Tras recordar todo lo que conllevó su vida pasada Tanjiro deberá reconstruir su futuro así como lidiar con las consecuencias de su repentina "desaparición" mientras sigue el rastro a las "Lunas superiores" y busca respuestas de un malévolo plan que...
—Eso que dijiste no se si suena como una amenaza o como una premonición– Parecía un poco confundida pero a la vez curiosa por lo que su novio había relatado.
—Es temprano y no hay nada interesante por hacer así que te puedo explicar de manera más detallada mi sueño ¿Te parece bien?–
—Claro, no le veo ningún problema.
Shinobu recostó su cabeza en sus piernas mirándolo a él y también a ese hermoso cielo ébano lleno de infinitas luces parpadeantes.
En épocas muy antiguas dónde el ser humano no podía gozar o poseer la paz y tranquilidad que ahora sus descendientes disfrutaban debido a las encarnizadas, sangrientas y continuas luchas que se liberaban cada día como si de un trabajo de todos los días se tratara en la oscura Era Sengoku.
La residencia Tsugikuni era bien conocida como una de las casas más fuertes debido a que ahí nacían poderosos Samuráis listos para darlo todo en batalla.
Cada primogénito nacido en esa familia era apodado con el seudónimo de Espardano un homenaje a los antiguos Espartanos conocidos como los guerreros más letales y poderosos de toda la historia de la humanidad.
Un día como cualquier otro la matriarca de la casa llamada Akeno Tsugikuni dió a luz a 2 hermanos gemelos que fueron bautizados como los hermanos Michikatsu y Yoriichi Tsugikuni.
Ambos infantes crecieron siendo 2 niños bastante sanos. Michikatsu un joven niño de grandes ojos morados oscuros, de cabellos negros desvanecidos a rojo junto a un rostro muy serio y lleno de determinación debido al enorme cargo al que estaba predestinado. Yoriichi contrario a su hermano mayor era muy noble y amable, se le podía notar en sus grandes ojos rojos escarlata.
Yoriichi había sido "maldecido" por los dioses debido a una extraña cicatriz que poseía en su frente desde que era un recién nacido, gracias a esto su padre lo rechazó junto a gran parte de sus hombres centrándose en su primogénito.
Para el no era fácil tener que lidiar con las palabras de su padre en querer asesinarlo hallando consuelo en su madre a quien quería con mucho cariño.
Al contrario de su padre que creía en la guerra como la única forma de encontrar la paz su madre era muy religiosa orando siempre al "Dios del Sol" para que cuidara a toda la gente del mundo.
El heredó su corazón tan cálido y resplandeciente cual Sol. Mientras su padre tenía por preferencia a su hermano Michikatsu él era querido por su madre tanto que le regaló unos aretes echos a mano por ella, eran de estilo hanafuda con el grabado del Sol como una especie de talismán para ser bendito por aquella titánica estrella de fuego.
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