(+21) (Libro 2) La manera en como se conocieron y ocurrieron las situaciones entre los Sam's fue muy peculiar. Al parecer el segundo amor había triunfado en la millonaria vida de Sam Chaidez Telles.
Sin embargo, las situaciones y los embrollos apena...
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Capítulo 35.
(Sam).
Al día siguiente, luego que había culminado el cumpleaños de Héctor y el tiempo que había pasado con Samanta a solas, fui a la pista de campo de la mansión para entrenar con todas las energías y ánimos posibles.
Después de lo que habíamos hecho Samanta y yo, tenía que admitir que mis ánimos estaban por las nubes y que, de hecho, sentía como si flotara en una. Todo había salido a la perfección. Incluso, mucho mejor de lo que esperé. No solo habíamos vuelto a hacerlo sobre mi cama sin haber terminado algunos detalles sobre el dibujo, sino que ella luego se mostró muy dispuesta a volver a acomodarse sobre mi sillón favorito para que terminara los detalles restantes.
Todavía tenía en mi mente la sonrisa que me mostró cuando vio el dibujo recién terminado. Por alguna razón, supe de inmediato que le había gustado, a pesar de que en la imagen se reflejaba con la bata abierta, desnuda y marcada con mi semen.
🪶
—¿Te gusta? —le pregunté al mostrarle el dibujo recién terminado.
Samanta sujetó mi cuaderno con delicadeza y comenzó a mirar el trazo con detenimiento. Luego rozó las yemas de sus dedos por los detalles y percibí que sus ojos brillaron con emoción e ilusión.
—Sam, esto es... —estaba sin palabras, anonadada ante cada detalle—. Debo admitir que realmente tienes talento para esto.
—¿Para dibujar o para hacértelo?
—¡Estoy hablando de tus dibujos! —me gruñó, acción que me hizo mucha gracia cuando me crucé de brazos a su lado, admirando de igual forma la imagen que había creado sobre ella.
—Me alegra que te haya gustado —le dije con sinceridad, aunque mantuve mi voz de fanfarrón, porque me encantaba fastidiarla—. La verdad es que tuve que hacer muchos esfuerzos para que te vieras así de hermosa.
Samanta me puso los ojos en blanco y colocó el cuaderno sobre mi pecho con brusquedad, causando que me carcajeara en sus narices.
—¡No cabe duda de que eres todo un artista dibujando, pero sigues siendo un egocéntrico de mierda!
—Auch, ¡qué solo estoy vacilando contigo! —me quejé al mirarla con ojos de niño bueno—. Siempre te tomas todo muy a pecho —enarqué las cejas y me acerqué a ella, besándola repentinamente y haciéndole cosquillas sobre su cuello, hasta que ambos caímos sobre mi cama, riéndonos como si fuéramos dos niños pequeños.