Capítulo 25.

6.9K 697 50
                                    

Capítulo 25

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo 25.

(Sam).

Las emociones querían dominarme por completo. El shock no me dejaba procesar lo que Samanta me había dicho. Pestañeé varias veces y tragué saliva por la impresión que me estaba llevando en el momento. No era algo que me esperaba. No sabía cómo actuar. Ni siquiera sabía qué decir o cómo responderle al respecto.

—¿Lo dices en serio? —tragué saliva y la miré fijamente a sus ojos café, ya que estaba ruborizada y se veía algo insegura—. Es decir, ¿de verdad me amas? —engrandecí los ojos. Realmente, me sentía como un pendejo al percibir que estaba tartamudeando en las narices de ella.

—Bueno, yo... —rascó su nuca—. Creo que me equivoqué. En realidad, no era lo que quería decir. Es que estoy muy nerviosa —se explicó—. Pero sí te amo —se rio frenéticamente y sus mejillas se tiñeron por el extremo rubor—. O sea, no te lo había dicho hasta ahora y se supone que no te lo diría de esta manera, pero así es —aceptó al fin—. Yo... Te amo de verdad, Sam.

Después de analizar sus palabras por algunos segundos, carraspeé y sentí cómo el temblor dominó mi cuerpo. No podía evitar sentirme como un novio primerizo. Justo cuando estuve a punto de responderle, ella se adelantó y me dijo:

—No tienes que sentirte presionado para decir algo que no quieras o sientas —remarcó apresuradamente, interrumpiéndome—. Lo que en realidad iba a decirte es que, está bien, Sam. Estoy dispuesta a permitir que me dibujes sin nada.

—¿¡Qué!? —Samanta seguía sorprendiéndome con cada palabra que salía de su hermosa y delicada boca—. Estás jodiéndome, ¿verdad? —bufé, incrédulo.

—No, estúpido —gruñó, evaporando por un momento nuestra cursi conversación—. Ugh, pendejo —esquivó mis ojos y se cruzó de brazos—. Por supuesto que no estoy jodiéndote. Yo... —sacudió su cabeza levemente, intentando mirarme a los ojos desde su estatura—. Voy a dejar que me dibujes desnuda, porque te amo y confío en ti.

No tenía palabras para expresar lo que estaba sintiendo en el momento, pero sí sentía que podía expresarlo con acciones en el momento que me lo decía.

«Sam, tú puedes. No la cagues, no la cagues, no la cagues». No pude evitar repetir un mantra para mí mismo.

Sujeté sus mejillas bruscamente y la miré fijamente a sus ojos, mostrándome con cierta rudeza y frialdad. Sin embargo, estrellé mi boca contra la suya y la devoré a intensos besos, mordiendo su labio inferior cada vez que podía.

—Gracias —tragué saliva cuando separé mis labios de los suyos—. O sea, no soy bueno para expresar todo eso que has dicho, pero siento lo mismo —podía jurar que mis mejillas ardían por la vergüenza que sentía al no saber expresarme con claridad para cuestiones amorosas, ya que nunca había sentido algo igual o similar hasta el momento.

El Segundo Noviazgo ©️ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora