(+21) (Libro 2) La manera en como se conocieron y ocurrieron las situaciones entre los Sam's fue muy peculiar. Al parecer el segundo amor había triunfado en la millonaria vida de Sam Chaidez Telles.
Sin embargo, las situaciones y los embrollos apena...
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Capítulo 8.
(Samanta).
Ruborizada y con las mejillas calientes, permití entre discretas risas que el Dragón continuara con sus sensuales travesuras. Podía sentir como besaba mis muslos bajo mi vestido. Sus acciones lograban que yo me mordiera el labio inferior, ya que lo disfrutaba como nunca. Removía mi cuerpo una y otra vez sobre el lavabo cuando él mordía mi piel con suavidad hasta dirigirse a mi tanga, la cual rodó con facilidad. Sentía como mi respiración se agitaba mucho peor al saber que me daría sexo oral.
—Qué rico es verla toda mojada, beba —su lengua comenzó a jugar con mi clítoris, causando que yo soltara un bajo gemido.
—Ah... —las numerosas cosquillas mezcladas con el placer hacían que me removiera con más desesperación—. Me gusta, pero tengo miedo de que mi madre regrese.
—Créeme, ella está muy ocupada. No nos pillará —me aseguró y no dudó en volver a trazar lentamente su lengua sobre mi sexo.
Mi respiración era casi nula cuando el placer en mí incrementó. Al verlo tan concentrado en su cometido, elevé mi vestido del servicio y sujeté su cabello negro lleno de rulos.
—Pero qué agresiva te pones cuando me dejas pasarme de la raya —podía sentir como sonreía mientras continuaba lamiendo mi sexo, ya que lo dijo en doble sentido.
—No sé a cual de las dos rayas te refieres, pero si es la mía, no pares —me relajé por un momento y dejé que algunos suaves gemidos escaparan de mi boca.
—Es que no pararé —introdujo su dedo corazón una y otra vez al lamer mi clítoris—. Ten por seguro que no dejaré de hacerte esto hasta que te vengas.
—Ay, sí —sujeté su cabello con más insistencia—. Sí, por favor —le supliqué.
Mis hormonas estaban completamente alborotadas, así que ya no medía lo que decía. Solo quería que me hiciera tener un orgasmo tan rápido como fuera posible, ya que en cualquier momento podía venir alguien. De hecho, desde mi posición, escuchaba como chupaba mi clítoris que palpitaba de una forma tormentosa y placentera. Sin embargo, para acabar de joderme mentalmente, no dudó en lamer mis pliegues para calmar mis ansias.
—¡Sam! —una voz reconocida llamó mi atención y me alarmó. Al parecer alguien había entrado al gimnasio—. ¿¡Estás aquí!? —insistió al subir el tono de voz.
El Dragón recompuso su compostura y besó mi boca con pasión. Luego dirigió sus labios hacia mi oreja y su sonrisa torcida se dibujó sobre esta.
—Es Rebeca, así que mantén la calma —me avisó y se arrodilló, metiendo su cabeza entre mis piernas.
Era una imagen de lo más sensual, ya que ver a Sam sin camisa y con su blanquecina piel brillosa gracias al sudor, me volvía jodidamente loca. Tenía arrodillado para darme placer al chico más engreído y creído que había conocido. Sin contar que estaba recién ejercitado. Sin embargo, eso no quitaba el hecho de que me sentía sumamente asustada.