Un hombre y una mujer

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Titulo II El mecanismo terrenal

Capitulo 12 Un hombre y una mujer

De alguna y otra forma, evitándolo o no el inexorable destino siempre nos encuentra, por más que hagamos el intento de cambiarlo, modificarlo o trastornarlo, podemos torcerlo, obligarlo, escondernos pero igual hallara la forma y nos arrinconara. Cuando finalmente llegamos a la encrucijada, ningún razonamiento lógico es suficiente, ninguna verdad te convence, nada puede contra aquello, esa corriente vital llamado amor, eso que te eleva a las alturas, te hace ser un pobre humano, te llena al igual que te destroza, te acongoja, destruye y fragmenta tu alma, te hace sentir un dios entre los hombres al mismo tiempo que deseas consumirte en el fuego del infierno hasta convertirte en cenizas, para no sufrir mas, porque es insoportable….amar…morir..a veces es lo mismo. El destino del hombre es hallar la felicidad, donde quiera que esta esté, cumplir su destino, sea cual sea, en cualquier lugar que esté escrito. Lo malo es que a veces el camino a la plenitud, está lleno de espinas. Y hasta el más valiente y decidido tiembla, duda, al darse cuenta que para llegar al amor, a veces debe sortear el odio y la incomprensión.

Luz cegadora que inundaba sus ojos, tan intensa que creyó por un instante estar ciega, todo era blanco a su alrededor, sus percepciones estaban alteradas, sus ojos le mostraban un panorama borroso, incongruente, borroso, casi etéreo, nebuloso como un sueño. Al principio no entendió, luego tampoco fue capaz de encontrarle una explicación.

¿Dónde estoy?

No se suponía que estaba donde debería estar, donde recordaba que alguna vez estuvo, si su memoria no le fallaba, lo ultimo que había visto era la cara de ese hombre, que la sujetaba contra si mientras todo a su alrededor estallaba en miles de colores, se destruía y convulsionaba ante una onda expansiva donde difícilmente alguien podría sobrevivir.

¿Estaba muerta?

No lo sabia con exactitud, no se sentía muerta, pero...¿Es que acaso ella había fallecido alguna vez para poder dar una opinión al respecto? No, esa era la respuesta, un no absoluto y rotundo. Porque conocía a alguien que había regresado de la muerte y de seguro no se sentía como ella. Cerró los ojos para no seguir aturdiendo su cerebro ante la monotonía monocromática que le mostraba su vista, aquella luz blanca que la rodeaba como un todo. De seguro, no estaba muerta, percibía su corazón palpitar, oía su respiración, pero al mismo tiempo se sentía ligera, liviana como una pluma, en algún recóndito lugar de su mente, ella sabia que no podía ser real, esa sensación de tener su cuerpo ligero, reposando, en una superficie blanda, desnudo, tan desnudo que podía sentir la suave brisa acariciando su piel. Una corriente de aire que no sabia precisar de donde venia.

¿Por qué estaba desnuda? El pensamiento vino a su cerebro y se escapó de este en una fracción de segundo. Cuando quiso retenerlo para desentrañar ese misterio con su aplastante lógica una oleada de placer la invadió y lo olvidó inmediatamente, puesto que no se convirtió en una prioridad. Ella sentía su cuerpo temblar y estremecerse, era exquisito, turbador, se sentía tan bien….

Y no solo era la suave brisa lo que acariciaba su piel, sentía el contacto de otro cuerpo, tan desnudo como él de ella sobre el suyo, estaba plenamente consciente de la humedad de unos labios recorriendo sus parpados cerrados en duermevela, percibía en su totalidad la firmeza de unos manos masculinas, ásperas, fuertes, calientes, ahuecando sus pechos, vagando por el contorno de sus caderas, acariciándola con parsimonia, con suavidad. Un olor exquisito golpeaba sus fosas nasales, un aroma intensamente varonil, a sándalo, a limpio. Y se sentía tan bien…..tan bien, como si cada experiencia de su vida no valiese un centavo en comparación con el despertar de sus sentidos que estaba viviendo en ese momento. No quería pensar ni analizar porque diablos estaba sintiendo de esa forma, en ese extraño lugar donde su cuerpo se encontraba. En algún rincón perdido de su consciencia, ella sabia que no era normal pero no podía hacer nada al respecto más que hundirse en la sensación de placer que estaba experimentando.

LOS ARTEFACTOS INFERNALES (por Jos Black)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora