XXVI

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El temporizador de la caminadora alcanzó los sesenta minutos y se detuvo por cuenta propia. Keigo finalmente se permitió respirar, bajando media botella de agua de un solo trago. La camiseta sin mangas se aferraba a su cuerpo gracias al sudor, pero al menos esta vez recordó apartarse el flequillo de la frente con dos broches.

Rumi pateaba un saco en la otra esquina del gimnasio, atrayendo miradas brillantes de curiosidad.

Keigo marchó en su dirección. Tomó asiento en un banco, ganándose una sonrisa desafiante de parte de su amiga.

—¿Cansado?

—No tanto —respondió. Rumi dejó de golpear a favor de darle toda su atención. —Tengo que irme ahora. ¿Me acompañas o...?

—Me quedaré un poco más. Adelántate, te alcanzo luego.

Dicho eso, regresó a golpear el saco como si la hubiese ofendido personalmente.

Keigo rodó los ojos. Recogió el resto de sus pertenencias y voló fuera del gimnasio, contando mentalmente cuánto tiempo tardaría en llegar a su apartamento.

Una vez allí se dirigió derecho al baño para deshacerse de la sal en su piel y el olor a muerto. Hecho eso se trasladó hacia la habitación, ignoró la carpeta con el caso de la familia Todoroki y comenzó a revolver el armario.

Verán, Keigo no quería seguir ahogándose en el pasado. Los primeros días lejos de Dabi dolieron; no era capaz de apartar la mirada del celular, esperando un mensaje o una llamada que nunca llegó. "¿Si tanto lo extrañas, por qué no le escribes tú?", Rumi le preguntó apesar de estar en contra de que volviera con Dabi. "¿Por qué debería?", Keigo respondió, "No es como si la culpa fuera mía."

No sabía hasta dónde aplicaba ese pensamiento. No recordaba con claridad sus palabras, pero sabía que dijo algo que no debía porque la mirada en los ojos de Dabi jamás la olvidaría. Cuando Keigo rompió el último beso, él lucía completamente derrotado.

Pero Keigo esperó por una disculpa, algo que pudiera usar como excusa para regresar a Dabi. Ahora, casi tres semanas después sin señales de vida de su parte, Keigo logró convencerse de dos cosas: uno, no le importaba en lo más mínimo perderlo o dos, estaba planeando algo.

Para sí mismo, Keigo esperaba que fuera la segunda.

Aunque Fuyumi dijo que ella tampoco sabía nada de él y Keigo no podía librarse del presentimiento de que algo estaba muy mal. La única persona capaz de confirmarlo o negarlo era Shigaraki —o Jin, aunque no tenía la menor idea de dónde encontrarlo— y no pensaba recurrir a él.

Que le den a Dabi, honestamente.

El timbre del apartamento sonó minutos después. Mientras se terminaba de vestir para abrir la puerta, la sensación de ya haberlo vivido antes lo golpeó con todas sus fuerzas.

Fuyumi le mostró una pequeña sonrisa, sosteniendo una montaña de papeles contra su cuerpo.

—Ah, 'Yumi, no te esperaba tan- —Keigo se tomó un momento para chequear el reloj de la sala. —Mierda, se me pasó la hora.

Ella le restó importancia con un ademán.

—Está bien, no te preocupes. ¿Puedo pasar?

—Cierto, cierto —resistió el impulso de golpearse la frente, haciéndose a un lado para dejarle espacio. —No sé dónde tengo la cabeza hoy, en serio.

Fuyumi rió, descalzándose en la entrada. Tomó asiento en el sofá individual, ordenando los papeles sobre su regazo.

—Keigo, está bien —le dijo, mirándolo a los ojos como si lo entendiera todo. —No tengo nada mejor que hacer, de todos modos.

SEASONS OF LOVE ; DABIHAWKS 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora