Capítulo 1.

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Capítulo 1

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Capítulo 1.

(Sam).

🪶

Me sentía en el cielo mientras las horas pasaban. Sonreía para mí mismo y como un niño pequeño cuando tenía sus caramelos favoritos. Estaba sentado sobre el sofá que se ubicaba junto a la puerta de dos alas que se dirigía hacia el balcón de mi habitación. El ambiente era uno fresco y soleado.

La luz resplandeciente del sol entraba a mi cuarto con toda la energía posible y eso hacía que mi motivación por dibujar aumentara. Escribía la fecha del día en la parte superior de una página en blanco de mi cuaderno de dibujos y trazos. Me relamí los labios, muy ansioso por lo que sucedería. No podía esperar más y las ganas de ver a Samanta me mataban de deseo.

El pomo de la puerta del baño de mi habitación hizo un leve chirrido. Entonces, la vi a ella toda hermosa. Samanta se acercó hasta mí con una bata de seda que hacía resaltar su delgado y esbelto cuerpo. Me quedé completamente embelesado cuando continué mirando cómo sus pequeñas tetas se percibían a través del escote. Sus delicados pezones estaban endurecidos y se veían a través de la fina tela.

—Sam, ya estoy lista —me aseguró, pero noté rubor en sus mejillas. Ella entrecruzó los dedos de sus manos bastante nerviosa.

Con la quijada casi en el suelo gracias a lo hermosa y sensual que se veía, le indiqué que se quitara la bata de seda y se colocara desnuda sobre mi cama. Iba a dibujarla tal y como vino al mundo: sin ropa.

—No te preocupes. Te juro que haré esto con seriedad. ¿Sabes por qué? —me levanté del sofá al sujetar el cuaderno—. Porque el arte que yo realizo me lo tomo muy en serio, Samy. Quiero que te sientas lo más cómoda posible, beba.

Samanta asintió, pero noté cómo tragó hondo. Realmente, se mostraba nerviosa y temblorosa. Bajó la mirada ante la mía y eso solo me hacía desearla más. Su timidez estaba siendo toda mía y las ganas de volver a estar adentro de ella reinaban en mi jodido sistema.

Con mi arranque de deseo descontrolado, besé sus dulces labios y deslicé la tela de la bata sobre su hombro, dejando expuesta una de sus pequeñas tetas. Dirigí mi boca hasta su erizado pezón y no dudé en chuparlo con suavidad y ternura, causando que un suave gemido se escapara del fondo de su garganta.

—Dragón, por favor... —continuó gimiendo ante mi arrebato—. Qué rico se siente... —mientras la escuchaba perdida en el placer, no dejé de chupar su sensible pezón con ansias, jugando con este una y otra vez al trazar mi lengua.

Podía sentir cómo ella enredaba los dedos de sus manos en mi pelo al presionar mi cabeza contra sus deliciosas tetitas. El momento resultaba de lo más erótico y comenzaba a creer que...

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