▪︎ mentir, engañar... ▪︎

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Capítulo 2:

Aún recuerdo esos días que compartimos. Las veces en las que acudías a mi cuando tenias dudas acerca de algo o necesitabas consuelo, que alguien te diga 'todo está bien' sin importar que ambas sabemos que no es cierto, pero vos necesitas que te mienta y yo lo hago, porque siempre me gusto complacerte. Aún recuerdo tu sonrisa, hace tanto que no la veo, que no va dirigida a mí.

Los recuerdos son mi refugio cuando no estás, cuando me ignoras y no tengo nada más que hacer que lamentarme. Soy quien siempre estuvo para vos, en tus tormentas y en los días más soleados, soy quien te vio crecer y se preocupó por hacerte feliz en aquella semana en donde tu llanto se volvió rutina. Pero, ahora no parece importarte, no, solo te dedicas a hacer que no existo. Nunca te gustaron las mentiras, más que para fingir que no pasa nada cuando claramente no es así. ¿Quien es la mentirosa en este momento? Estoy acá y lo sabes, deja de mentirte, de engañar a todos haciéndoles creer que me fui lejos.

Hoy el cielo está nublado. Miro por la ventana y noto como la brisa sacude con suma violencia los árboles, las personas luchan por caminar siendo sus pasos lentos debido al clima que parece negarse a dejarlos avanzar sintiéndose pesados por las fuertes ráfagas de viento. Son las doce del mediodía, llegas en dos horas. El tiempo pasa lento y el día parece empeorar. Las personas luchan por quitarse el cabello de la cara y algunas para que los papeles que llevan en la mano no se vuelen. No pasan muchas autos, raro. Supongo que la gente no tiene tantas ganas de salir y prefieren quedarse en sus casas tomando algo caliente y viendo un maratón de películas abrigados en sus camas o con una manta y el mate en una mano en el sofá.

Como odio estos días. Se sienten tan solitarios, tristes. Odio la sensación de vacío que me provoca, como mi corazón duele al asociar el invierno con aquel fatídico día. Me acuerdo tener mis pies tan helados que dolían, mis manos buscando calor en los bolsillos del buso dos tallas más grande de lo que debería que llevaba puesto, y que estaba en el piso en posición fetal a su vez que estiraba el buso para cubrir un poco mis piernas descubiertas. Temblaba, mi cabeza escondida entre mis rodillas, las luces apagadas y la ventana abierta dejando que el frío entrara a la habitación, no tenía la fuerza suficiente para levantarme y cerrarla. Solo que no era yo, eras vos, y eso era lo que más detestaba. Te escuchaba llorar, estabas sufriendo, pero esa vez no podía hacer nada...solo esperar a que alguien venga y te consuele, para ese entonces tu odio hacia mi estaba empezando a florecer, la semilla ya se hayaba plantada. Solo era cuestión de tiempo. La cosa empeoró cuando las manijas del reloj no se detenían y nadie venía. Las horas no paraban de avanzar, pareciera que te hubiesen abandonado...olvidado. Y cuando él llego junto a tu hermana ya era tarde. Algo dentro tuyo se rompió. No podían hacer nada. Puede que también vos hayas cometido un error, que no sea solo culpa de ellos. Pudiste pedir ayuda en vez de siempre contestar 'estoy bien, no pasa nada'. ¿Por qué no lo hiciste?

▪︎Por Siempre Juntas ▪︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora