XXII

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Era casi imposible separarse de Keigo aunque fuera sólo para sacar la basura. Las manos frías le temblaban sobre el pecho de Dabi, cerrándose alrededor de su ropa con tanta fuerza que los nudillos se le tornaban blancos. Volvía a besarlo una y otra vez, como si quisiera asegurarse de que aún seguía allí. Sus ojos gritaban desesperadamente que no lo dejara solo.

Sacar la basura podía esperar, no era como si la bolsa fuera a irse a algún lado.

—¿Tienes hambre? —Dabi preguntó en voz baja contra su cabello, no queriendo romper la atmósfera.

Keigo ni siquiera levantó la cabeza de su pecho. Estaba seguro que en esa posición podía oír a su corazón latiendo desbocando.

—No tengo apetito —murmuró como respuesta. Enredó un dedo en el cordón del suéter de Dabi, jalando de él suavemente. —¿Podemos dormir? Prometo que me bañaré después.

Eso le arrebató una risa.

La habitación de Keigo era la más humilde del apartamento, por decirlo de alguna forma. Su cama no era tan grande como Dabi esperaba, ubicada en la esquina a un lado de la ventana. Lo que más le llamó la atención, sin embargo, fue la alfombra de cuadrados blancos y negros extendida a lo largo de todo el piso.

Escribió una nota mental para recordar preguntarle si había elegido el horrible diseño él mismo. Ciertamente era la habitación con más personalidad del apartamento, también. No sólo beige y gris; algo de rojo, púrpura, y una hilera de luces LED en el techo.

Keigo se dejó caer en el colchón sin siquiera descalzarse.

Dabi suspiró, terminando de bajar las persianas. Se acercó a los pies de la cama. Desató los cordones de las zapatillas uno por uno, quitándolas con la mayor paciencia del mundo y dejándolas en el piso.

—No tienes que hacer eso.

—No puedes dormir así.

Keigo soltó un quejido, reincorporándose para saltar fuera de la cama. Dio vuelta la ropa en su armario hasta encontrar un par de pantalones deportivos lo suficientemente grandes para Dabi, tomando el par que colgaban del respaldo de la silla de escritorio para sí mismo.

Dabi apartó la mirada cuando sus jeans cayeron a la altura de los talones. En cambio se concentró en cambiarse su propio pantalón, descartando el suéter por encima de su cabeza. Se deslizó debajo de las sábanas y Keigo no tardó en pegarse a su cuerpo, escondiéndose en la curva de su cuello.

Dabi cerró los ojos, finalmente sintiendo el agotamiento regresar a él. Rodeó la cintura ajena con un brazo, manteniéndolo cerca. Su consciencia se deslizaba lentamente al mundo de los sueños, la respiración rítmica chocando en su piel funcionando como una canción de cuna.

Hasta que los hombros de Keigo comenzaron a temblar.

Los párpados de Dabi se levantaron de golpe, su cerebro en alerta. El líquido caliente empapando su camiseta no podía ser otra cosa que lágrimas. Elevó una mano hasta el cabello ondulado de Keigo, enredando los dedos en éste.

Keigo sollozó, un espasmo le sacudió el cuerpo. Se apartó lentamente, secándose el rostro mojado con las manos sin lograr nada en absoluto. Las lágrimas seguían cayendo y los sonidos lamentables se escapaban de su boca como si no pudiera evitarlo.

—Keigo —lo llamó, tomándolo de las muñecas para detener los intentos inútiles. Él se negaba a mirarlo. —Keigo, ¿qué sucede?

—Lo siento, lo siento. Es que- —hipó, mordiéndose el labio. —Sabía que ella volvería a irse, pero-

SEASONS OF LOVE ; DABIHAWKS 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora