XXI

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Por alguna razón, la vida se había vuelto más difícil en sólo cinco días. Tal vez se debía a la repentina aparición de su madre, el comienzo de la campaña de Enji que cada día se acercaba más o el que Fuyumi haya despertado de un coma después de un mes completo. Todas las anteriores eran razones válidas para las contracciones de sus músculos o los dolores de cabeza. Puro, puro estrés.

Casi sin darse cuenta había comenzado a beber más cada vez que llegaba al apartamento, pero por supuesto que Dabi tenía que estar allí para recordárselo. Como si necesitara otra razón para sentirse mal consigo mismo.

Mirarse al espejo, ignorar las ojeras e intentar convencerse de que todo estaba bien se había convertido en la nueva rutina de las mañanas. Un whisky antes de empezar el día era su nuevo desayuno, acompañado de algo que encontrara en el refrigerador que no le hiciera irse por el retrete.

Hana seguía allí, desmayándose todas las noches en el sofá, y Keigo ya ni se esforzaba en despertarla para evitarle dolores de espalda. Le lanzaba una manta por encima y dejaba un vaso sobre la mesa ratona con sus medicamentos disueltos en el agua. Eso sería suficiente.

Pero su vida entera estaba basada en estrés. Se suponía que debía saber cómo lidiar con todo eso, no ahogarse en una botella de whisky todas las noches como algún hombre fracasado y alcohólico. Se sentía avergonzado de sí mismo, y deseaba que Dabi dejara de aparecer sin aviso previo en su puerta porque no soportaba el simple pensamiento de que él lo viera así.

El viento estaba particularmente fresco ese día. Ya podía sentirse la llegada del invierno, aún cuando el otoño apenas había entrado. Keigo no recordaba haber dejado abierta la ventana de su habitación pero, de nuevo, qué recordaba esos últimos días. Tanteó a ciegas en busca de algo con lo que cubrirse, pero la superficie debajo de sus dedos era notablemente más dura que un colchón promedio. ¿Adónde habían ido las sábanas?

Keigo abrió los ojos, parpadeando con rapidez para acostumbrarse a la nueva iluminación. Una punzada de dolor viajó hasta su cerebro y se apretó la frente con la base de una mano como si eso aliviara el dolor. Con la otra mano impulsó su cuerpo hacia arriba, tragándose una arcada ante la repentina oleada de náuseas.

La realidad lo golpeó con la fuerza de un tren cuando reconoció dónde se encontraba. Quiso reírse hasta que el estómago le doliera, pero dudaba que tuviera la fuerza para siquiera hacer eso.

Una camioneta. Una maldita minivan, con un atrapasueños multicolor colgado del espejo retrovisor y un fuerte olor a hierba que le hizo cosquillear la nariz.

Keigo se acercó a los asientos delanteros, comprobando que una de las ventanas estaba abierta. A través del parabrisas el cielo comenzaba a cobrar vida, aún sin señal del primer rayo de sol. Sin embargo, eso no fue lo que captó su atención. Lo que le hizo darse cuenta de que la había cagado, en serio esta vez, fue la carretera que se extendía hasta el horizonte completamente vacía. Ni un alma a la vista.

Keigo inhaló profundamente por la nariz en un intento de mantener la calma, contó hasta cinco y exhaló por la boca. Repitió el procedimiento unas cuatro veces.

Mierda, no estaba funcionando.

Jaló la guantera con manos temblorosas en busca de las llaves, descartando cada papel y cualquier otra porquería que encontrara. La cerró de un golpe al no encontrar nada útil. Se volvió a reincorporar, pasándose ambas manos por el cabello sin importarle que quedaran atascadas en él. El tanque de gasolina estaba vacío, si sus ojos no lo engañaban. Golpeó el volante con un puño cerrado, soltando una maldición al aire.

¿Por qué no podía recordar nada? No había bebido tanto la noche anterior. Ah, tampoco podía recordar eso.

Saltó fuera de la minivan por la puerta trasera, protegiéndose del frío con ambos brazos. No reconocía dónde estaba ni cuán lejos de la ciudad había logrado conducir. Recordaba personas en su apartamento, música demasiado alta para que no lo echaran del edificio y haber besado a alguien contra la parte trasera de la camioneta. Allí, a un lado de la carretera, estaba completamente solo.

SEASONS OF LOVE ; DABIHAWKS 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora