CAPITULO 4

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En el interior de un hotel ubicado en la zona centro de Terranova, Mónica se abotona su camisa negra y se calza sus pesadas botas de metal. El opaco sol de la tarde se asoma como un cálido intruso a través de las cortinas de la ventana. Estas se menean ligeramente, siendo mudos testigos de los acontecimientos.  Unos tersos y húmedos labios rozan la nuca del tecladista. Una mano suave toca la suya…

-No te vayas- dice tiernamente la joven que le acompaña. Una pequeña, menuda, delicada, con no más de 16 años de vida; su largo cabello rubio cubre parcialmente sus pechos desnudos. Lo mira intensamente a través de sus ojos dorados, y su piel blanca brilla tersa como el marfil. Mónica se da la vuelta al sentir su roce, la observa. Esa tierna mirada, tan pura e inocente que le dice que ha cometido un error con ella. Siente culpa. No sabía que la niña era virgen. Se dio cuenta demasiado tarde. El aunque no es viejo, ya es un hombre que rebasa los 25 años. Son casi 10 años de diferencia. ¿Debe decirle algo? Desearía que no. Se lleva las manos al cabello, sin poder ocultar su preocupación. Es una niña todavía. ¿Cómo pudo ser tan egoísta para quitarle su inocencia? ¿Qué va a pasar cuando él se aburra de ella? O viceversa… Él sabe que pasará. Es una linda relación, pero sus intereses son distintos, a él ya no le preocupan las cosas que a una niña como ella puedan importarle. El Facebook, la tarea, los amigos, los novios… ya no representan lo mismo. Los intereses son diferentes. Pero ella, es tan hermosa…

-No te vayas- repite ella débilmente.

-Tengo ensayo con el grupo- responde Mónica reprimiendo cierta amargura- Vamos a tener concierto en dos días, Iris.

Iris se encoje de hombros desilusionada, y comienza a vestirse sin gana alguna. Por su lado, el muchacho nota su enfado, su desencanto. Pero prefiere guardar silencio. Solo se queda sentado sobre el colchón y las sábanas revueltas, a la vez que nota una ligera cicatriz que tiene la muchacha en la muñeca. Se le oprime el pecho.

Cuando termina de vestirse, se da la vuelta para ver a su joven novia. Ella se está pintando los labios con un labia color coral que va bien con su piel. De repente, no puede evitar aquella sensación. Una sensación que le incomoda y le trastorna… Iris  tiene un parecido con la cantante de su grupo de rock. Un parecido con ese aburrido enigma que es Sofía.

Sofía llega a su casa. Atraviesa el umbral y cierra lentamente la puerta tras de sí, para no hacer ningún ruido. Para que su mamá no la escuche entrar. Para que no vean sus ojos enrojecidos y no le pregunten nada. “Como si fueran a preguntar”, piensa ella sarcásticamente. A nadie le importa. Mientras no haya problemas, todo está bien. Jamás ha sabido el motivo, pero así es. Quizás porque no es tan amable o carismática como sus dos hermanos. Tal vez, solo porque es mujer. Quién sabe. 

Sube las escaleras y entra en su cuarto. Recorre las cortinas que rodean su cama y se encierra en ella. De nuevo se le humedecen los ojos. No puede parar de llorar.

-Ni siquiera me notó- dice la cantante- Tal parece que no represento nada para él. Probablemente, ni siquiera sabe que sigo aquí. Ya no voy al conservatorio, ya no…- se limpia las lágrimas, respira hondo y se incorpora con una nueva expresión- Por eso, solo la música. Ella siempre estará aquí.

Rápidamente se sienta en su escritorio y comienza a escribir una nueva canción. Rebia puede sentir el dolor de Sofía. Pero ella no puede hacer nada. En ese cuerpo inerte, inexpresivo. De cualquier forma, ella solo es una parte de Rebia. Siente su dolor porque ahora tienen la TRISTEZA de Rebia consigo, pero solo la TRISTEZA y la RAZÓN de Rebia, no son suficiente para comprender el dolor de una joven que no tiene quién la consuele. Intenta entrar en su mente, pero su malestar le impide entrar en Sofía. En este momento, es sorda a las débiles y opacas palabras que trata de emitirle la esencia que habita dentro del ágata oculta en la muñeca con ojos de botón:

-No estés triste…

Etérea y volátil, sin cuerpo; Rebia espera a que Sofía se quede dormida. Así quizás, pueda entrar a su mente y descubrir quién es aquel hombre que la ha puesto así. Entender las circunstancias de su vida. Por un momento, el diamante que tomaron de Alma Araiza desprende un brillo fútil.

Cuando Sofía está a punto de quedarse dormida, y Rebia se dispone a entrar, suena su celular. Sofía se espanta y contesta con un sobresalto.

-¿bueno?

-Sofi ¿Dónde estás? Te estamos esperando para practicar- es Isaac, el líder de la banda.

-Ha! Si!- Dice Sofía levantándose de la cama- Voy para allá- cuelga el teléfono y lo guarda en su bolsa junto con la muñeca. Ella sabe que cantar es lo único que tiene. Lo único que la alejara de desvanecerse del mundo, sin que nadie lo note, o que a nadie le interese. Aprieta un poco más a la muñeca, es su compañía. Rebia… su RAZÓN es su compañía ahora, y una misión que le da otro sentido a su vida.  Se limpia los ojos y sale de la casa. Cuando sale, una fresca ráfaga de aire acaricia su rostro. Sonríe… Después de todo, hace tres años que pasó.

LA RAZON DE REBIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora