¹⁰| Llorar

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January, 29

Amelié:

-Está delicioso, señor Osorio. -Hable una vez que tragué un trozo de mi pancakes.

-Gracias, Amelié.

Ambos nos encontrábamos comiendo nuestro desayuno frente al televisor, con cuidado de no manchar el costoso sofá.

Caricias y risas, iban y venían. El ambiente se sentía cómodo y relajado, al igual que lo estábamos nosotros. Sin embargo, tenia dudas acerca de él, quería saber más. Estaba acostandome prácticamente con un desconocido.

-¿Has tenido novia? Es seguro que si, pero jamas hablamos de ello. -Pregunté sin filtro. Sinceramente era algo que me interesaba y de lo que jamás habiamos hablado.

Podía notar como su mandíbula parecía estar a punto de romperse por la fuerza con la que se tensaba. Dejó su plato en la pequeña mesa ratonera y se levantó del sofá. Quitó con sus manos las migajas de comida que tenía en su regazo y comenzó a caminar hacia la puerta.

-¿Dónde vas? -Pregunté imitando cada acción que él realizaba.

Abrió la puerta y se quedó a un lado de ella.

-Yo no iré a ningún lado, tu si. Vete. -Había quedado completamente helada, no sabía si estaba bromeando o si mi pregunta había sido tan molesta como para provocar esto.

Aún no sabía que decir, su actitud me tomó por sorpresa, pero podía notarlo. Estaba furioso, sus manos estaban hechas un puño, sus nudillos estaban teñidos de color blanco y su vista ni siquiera llegaba a mi. Había tocado su punto débil.

-He dicho, vete. -Ni siquiera se dignaba a mirarme, me evitaba y eso me dolía.

-Jefnier, yo... Yo lo lamento. -Mis palabras se trababan a causa del nerviosismo y la ansiedad. Mis manos temblaban levemente del miedo e intentaba encontrar con mi mirada la suya.

Ignorando por completo mis palabras, tomó mi rostro con una de sus manos en un sólo y rápido movimiento. Me sobresalté, y un pequeño chillido escapó de mi garganta. Jamás lo había visto de esta forma, sus ojos se tornaron oscuros y parecía no haber alma dentro suyo. Sus facciones eran duras y parecía no inmutarlo el hecho de que yo estaba a punto de llorar.

-Escucha, no soy tu jodido novio y jamás lo voy a ser. No tienes por que interesarte por mi vida privada, si quieres alguien con quien charlar vé y busca uno de tu edad que se enamore de "tu sonrisa" y puedan averiguar cosas uno del otro. Pero yo no, no me vuelvas a preguntar, porque detesto estas cosas. Agradece haber dormido en mi casa y en mi cama. -Quitó la mano de mi rostro y para ese momento mis ojos estaban repletos de lágrimas. No me dolía su duro testimonio, era enojo e impotencia. Yo jamás había pedido quedarme, jamás me planteé ser su pequeña novia, sólo quería conocer más a la persona que me estaba usando para tener sexo.

Ahora entendía todo, sólo había sido una vez. Sólo me trajo hasta aquí para follarme y luego desecharme como si fuera una bolsa de basura.

Por mi mente pasaba una y otra vez la idea de contestarle o no. Una opción era insultarlo y no volver a verlo más y la otra era recoger mis cosas e irme sin dedicarle ni una palabra.

Con mis mejillas cubiertas de lágrimas, me dirigí hacia el sofá, tomé mis cosas y caminé nuevamente hacia la entrada, donde él aun se encontraba. Con la manga de mi abrigo limpié mi rostro y me despedí.

-Espero que hayas disfrutado tu primera y última vez conmigo, porque no vas a volver a verme. -Colgué el bolso negro en mi hombre y le digirí una mirada de reojo. -Y por cierto, jamás quise ser tu novia, quizás esta es la razón por la que estas sólo.

Me fuí, con orgullo pero jodidamente herida. No lo amaba, pero me había humillado, tomando todo de mi para luego tirarlo.

Hace pocos días nos conocíamos, pero junto a él me había comportado diferente que con los demás. Y pude notar que el igual conmigo. No entendía la razón, pero de igual forma iba a ignorarlo. Jamás iba a volver a permitir esto, jamás.

Wasabi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora