▪︎ La verdad y es... ▪︎

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Capítulo 15:

Las calles estaban vacías, desiertas, solo se oían mis pasos caminando en la acera. Iba sin prisa a la vez que tareareaba una dulce melodía, de esas que a la noche antes de ir a dormir le cantas a los más chicos. Mi respiración era suave y miraba a mi al rededor, las luces hacían que todo pareciera como una película de terror y, yo la víctima. A la que en cualquier momento atacarían. Pero, no sucederá, porque yo no soy víctima de nadie, sino son otros que cual marionetas en un escenario danzan para mi, tan sumisos...tan callados y manipulables. Las sombras cubrían mi cuerpo como una manto, parecían abrazarme y volverme una más de ellas. Y, a lo lejos, junto al cantar de los grillos se oían unos sollozos. Eras vos. Llorando tan bajito, descargando todo aquello que guardaste en la discusión con tu familia. Sonreí. Como adoro oírte así, parece que gritas por mi compañía, que me necesitas como años atrás. Adoro que me necesites. Seguí caminando con suma tranquilidad, mis manos entrelazadas atrás de mi espalda y el vestido negro totalmente suelto que vestía se agitaba ligeramente por la brisa. Ahora, a la madrugada, refresco luego de un día caluroso, me atrevería a decir, más que el verano pasado.

Luego de unos minutos llegué a donde estabas. Te encontrabas con la espalda apoyada en la pared, cerca de la puerta del kiosco a tu derecha y al lado de un callejón a tu izquierda. Tenias la cabeza escondida entre tus piernas y tus brazos rodeando las. Querías estar en paz, desaparecer. Pero, también, llevarme contigo.

Yo nunca te avandonare, siempre iré a donde tu vayas.

Me quedé mirándote durante un breve tiempo, mirando como tu espalda se movía debido al llanto, como tiemblas por el frío, no debiste salir con un diminuto short que apenas llega a tus muslos y una remera de manga corta que se ciñe a tu cuerpo hasta tu cadera. Tampoco lo debiste hacer descalza. Tus pies deben estar muy heridos, de seguro te duelen.

-Mirame- Te ordene, ahora seria. Con lentitud levantaste tu cabeza, tus ojos irritados, tus mejillas sonroja das, los labios hinchados y un rastro de lágrimas secas que hacían que mechones de cabellos se te pegaran al rostro. Un desastre. - Vámonos. - me mirabas directamente a los ojos, el miedo reflejado en tus expresiones y en tus ojos se notaba que esperas que te de una solución...que como siempre te diga que hacer. Tenias la boca ligeramente abierta, me viste y querías decir algo, pero callaste. - Ya sabes lo que debes hacer. - fue lo único que te dije antes de darme media vuelta dispuesta a irme. Diría que me sorprendió, pero estaría mintiendo. Me agarraste del borde del vestido y ante tu silenciosa súplica de que me quede giré la cabeza, mi vista fija en tu rostro. Sonreí de vuelta, muchos hubiesen visto esa sonrisa como algo perturbador, una que esconde maldad, vos la viste dulce, reconfortante. Me senté a tu lado y apoyaste la cabeza en mi hombro. -

-Nadie...- tu voz sono devil, algo ronca, se notaba que estuviste llorando y de paso gritaste unas cuantas veces con frustración mal contenida. Espere con paciencia a que hablaras, mis codos apoyados en mis rodillas y mis manos colgando. - Nadie me cree...- querías llorar, tu voz se quebró, un nudo se instaló en tu garganta. Esperaste unos segundos para poder continuar, trataste de esperar que aquella desesperación, impotencia y tristeza te dejaran seguir. - ¿Por que nadie me cree? - Y eso, fue suficiente para que quebraras de nuevo. No te respondí, simplemente me quedé ahí, quieta...muda. -

Hay muchos motivos, Aledis.

Empeze a taradear de vuelta la canción de un principio.

Muchos motivos.

Volvía a responderte en mi mente. Para el mundo estás perdiendo la cabeza, para mi, estás encontrando el camino.

Uno que lentamente y con delicadeza fui trazando para vos.

▪︎Por Siempre Juntas ▪︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora