Capítulo 33.

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Capítulo 33

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Capítulo 33.

(Sam).

—Yo... —ella parpadeó repetidas veces, sintiendo su descontrolada respiración gracias a mis caricias—. Prefiero que me dibujes ahora. No quiero que tu inspiración se desvanezca.

—Samy, eso es lo de menos —sujeté sus mejillas y mordí su labio inferior con suavidad—. Puedo seguir inspirado antes o después de hacértelo por completo. Dibujar es mi don, mi talento. No es un capricho, así como tú tampoco lo eres para mí.

—Pues, no perdamos el tiempo —ella volvió a besarme con más ganas, hambrienta de que la poseyera sobre mi sillón favorito.

Cuando separó su boca de la mía, bajé mi pantalón deportivo de lana y agarré su cabello con decisión para que se arrodillara y me lo chupara con esas mismas ansias con las que me besaba. No tuve que decir nada, porque ella sabía mis intenciones.

A pesar de que me hacía el rudo ante ella, podía jurar que perdería el control en cualquier momento si continuaba chupando mi pene con la agilidad que lo hacía mientras me miraba con esos ojos de inocente. Sus tiernos labios rozando las venas que brotaban de mi miembro solo me incitaban a venirme en su boca para que se tragara todo lo que ella me causaba. Sin embargo, tenía mejores planes en el momento.

—Samy, mi dragona... —no pude evitar jadear y gruñir al sentir que mi glande rozaba su garganta, causándome exageradas cosquillas que podían hacerme venir antes de lo esperado.

«Sam, concéntrate, concéntrate...». Era lo que me repetía mentalmente al presionar los párpados y relamerme los labios.

Las vistas de Samanta arrodillada y toda sumisa ante mí mientras tenía mi pene completamente en su boca me estaba volviendo loco y sin idea. No sabía si duraría mucho más tiempo después de largos minutos de sentir placer con la profundidad de su garganta, pero en realidad pensaba salirme con la mía.

Mi pene resbaladizo por su saliva hacía el momento más placentero y desesperante para mí. Verla ahogarse con mi dureza no solo me hacía gruñir de deseo por más y más. También me hacía sentir que estaba tocando el cielo cada vez que entraba y salía de su boca con determinación.

—Mierda, beba —me quejé de gusto cuando lo sacó de su boca y lo cubrió con más saliva—. Sí, escúpelo más —agarré su cabello con más fuerza y obedeció a mi pedido para luego volver a llevárselo hasta el fondo de su garganta.

Mi cuerpo flaqueaba ante las cosquillas que me causaba la boca de mi chica. Cerré los ojos y disfruté momentáneamente del placer que sentía antes de hacerme venir. Si no fuese por los planes que ya tenía para ella, podría estar así todo el día, dejando que ella me lo chupara hasta quedarse sin saliva en esa tierna boca que poseía.

Cuando sujeté su quijada con decisión desde su arrodillada posición, hice que me mirara desde abajo con una mirada deseosa y anhelante.

—Te lo voy a meter duro y hasta el fondo, porque eres mi novia, la novia del gran Sam Chaidez Telles —le dije más que excitado, ansioso por hacerle lo que le decía.

En otro momento, quizá mis palabras hubiesen resultado ridículas para ella, pero estaba tan emocionado de tenerla, que sabía perfectamente que mis palabras sucias le gustaban en el momento.

—Ven acá —hice que se pusiera en pie y luego la empujé contra el sillón donde me la pasaba horas dibujando—. Abre más esas piernas, beba —gruñí al expandir más sus extremidades y ubicarme entre ellas, frotando mi pene una y otra vez sobre su mojada abertura, jodido por la tentación de meterlo hasta el fondo—. Así es como me gusta sentirla, mojada y calientita para mí —la miré fijamente a los ojos desde arriba al ver que gemía desesperada con los roces de mi glande sobre su clítoris.

—Sam, por favor... —comenzó a suplicar.

—¿Te gusta, beba? —me mordí el labio inferior al verla mucho más desesperada y exasperada mientras sus mejillas se teñían cada vez más—. ¿Quieres que te haga sentirlo hasta el fondo?

Asintió al observarme con una mirada inocente, pero candente. Ese simple gesto y tenerla de piernas abiertas dispuesta y sumisa sobre mi sillón, me incitaban a continuar con mis intenciones morbosas.

—Ven aquí —tiré de una de sus alargadas piernas y la penetré profundamente, escuchando como un gemido de impresión y excitación se escapó de sus tiernos labios—. Eres mía, Samy —lamí su pantorrilla hasta dirigir mi lengua hasta su pie, penetrándola con más brusquedad y desesperación.

Escucharla gemir con fuerza y arqueándose de placer sobre mi sillón mientras observaba el contorno de su esbelto cuerpo al penetrarla con más rapidez, me hacía experimentar un éxtasis adictivo del cual no quería salir.

Sentir y ver su piel resbaladiza al igual que su vagina y mi pene entrando en ella, era mi incentivo para venirme con gusto. Después de largos minutos causando que el sillón se removiera bruscamente al darle duro a Samanta una y otra vez entre sus gritos y mis gruñidos, saqué mi miembro y me masturbé rápidamente sobre ella cuando llegó al orgasmo y se mojó mucho más para mí.

Samanta, con la respiración entrecortada, mantuvo sus piernas abiertas, mostrándome los hinchados pliegues de su vagina mientras me miraba con lujuria, cómplice de lo que yo estaba a punto de hacer.

—Ah, beba... —gruñí cuando me derramé sobre su vientre y sus muslos, mientras que ella frotaba su clítoris al mirarme a los ojos—. Me gusta cuando me miras así, coño —le dije con la voz entrecortada cuando terminé de marcarla con mi semen.

Samanta se mantenía en la misma posición, una que la hacía ver vulnerable, pero muy erótica y provocativa. Su mirada candente y su cuerpo esbelto marcado por mi semen mientras la bata de seda caía sobre su espalda era la imagen perfecta que buscaba. Entonces, lo supe...

—Quédate así —le dije al frotar mi pulgar sobre su labio inferior—. Así te ves perfecta.

—¿Qué? —engrandeció sus ojos al entender mis intenciones.

—Voy a dibujarte —enarqué las cejas, justo así como estás.

Aunque por un momento vi en sus expresiones faciales que rechistó, percibí como su cuerpo se relajó y se dejó llevar por lo que yo quería.

Era el día del cumpleaños de mi mejor amigo y mano derecha, pero la realidad era que el cumpleañeros parecía yo.

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