CAPITULO 2

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Sofía camina apresuradamente por entre la silenciosa calle, bajo el abrazador calor del mediodía. Envuelta en su ropa calurosamente negra, corrompe el silencio con el tintinear de las cadenas que lleva al cuello por encima de  su ropa deportiva. En su bolsa mantiene siempre a la tenebrosa muñeca de trapo. Sus negros ojos de botón, sus brazos rotos y vueltos a coser, su vestidito de encaje negro y collarsito de rositas secas. Es de esperarse el aspecto espectral del juguete, puesto que su dueña es invariablemente una roquera. Aun así, recibe burlas constantemente. Sin embargo, por mucho que pudiera avergonzarse de tal hecho y dependencia, no piensa separarse de la muñeca.

Un rato más tarde, Sofía llega a la casa donde practica con su grupo musical: Marionette. Con su llave, quita el candado y recorre el cerrojo del oxidado portón metálico. Al abrirlo, su rechinido estalla en el silencio de una calle semivacía. Se interna en un amplio caserón semiderruido. La parte derecha de la construcción ha quedado resumida a unas cuantas paredes y capiteles desconchados. Los adobes se hayan desgajados y enmohecidos. Por el contario, la parte izquierda aún permanece en pie y el condiciones aceptables. El gran parte al arduo remozamiento que llevaron a cabo los integrantes del grupo. La casa se las ha prestado el padre de la segunda voz: Luis. Apenas y con el esfuerzo de todos la han dejado en condiciones utilizables. Alrededor de la construcción solo se encuentran terrenos baldíos y una que otra casa vacía. Casi no tienen vecinos, y esto les conviene, ya que suelen practicar mucho. Un claro cielo azul y un sol de mediodía se cierne sobre un camino de pavimento recién extendido.

La joven cantante atraviesa el umbral, no sin antes advertir el lóbrego dintel de la puerta. Los ojos de un perro de pelea mirándole fijo. Bestia de yeso que resguarda el recinto. Plagado de silencio cuando se encuentra vacío. Esos ojos fieros que parece que la siguieran a donde vaya.  Abre las puertas del cuarto de práctica de par en par, para que entre la luz y se vayan alejando los insectos del lugar.  Dentro, yacen inmóviles todos los instrumentos. Las guitarras, bajos, batería, bocinas…etc. Están cubiertos con mantas para protegerlos del polvo.

-Aun no llega nadie- dice Sofía dirigiéndose a alguien que no puede ser visto, ni escuchado- No, ya llegarán.

Toma un viejo banco y acomoda ahí a la muñeca. Limpia los botones de sus ojos, alisa su vestido y le endereza el moño negro.

-¿Estás mejor?...bien. Así podrás vernos cuando practiquemos.

No mucho después, otro de los integrantes del grupo arriba a la casa. Mónica llega al ensayo acompañado de su inseparable teclado. Cuando Sofía lo ve entrar se ensanchan sus pupilas. Mónica es un hombre muy guapo y atractivo, con su largo cabello lacio hasta los hombros, su espalda ancha y brazos fuertes y bien formados. No puede evitar sentirse contenta de verle. Mónica es un deseable espécimen, a pesar de haberse autonombrado él mismo como una mujer. Él dice que es para desarrollar la equidad de género. Igual que Marilyn Manson se cambió el nombre por uno de mujer. Quizás sea solo el hecho de querer destacar, siempre se excusa de ese modo. Todos en el grupo son en cierto grado atractivos, ya que el líder del grupo así lo quiso, pues “así es más fácil…despegar al éxito”. Cuando Sofía recuerda eso, no puede evitar una sonrisa, ya que ella nunca se consideró una persona hermosa para los demás. Mucho menos después de… él. Prefiere borrar el recuerdo de su mente. La TRISTEZA del anillo revivió recuerdos que hubiera preferido dejar enterrados. Es mejor no recordar. No, si te hace llorar. “El dolor es bueno, pero solo al cantar”. No antes, su dolor, su soledad, todo por medio de sus canciones, nada más. Sofía prefiere escuchar el sonido de su propio nombre sobre el escenario. Eso es suficiente para ella.

Sofía observa de reojo a Mónica. Desgraciadamente no tienen nada en común. Tan solo transcurren unos minutos y la incomodidad del silencio los abruma. No tienen nada de qué hablar. No comparten los mismos gustos. Además, Mónica siempre ha sido muy lacónico con ella. A veces ella piensa que le cae mal y debido a eso casi no le dirige la palabra. Puede ser, de cualquier forma, Sofía jamás ha sido capaz de entablar una relación profunda con nadie, ni de amor, ni de amistad, ni siquiera familiar. Los miembros de su familia son casi extraños para ella. Son muy distantes entre si. Siendo su padre cirujano, su madre enfermera y su hermano médico general. No tienen nada que ver. Por otro lado sus compañeros de banda siempre la han considerado como una persona demasiado aburrida, sobreprotegida y puritana. Y sin embargo demasiado degenerada para su familia. “Jamás se le da gusto a nadie”, piensa ella siempre que lo recuerda.

LA RAZON DE REBIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora