CAPITULO 5

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En la iglesia de San Francisco comienzan a repicar las campanas para la misa de la 6:00, espantando a las palomas de la torre. Enfrente, tan solo cruzando el jardín, se encuentra Mónica cargando su teclado en la espalda. Le prometió a Iris que le compraría algo por tener que haberse ido tan pronto. Aunque es cierto que él ya no quería quedarse, no quiere herirla. Cruza el jardín y entra en la joyería de su padre. Un local bastante lujoso y bien ubicado.

Son pocas las personas que saben que Mónica es un nene rico, porque si lo supieran no dejarían de verlo como un farsante mimado sin talento. Al igual que tampoco saben que su mamá se llamaba Mónica… Hay muchas cosas que Mónica prefiere guardar en secreto, quizás porque nunca tuvo la confianza con su familia para hablar de ello, quizás no hubo tiempo, y casi ninguna amistad banal es de confiar. Pocos son dignos, como lo es Isaac. Por eso se mudó a un triste cuarto en una vecindad y no le pide ningún tipo de dinero o ayuda a su padre. Solamente si es muy necesario. Los sentimientos y promesas hechas a una linda e inocente joven son necesarios.

-Buenas tardes Rigoberto-le saluda el dependiente. Mónica pone los ojos en blanco con molestia y le dice en un susurro:

-No me digas así. Dime Mónica.

-Ese es nombre de mujer.

-Si… no importa. Oye, necesito un regalo para una amiga. ¿Qué me puedes recomendar?

-Tengo un hermoso anillo que no es muy caro, y le podemos dar un descuento por ser hijo del dueño…

-sí, ya lo sé. Pero anillos no.- no desea darle algo que le pueda parecer demasiado comprometedor.

-Entonces unos aretes- el dependiente saca de la vitrina un juego de aretes de ópalo rojo acompañados de un brazalete con otro ópalo en el centro- es perfecto cuando se busca ser espléndido y no es comprometedor.

Mónica los toma con cuidado, y los observa atentamente. Se prueba el brazalete. De repente, siente una leve punzada en el pecho, un dolor que le agrada, tenue, pero real.

-son bonitos, me los llevo- guarda los aretes en la caja y el brazalete se lo lleva puesto. Se despide del encargado y se retira.

-Seis y cuarto- dice Isaac viendo su reloj- y todavía no llegan ni Sofía ni Mónica! Mañana es el concierto ¡

-No te estreses- le dice Luis-, ella siempre es puntual.

-Por eso me saca de onda. ¿Y si le pasó algo?- La cara de Luis se pone pálida al escucharlo.

Sofía cruza la puerta tras decir eso.

-Lo siento, se me hizo tarde- dice preparando su micrófono. Mónica cruza detrás de ella tranquilamente sin dar explicaciones. Todos los miran extrañados. Sofía se da cuenta, y Mónica también.

-Yo no venía con ella- dice Mónica tranquilamente. Sofía pone cara de no entender nada. Es fácil para toda la banda analizar la situación y darse cuenta de que solo es una coincidencia. Luis mira de reojo a Sofía y nota que sus ojos están hinchados y enrojecidos. ¿Será que si llegaron por separado? ¿Por qué lloraría Sofía? Quisiera consolarla. Pero…

-1, 2, 3, 4- dice Isaac y comienzan a tocar.

Mientras Sofía canta, mira de  reojo al tecladista de cabello largo, y repara en el débil fulgor de un ópalo rojo. 

LA RAZON DE REBIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora