de saludo, el cual su padre observó durante unos segundos y luego tosió cambiando a su gesto serio.

—Mientras esperamos a Stacy, mujer ¿qué son todos estos platillos? ¿planeas hacerme engordar? —decía molesto.

—Oh no, cielo, para nada —decía su esposa fingiendo una sonrisa—. Es que... en tu llamada sonabas emocionado —decía mirando sus uñas y jugando con sus dedos para esquivar la mirada penetradora de su marido—, así que quise hacer una comida especial por las noticias que nos darás y...

—¡¿Qué?! ¡¿Acaso sólo merezco comida deliciosa cuando traigo buenas noticias?! Después de todo lo que he hecho por...

Gracias a Dios, Stacy apareció ignorando e interrumpiendo aquella escena haciendo que a Nikolay se le pasara el mal humor.

—Ya, papito. Ahora, dinos cuáles son las maravillosas noticias que traes.

—¿Listos? —Decía mirando únicamente a su hija, como si sólo hablara en plural para incluir un poco a su esposa e hijo, tal vez lo decía sin querer o por obligación— ¡Nos vamos a Toronto! El banco me va a trasladar allá porque así se generarán más ingresos y... —Dimitri dejó de escuchar después de "Toronto", ¿en serio se iban? El panorama era muy estruendoso: su madre callada, fingiendo alegría por su esposo; su hermana levantada, aplaudiendo y saltando de emoción abrazada de su padre y, mientras su padre la abrazaba, terminaba de dar los motivos de aquel cambio tan repentino.

»A pesar de que él odiaba Rusia, o al menos esa ciudad, no se imaginaba viviendo en otro lugar, mucho menos fuera del país— ...nos vamos mañana y como Stacy está por acabar la universidad con buenas notas, le permitirán trasladarse en la misma cadena de universidades que tienen allá.

—Ay, papá, aún me faltan dos meses de este ciclo y otro año entero para terminar la carrera de leyes, pero ¡sí! ¡Qué genial!

—¡Claro! Y Dimitri —al escuchar su nombre, el chico alzó la mirada sin ser grosero, sólo lo hizo rápidamente, no estaba acostumbrado a ser nombrado por Nikolay— podrá ir a la mejor escuela de negocios jamás vista, será un gran empresario como yo, ¿no es así, hijo?

—Sí —contestó con la cabeza gacha, pero de forma educada y amable para que no se notara lo mucho que le molestaba la idea de ir a la escuela de negocios; él quería ser periodista, él quería leer, escribir, investigar y tomar fotos para luego presentarlas a la sociedad, él no tenía planeado ir a ninguna universidad de negocios, aunque tampoco tenía un plan para evitarlo.

—Sí, hijo. Al fin dejarás de escribir en esa máquina inservible y dejarás esa cámara vieja, al fin te convertirás en un verdadero hombre...

«"Hombre" ¿Qué? ¿Acaso por ser bisexual no soy un hombre?, además ¿Qué? ¿Sólo me llamarás hijo cuando te convenga?»

Dimitri se limitaba a asentir porque sabía que él no era tan fuerte como lo era su madre para fingir una sonrisa, aún no.

Él no tenía planes en sí, pero deseaba poder irse, deseaba poder salir de esa casa y comenzar una vida nueva, él quería fotografiar las cosas y describirlas con sus propias palabras, pero él sabía que ese sueño era sólo eso, un sueño.

Recordaba cuando les dijo a sus padres que era bisexual; Dimitri, a los doce años ya sabía su género y orientación sexual, ya sabía su estilo de moda y de música, pero él no podía decirlo, no podía estar orgulloso de él mismo. La cara de su padre al decirle fue espantosa, fue como si esa mirada quebrara en miles de pedazos el corazón de Dimitri, como si sintiera un peso encima que hacía que su cuerpo temblara terminando en quebrar sus huesos, ya nada era igual y nunca lo sería.

—¿Cuándo nos dijiste que vamos para allá? —dijo Stacy parándose de su silla.

—Mañana, hija.

—¡Voy a hacer mi maleta!

—Sí, hija. Dimitri, sigue el ejemplo de tu hermana, ella ya subió las escaleras y tú apenas puedes sostener el cubierto —decía señalando el plato de Dimitri que apenas llevaba la mitad de su comida—, maldito maricón, ¡qué débil! —"susurró", pensando que nadie lo escuchó a pesar de que habló lo suficientemente alto como para que Stacy sonriera desde su habitación— Mujer, prepara nuestras maletas, voy a fumar.

Mi razón para seguir adelante ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora