⁸| Por Favor

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Su casa, o mejor dicho mansión era gigante. Todo combinaba dentro de ella, y tenía un estilo muy minimalista, todo blanco y negro, muy "Jefnier Osorio".

Estaba deleitandome con los vistosos cuadros a un lado de la escalera cuando unas manos rodean mi cuerpo y terminan posandose en mi vientre.

-Estuve esperando esto toda la noche. No golpee al idiota del restaurante porque no quería atrasar lo nuestro. -Susurró sobre mi oído, mientras bajaba sus manos lentamente hacia el borde de mi vestido.

-Estoy de acuerdo contigo. - Jefnier pegó su cuerpo al mio, y podía sentir su erección en la parte baja de mi espalda, por la diferencia de estatura.

A medida que subía mi vestido, acariciaba mi piel y depositaba cortos y húmedos besos en mi cuello.

No podía contenerme, sentía miles de cosas. Excitación, nerviosismo, desesperación, miedo, adrenalina y todo eso, me llevó hasta aquí.

El vestido ya se encontraba a la altura de mi cintura, específicamente la mitad a mi vientre, dejando a la vista mi atrevida tanga de encaje negra.

El Sr Osorio se alejó unos centímetros de mi cuerpo para observar de forma descarada mi cuerpo de espalda.

-Luego le agradeceré a tus padres por haberte dado este jodido pero muy hermoso trasero.

Al no oir ni una palabra más, ladee mi cabeza un poco, y lo busqué con la mirada, para mi sorpresa se había inclinado a la altura de mi trasero, para comenzar a besar, apretar y morder este.

Apoyé las manos en la pared para darle una mejor vista y pude escuchar su jadeo.

A los segundos sentí su tacto y pude notar como comenzaba a deslizar las bragas por mis piernas.

-Eres jodidamente hermosa. -Murmuró.

Con su mano completa acarició mi feminidad, provocando leves gemidos de mi parte.

Se reincorporó y terminó de quitar la prenda de mi cuerpo.

- Date vuelta. -Ordenó.

Obedecí, y sólo fijé mi mirada en sus ojos, los cuales ahora parecían querer deborarme.

Desnuda y con tacones, me sentía deseada y segura de mi misma.

En un movimiento brusco Jefnier me alzó al estilo nupcial, y subió las escaleras con mi peso encima suyo.

Con su pierna abrió la puerta de su habitación, la cual en el centro tenía una gran cama king size, en la que luego me arrojó.

Se quitó con rapidez cada prenda que ocultaba su cuerpo, y gateo hasta el centro de la cama para posicionarse entre mis piernas.

-Estas tan mojada que podría follarte en este momento, pero prefiero darte un poco de placer. -Susurró a centímetros de mi oido, haciendo que mi piel se erize al igual que mis pezones al sentir el roce con su pecho.

Al instante su cabeza ya estaba entre mis muslos, y podía sentir su aliento en mi feminidad.

Podía jurar que había relamido sus labios como si estuviera a punto de comer su manjar favorito.

Y así comenzó, repartió algunos besos a milímetros y sobre mi clítoris.
Era la primera vez que me practicaban sexo oral, y él no lo sabía. Su lengua invadió mi feminidad, colocándose entre medio de mis pliegues. Mi espalda como respuesta se arqueo y un ronco gemido salió de mi boca.
Lamia mi centro unos segundos y luego le dedicaba atención a mi clítoris. La humedad y temperatura de su boca hacían todo mucho más placentero.
Con la punta de su lengua comenzó a hacer movimientos circulares al rededor del clítoris, primero eran lentos, luego aumentaron de velocidad pero aún eran delicados. Se notaba que conocía a la perfección el cuerpo de una mujer, tan así que sin separar su boca de mi vulva, introdujo un dedo dentro de mi vagina, moviendo dentro mío la punta de este, de arriba hacia abajo.

Lo único que hacia era gemir, a veces maldecir y por último gritar su nombre.

El conjunto de su lengua acariciando mi clítoris y su dedo moviéndose dentro mío, estaba logrando su objetivo.

-¡Más rápido por favor!

Sin dar respuesta alguna, acató mi pedido y bastaron pocos minutos de aquella deliciosa tortura para que el orgasmo llegue a mi cuerpo.

-¡Jefnier! -Grité en medio de mis gemidos.

-Cuando estemos teniendo sexo me dirás sólo "Señor Osorio" y seguirás mis órdenes. ¿Entendido?.

Acercó su rostro al mio, y sin quitar su mirada de la mía, rozaba la punta de su miembro con mi clítoris, haciendo que mi cuerpo tenga leves espasmos por el reciente orgasmo.

-Dime, si o no.

-Por favor, para. -Largué en medio de un jadeo.

-¡Contesta! -Ordenó

-¡Si Señor Osorio! - Al oír mi repuesta introdujo de un sólo y brusco movimiento su miembro dentro de mío.

-¡Mierda! -Grité. Tomé tan fuerte las sábanas entre mis manos que mis nudillos se tornaron blancos. Dolió pero no por mucho tiempo.

Al darse cuenta que mi expresión de dolor desaparecía de mi rostro, comenzó a realizar embestidas lentas pero fuertes y profundas.

-Más, por favor. -Al oir mi pedido agarró el respaldar de la cama en sus manos y comenzó a embestirme con rapidez.

-Mierda Amelié, se siente tan bien. - Acercó sus labios a los míos y sin cesar sus movimientos, los unió en un apasionado beso.

-¡No pares! Voy a... voy a... -No logre finalizar mi oración que nuevamente sentí como el orgasmo atacaba mi cuerpo, sin embargo Jefnier todavía no había terminado.

Salió de mi, y cuando creí que ya no seguiriamos, habló.

-Ponte en cuatro. Ya. -Mi cuerpo aun no superaba los dos orgasmos anteriores, mis piernas aun temblaban de a rato y a pesar de sentir cansacio, acate su orden.

-Que jodida suerte tengo. -Soltó.

Mi rostro estaba rojo, como de costumbre cada vez que Osorio estaba a mi lado. Había expuesto cada parte de mi cuerpo. Y no había centímetro de mi piel que él no conozca todavía.

Sin previo aviso, rozó la punta de su miembro en mi entrada y se introdujo dentro mío lentamente.

Sus manos estaban a cada lado de mi cadera, apretando con fuerza mi trasero. Podría apostar a que sus dedos quedarán marcados en mi piel.

La habitación estaba repleta de nuestros gemidos y el sonido de nuestros cuerpo chocando.

La velocidad de sus embestidas aumentaba cada vez más. Se me hacía imposible mantener cada sonido provocado por el placer dentro mío.

-Se siente tan bien. -Soltó Jefnier en medio de un ronco jadeo.

Mi rostro estaba sobre el colchón y mis manos agarraban con fuerza las sábanas. De un momento a otro pude sentir ardor en el lado derecho de mi trasero, Jefnier acababa de azotarme con su mano, y me gustó.

Un chillido escapó de mis labios y volvió a repetir su anterior acción. Mi piel picaba, sin embargo sus movimiento jamás se detuvieron.

Tomó todo mi cabello con una de sus manos y jaló de él. Todo esto era nuevo para mi y ya lo amaba.

Al instante sentí un vacío, había salido de mi. Ladee mi cabeza para observar que estaba haciendo y pude notar que estaba masturbandose rápidamente.

-¿Señor Osorio? -No recibí repuesta.

Tiró de su cabeza hacia atrás y todo su cuerpo se tensó. Pude oír algunas maldiciones de su parte y el orgasmo llegó a él.

Aquel líquido espeso y levemente blanco, se esparció por mi espalda y algo de él cayó en mi cara.

Como producto de la excitación, tomé un poco de aquello con mi dedo y lo lamí como si se tratara de una paleta.

-No sabes lo mucho que me gustas, ni lo jodidos que estamos.

Wasabi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora