Prólogo

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Dariana contemplaba las moribundas brasas de la hoguera frente a la que se hallaba. Estas emitían un brillo apagado, que se iba debilitando hasta que daba lugar a las cenizas. Era increíble cómo, si al soplarlas, las brasas ardían como una nueva intensidad, aunque casi instantáneamente volvían a oscurecerse. La princesa pensó que era similar a un mecanismo de defensa; el último esfuerzo, la última resistencia antes del inevitable final, en que se apagaban.

Y ella estaba montando su propia resistencia. Desde que el collar maldito había llegado a sus manos, se había obligado a establecer su propio mecanismo de defensa, a pesar de que este ya se había ido desmoronando poco a poco.

Con cada paso que daba, retrocedía dos. Como el día en que finalmente había logrado aprender a controlar vagamente sus visiones; su padre había muerto horas después. O cuando Uziel había podido robar la capa de las manos de su hermano Írek; ella misma había tenido que devolvérsela para evitar que este arrasara con el reino.

Una oleada de ira tiñó su rostro, iluminado por la hoguera, de rojo. No hacía más que recriminarse su estupidez, su descuido. Su ingenuidad. Ella misma debía de arreglar del error que había cometido al entregarle la capa de Sadoc a su hermano. Porque con esta, le había conferido el poder necesario para destruir Aden y autoproclamarse rey de lo que quedara. La única opción viable era destruirla, que dejara de existir.

Escuchaba a la distancia el sonido de las huestes preparándose para avanzar sobre el Reino Oeste, y suspiró. Metal contra metal. Si iba a hacer algo, debía hacerlo rápido.

Inconscientemente, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, y Dariana sintió el sabor del miedo en su boca. Sus músculos se tensaron y todo su cuerpo tembló. Sabía que ellos la observaban. Los espíritus de los Grandes. No podía verlos, pero los sentía. Los sentía en cada respiración que daba, en cada sonido de los árboles y en el aire. Los sentía en lo más profundo de su alma.

Y estaban enojados.

Habían intentado detenerla en el bosque el día anterior, pero había sido infructuoso. Ahora, seguían cada paso que daba la princesa, como sombras, vigilantes.

Horas más tarde, Dariana destruiría el Bosque de Enelda. Haría estallar la capa, y con eso arrasaría con todo a su alrededor.

Los espíritus protegerían a los hombres de Írek.

Y gritarían encolerizados, aunque no tenían voz.

Y llorarían y se lamentarían, aunque no tenían ojos ni corazones.

Y jurarían venganza, y su venganza fue terrible.

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Sip, Dariana hizo BUM el Bosque de Enelda jaja. Que bien se siente volver! como andan?? voy a intentar subir más seguido de lo que lo hacía con Oráculo, asi que veremos como va. Su apoyo me ayuda a seguir escribiendo, asi que muuuchas gracias a todos los que votaron o comentaron a lo largo de mi primera historia.

P.D.: Cualquier cosa que noten que necesite corregir me avisan por favor :)

-R

Los Reinos de Aden II: Promesa #WSAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora