XXIII

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🔞contenido nsfw en este capítulo o algo así. más o menos.


El techo de la habitación era de un pulcro gris, acercándose y alejándose con cada movimiento de su cuerpo. La cama golpeaba contra la pared, probablemente dejando una marca que le regresaría a ese mismo momento cada vez que la mirara.

Pero a Keigo no podía importarle menos.

Las manos ardían sobre su espalda baja, largos dedos hundiéndose con la fuerza suficiente para volverse placentero. Las piernas se le habían entumecido de tanto soportar el peso de su propio cuerpo, pero no tenía planeado detenerse. Los ojos se le cruzaban, los dientes se le clavaban en el labio inferior para ahogar gemidos mientras el botón de nervios dentro suyo era golpeado una y otra vez.

Dabi jadeaba debajo suyo, luciendo completamente arruinado —aunque nunca peor que él mismo, Keigo supuso—. Labios rojizos de tantas mordidas, cabello azabache pegándose a su frente perlada en sudor y oh, esa vena en su cuello que ya había trazado un centenar de veces con la lengua.

Keigo quería- necesitaba más. Más fuerte, más profundo. No estoy hecho de cristal, Dabi. ¿Adónde se fue tu actitud? No seas cobarde.

Y él no falló en responder, rodeándolo con un brazo por la cintura. La habitación dio un vuelco y Keigo se encontró aterrizando sobre su espalda, golpeando el colchón con un huff. Un par de manos le sostuvo las piernas y él las abrió aún más. Las caderas de Dabi rodaron hacia adelante y Keigo juró poder sentirlo golpeándole los pulmones.

La sonrisa de Dabi en ese momento debería haber sido considerada un pecado.

Keigo se impulsó hacia arriba con un codo, atrapando sus labios y arrastrándolo todo el camino hacia abajo mientras él comenzaba a moverse otra vez. El aire se le escapó con un gemido quebradizo y-

La puerta se estrelló contra la pared.

Keigo se dejó caer en la almohada, rompiendo el beso a favor de resoplar.

La cabeza de Rumi se asomó dentro de la habitación. Los miró de arriba abajo por medio segundo, ni siquiera luciendo arrepentida por haber interrumpido.

—¿Por qué nadie puede dejarme vivir mi vida sexual como se me plazca en mi propia casa?

—La puerta estaba abierta —ella respondió, encogiéndose de hombros. —Termina rápido con esto, tenemos gimnasio a las nueve. No hagan mucho ruido, estaré en la cocina. Ah, y hola, Dabi; es un gusto conocerte.

Al menos tuvo la decencia de cerrar la puerta al marcharse.

Mierda, Keigo había olvidado completamente el gimnasio.

Dabi, aún adentro suyo, dio una estocada sin avisar. Keigo jadeó, lanzando una mano hacia atrás para sujetarse del respaldo de la cama. Olvidó por el momento la nueva presencia en el apartamento y volvió a encontrar los labios ajenos a medio camino.

E

l día que Dabi lo levantó de un costado de la ruta en la camioneta de Jin, el mismo día que Keigo escupió las entrañas y cada uno de sus traumas, fue cuando se dio cuenta de que Hana no regresaría.

El apartamento era un desastre, sin señales de ella a excepción de los antidepresivos. Su maleta había desaparecido junto al cepillo de dientes y un CD de Nina Simone por el que Keigo le guardaría aún más rencor.

Era algo reconfortante saber que no tendría que preocuparse más por ella hasta que decidiera volver y tuviera que patearla lejos, como debió hacerlo desde un principio. Habían sido demasiadas decepciones. Keigo aprendió con el tiempo a callar la voz en su cabeza que aún se preguntaba por su bienestar porque, claro, era su madre.

SEASONS OF LOVE ; DABIHAWKS 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora