February, 11
Jefnier
Luego de aquella noche, sumamente tediosa para mi gusto, Amelié y yo decidimos ir a mi casa. Ambos estábamos cansados y llevábamos demasiados días sin tener ningún tipo de contacto. Para mi sorpresa sólo descansamos, llegamos y como si leyeramos nuestros pensamientos nos dirigimos a la cama, sólo a dormir.
Llevaba años durmiendo sólo, jamás permití que ninguna mujer se quedara junto a mi luego del sexo. Amelié había logrado que aquella regla que durante mucho tiempo lleve a cabo, se esfume. Lo que no podía permitir era enamorarme de ella y una señal bastante alarmante era no tener sexo y sólo gozar de su compañía.
Eran las 12:37 del medio día y ella aún dormía plácidamente, yo aunque lo intentara no podía.
Aproveché la situación y dispuesto a cambiar aquel hecho, quite las sábanas negras que cubrían su delicioso cuerpo desnudo.
Sus senos caían levemente hacia un costado ya que ella posó todo su cuerpo sobre uno de sus lados. Uno de sus brazos se encontraba detrás de la almohada mientras que su mano libre descansaba debajo de su mejilla. Sus piernas, encimadas una sobre la otra, estaban levemente flexionadas. Aquella imagen fuera de ser sumamente excitante me transmitió ternura, lucia tan frágil que estuve unos segundos indeciso antes de reacomodarla.
Quitando cualquier duda y sentimiento innecesario de mi mente, la moví delicadamente para enderezar su cuerpo. Desde mi punto de vista podía observar cada centímetro, cada imperfección y todo lo que me interesaba de ella, su físico, o eso quería hacerme creer.
Sin dar más vueltas, separé sus piernas permitiéndome ver su tentadora y deliciosa feminidad.
Me recosté entre sus piernas y coloqué mi rostro entre ellas. Comencé a repartir cortos y delicados besos sobre su clítoris. Me detuve unos segundos para observar su rostro y absolutamente nada sucedía.
Deslicé mi lengua por completo a lo largo de su vulva, no sin antes detenerme unos segundos en su centro. Me detuve nuevamente para observarla y esta vez su ceño estaba fruncido. Sonreí satisfecho, mi objetivo estaba cerca.
Con delicadeza rodee su clítoris con mis labios y al mismo tiempo que succionaba levemente, daba rápidos toquecitos con la punta de mi lengua.
A medida que los segundos transcurrían aumentaba la velocidad y fuerza de mis movimientos.
- Mmh, señor Osorio. -Murmuró.
Creí que iría a abrir sus ojos, pero para mi sorpresa, aun dormía y no sólo eso, si no que soñaba conmigo.
Aprovechando la humedad de su feminidad y mi saliva, introduje mi dedo índice dentro suyo. Al sentir su calidez y lo estrecha que aun era, inconscientemente mordí mi labio inferior.
Un leve gemido escapó de su boca y con tan sólo tocarla mi erección estaba en su punto máximo.
Comencé a mover mi mano, de adelante hacia atrás, introduciendo y sacando mi dedo de su vagina.
- Más, por favor. - Dijo y elevó su cadera para sentir aun más mi tacto.
Aumente la velocidad y con movimientos circulares rodeaba su clítoris.
-¡Señor Osorio! -Gimio con fuerza.
Desde mi lugar pude observar como despertaba bruscamente, al verme allí me observó sorprendida sin embargo su boca aun se mantenía entre abierta, permitiéndome oír sus delicados gemidos y su respiración agitada.
-Para, por favor. -Sabía que no quería eso realmente.
Igualmente hice caso a su pedido pero no para detenerme.
Me acerqué a la pequeña mesita a un lado de la cama, abrí el único cajón y de él saque un pequeño paquete. Lo abrí con mis dedos y con rapidez coloqué el condón sobre mi miembro.
Me colé entre sus piernas y con mi mirada estática en la suya, introduje mi pene lentamente dentro suyo.
Sus ojos se cerraban y su boca estaba abierta a pesar de que no producía ningún sonido. Aproveché tal situación e invadi su boca con mi lengua, la deslice al rededor de la suya y por último la succione, rodeándola con mis labios.
Sus manos se posaron en mis hombros, casi amenazando con rasgar mi piel con sus uñas ante cualquier auge de placer.
La embestí una vez más, sólo que ahora era un movimiento brusco y profundo.
- ¡Mierda! -Gritó de placer.
Luego de aquello comencé a penetrarla continuamente, con rapidez y fuerza.
La habitación se había inundado de gemidos, suyos y míos. De vez en cuando mi boca encontraba la suya, sin embargo cada beso era interrumpido por sonidos de placer. Sus manos se desplazaban por mi espalda, y cuando sentía que los gritos no alcanzaban, sus uñas se clavaban en mi.
Nuestros cuerpos ahora estaban cubiertos por una delicada capa de sudor, de igual forma ignore aquel hecho y lleve uno de sus senos a mi boca.
-Señor Osorio , voy a- Cerró sus ojos con fuerza y su espalda se arqueó, sabía a que se refería.
Mordi con delicadeza su pezón y luego comencé a deslizar mi lengua al rededor de este.
La embestia continuamente, y además del placer, disfrutaba ver su rostro. Como mordia su labio para callar los gemidos, como cerraba sus ojos para dejarse llevar por sus otros sentidos. Follar con Amelié es follar con el puto arte personificado.
- ¡Mierda! -Gritó. Sus piernas se tensaron y tiro de su cabeza hacia atrás, las sabanas estaban hechas un bollo en sus manos.
Aquella imagen había logrado lo suficiente como para que luego un muy placentero orgasmo atraviese mi cuerpo.
Podía sentir como mi miembro latia y se endurecia más de lo normal por unos segundos.
- Me encantas. -Susurré.
Luego de eso me desplome a su lado.
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Wasabi
Fanfiction•Tenia tan sólo 17 años y había logrado conquistar a Jefnier Osorio, el atractivo socio inversionista de mi padre, quien tenia 20 años. Portada por Editorial Silver y -xsusxjx Adaptación.