Capítulo 5.

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Capítulo 5

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Capítulo 5.

(Sam).

Cuando terminé mis clases del día, me reuní con los muchachos y me acompañaron hacia la cafetería. Tenía hambre y sabía que Samanta no terminaría todavía. Aproveché y compré el almuerzo para matar el tiempo y escuchar las estupideces de mis amigos.

—¿Y aquí la gente siempre es así? —preguntó Héctor al mirar de reojo a nuestro alrededor.

Los muchachos y yo estábamos ubicados en una mesa al final de la cafetería, pero cada vez que alguien pasaba por nuestro lado, no podían evitar mirarnos como si tuviéramos nuestros culos en nuestras caras.

Héctor, Iván, Xander y yo, dirigimos nuestras miradas hacia Ángel, quien anotaba en una libreta las pendejadas que no me gustaban para recordar no cometer errores y mantenerse en el grupo.

—A mí no me miren como si yo supiera las cosas que pasan en este lugar —engrandeció los ojos con cierta inocencia, como el más pequeño que era—. Soy nuevo en esta universidad al igual que el Dragón y Héctor. Solo llevo un semestre más que ustedes. No sabía que aquí la gente era metiche e intensa.

—Hola, Dragón. Te llamas Sam, ¿verdad? —una chica se acercó a mí con timidez—. ¿Te gustaría salir conmigo esta noche? Me llamo...

—No —respondí con aburrimiento y continué comiendo como si ella no existiera.

—Pero...

—¿Qué coño haces? —otra chica la interrumpió—. Se supone que yo era quien lo invitaría a salir. No seas sobrada, estúpida.

—Señoritas, creo que aquí las únicas sobradas están siendo ustedes. ¿No ven que está comiendo? —bufó Ángel—. Largo.

Las chicas se alejaron al hacer pucheros. Engrandecí los ojos con la boca llena al mirar al novato del grupo.

—Hasta que al fin comienzas a sacar las garras —Héctor sonrió al inhalar el humo de su vaporizador—. En el fondo, sabía que tenías potencial.

—Aprendo rápido —respondió Ángel.

—Solo denle un poco de tiempo —añadió Iván entre risas.

—Menos mal que solo le dijiste que no —comentó Xander—. Imagina cuando las mujeres de esta universidad se enteren de que en realidad llegaste a este lugar con novia.

—Recuerden que de momento nadie puede saberlo, a excepción de ustedes, por supuesto —les recalqué—. Me va a fastidiar esto de mantenerlo en secreto, pero los rumores corren como la pólvora y mi familia no puede enterarse aún.

Los muchachos asintieron y se levantaron de los asientos justo cuando fui el primero en hacerlo. Al botar los desechos, caminé hacia el exterior junto a ellos para dirigirme hacia el estacionamiento exclusivo. Según Héctor, Samanta llegaría una vez que terminara sus clases. Ya estaba ansioso de verla y ni siquiera había transcurrido tantas horas desde la última vez que la vi.

Me percaté de que la mejor amiga de Samanta hablaba muy sonriente con un chico que evidentemente no conocíamos de nada. Mis amigos se rieron entre ellos cuando la vieron tan tranquila hablando con alguien después de lo que sucedió entre ella y mi mejor amigo. Sin embargo, Héctor era la excepción de las discretas risas de los muchachos, ya que mostró seriedad en su expresión.

—Muchachos, ¿esa no es la amiga de Samy? —nos preguntó Xander por lo bajo.

—Sí, es Liz. La sensual rubia que vomitó la pierna de Héctor —Ángel se rio.

—Deberían callarse —gruñó Héctor, intentando restarle importancia a la presencia de Liz, quien pasaba por nuestro lado junto al chico, mostrándose un poco alertada gracias a nuestras presencias. Especialmente, con la de mi mejor amigo—. Eso me pasó por querer hacer una amistad fuera de nuestro círculo.

—¿De qué hablas? —achiqué los ojos al seguir mi camino. Sin embargo, me percaté de que Héctor la siguió con la mirada.

—Mis únicos amigos son ustedes —se encogió de hombros—. Lo sabes mejor que nadie, Sam. No es que no me agrade hacer amistades fuera de nuestro entorno, pero sabes que la mayoría serían nuestros amigos por mero interés. Y, para ser honesto, yo no busco eso.

—Entiendo, pero la amiga de Samy no parece mostrar ese tipo de interés —le respondí—. Creo que son idénticas en esa cuestión de que no les interesa quiénes somos o lo material.

—Lo sé, pero es mujer —Héctor enarcó las cejas.

—¿Y cuál es el problema? —bufé, aunque comencé a sentir curiosidad.

—El problema es que las veces que he tenido cierta cercanía con mujeres, ha sido únicamente para tener sexo. Ya sabes, para mis puterías —parecía un poco confundido—. No sé si esté bien tener algo de eso con ella cuando es la mejor amiga de Samy. Además, es muy inteligente y parece que quiere lo mismo que yo. No parece asustada ni intimidada a mis intereses.

—Entonces, solo estás cagado de miedo, cabrón —Iván se rio de Héctor.

—No tengo miedo.

—Pues, parece que sí —insistió—. Sabes muy bien que Samy y la rubia esa son mujeres de otro calibre. Quizá ella pueda darte clases a ti de como tener sexo con alguien y dejarlo tirado sin ningún drama.

—Por favor, claro que no. Esas clases se las puedo dar yo a ella —bufó Héctor—. Se nota que no me conoces bien. Siempre termino ganando en esos juegos y con Liz no sería la excepción. Es por eso que todavía tengo mis dudas sobre tener sexo con ella. Además, esa preciosidad no es como las mujeres que estamos acostumbrados a tirarnos.

—Es obvio —añadió Xander—, porque ella y Samy no son como las putas que nos tiramos y que hacen todo lo que pedimos para complacernos —se encogió de hombros—. Si no me creen, miren al Dragón. Terminó cegado por los dulces encantos de Samanta. O más bien, por lo ruda que es —soltó varias carcajadas—. Ella no solo lo ha insultado y golpeado a su gusto, sino que dejó de lado a Rebeca.

—Es verdad, pero deben aceptar que desde que Samy llegó, nos hemos divertido como nunca —respondió Iván entre risas—. Cuando Sam se tiraba a Rebeca y se escapaba con ella, esas cosas no pasaban. No nos divertíamos como ahora, pensando qué será lo próximo que sucederá con el Dragón.

—Tienes razón —Héctor sonrió para sí mismo—. Quizá a nuestro grupo le hacía falta una chica.

—No es que hacía falta una chica —bufé con arrogancia cuando llegamos al estacionamiento—. Es quién es la chica, pendejos —subí a la capota de mi Cadillac, me senté sobre esta y encendí un cigarro—. De hecho, ya dejen de hablar tantas estupideces por un rato. Quiero esperarla lo más tranquilo posible.

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