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Dimitri

Dimitri evaluó todo lo sucedido:

1.- Cayó causando un accidente en un lugar público.

2.- Encontró a un chico hermoso.

3.- Hizo el ridículo y algunos lo vieron (algunos = internamente, sólo importa el chico lindo).

4.- Avergonzó a su padre.

«Sí, seguro me mata esta vez...»

Estúpido...

«Calla, voz interna..., ya tengo varios problemas, gracias.»

Tonto..., tú sólo te contestas, ¿quién habla solo?

«Sólo en mi mente, raro que lo dijera en voz alta... ¡concéntrate!»

El viaje a su nueva casa fue muy incómodo, había un ambiente muy tenso —lo cual ya era costumbre— que sólo se hacía más grande al escuchar a Stacy hablando de lo genial que había estado el vuelo y todas las cosas que quería hacer una vez instalada en su nueva casa de Canadá. Ese era uno de los muchos dones de Stacy...

Llegaron finalmente a la que sería su nueva casa; en la calle llamada Gloucester St. ahí estaba, era un edificio alto de tres pisos con fachada roja mate y ventanas con bordes negros; el piso era laminado como de madera, todo era muy rústico y bello, había un pasillo largo que daba justo a la puerta grande de madera.

Bajaron todas sus cosas y los gritos de Stacy eran cada vez mayores.

—¡Es genial, papá! ¡es mucho más grande que la otra casa!

—Qué bueno que te guste, hija —decía su madre.

—¿Dónde dormiré? ¡¿Mi cuarto es más grande?!

—¡Cállate, Stacy! ¡Tu hermano es lo suficientemente molesto! —gritó Nikolay.

Dimitri ya estaba acostumbrado a ese tipo de insultos, la verdad ya ni le importaban, estaba más centrado en recordar a aquel chico. De esas personas que te llaman la atención mientras vas en un camión o cuando estás comiendo en algún lugar y, aunque sabes que nunca la volverás a ver, sientes cierta conexión con tan sólo mirarse el uno al otro, incluso a la distancia.

Dimitri se dio cuenta de que no conocía el nombre de aquel joven, entre sus recuerdos buscó alguna imagen en su suéter o en su maleta para saber si había alguna pista de su nombre, pero no lograba recordar nada. Sólo veía aquella cara tan singular, moreno, cara ovalada con ojos marrones claros, cabello castaño, pestañas súper largas y le llamaba la atención algo que se acababa de dar cuenta: debía de mirar hacia arriba, eso significaba que aquel joven era más alto que Dimitri, lo cual era increíble porque los rusos son muy famosos por su altura, además del acento particular de su idioma, claro.

—¡Dimitri! ¿qué te pasa? ¿acaso alucinas pepinillos? —gritaba Nikolay desde la puerta al observar a su hijo parado con la mirada perdida cerca de la calle.

—Ay, papito. Ya nadie usa esa frase —decía Stacy burlándose, de las pocas veces que se veía tierna.

—Como sea, ¡ven! —al oír esa orden, Dimitri cerró la cajuela del auto y corrió hacia su padre, quedando a la altura de su pecho ya que Nikolay estaba sobre dos escalones, lo cual lo hacían ver más intimidante— Instálate y baja rápido, daremos un pequeño paseo para ubicarnos.

—Sí.

Dimitri subió su maleta, observaba la nueva casa y veía que, a pesar de estar en un lugar culturalmente distinto, su casa no era tan distinta con respecto a la estructura. La sala, el comedor, la cocina y el baño estaban abajo. Había unas escaleras que daban a un primer cuarto grande que sería el de sus padres y hasta el tercer piso había tres cuartos, dos serían usados por Dimitri y Stacy y el otro sería un pequeño cuarto de máquinas.

Mi razón para seguir adelante ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora