CAPITULO 7

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Mientras lava un cerro de platos y trastos deslucidos, Efrén Santillana aún siente aflicción. Luego de donar todas sus posesiones a la caridad, consiguió un trabajo de auxiliar en un albergue para indigentes. Siente una horrible frustración de que haya gente con tanto dinero que no se preocupa ni un poco por la gente pobre, por los necesitados. Tantos amigos que son así y que no ha logrado hacerlos entrar en razón.

Antes de irse, arropa a un vagabundo, que toce y huele a alcohol.

-gracias-le dice el vagabundo, dándose la vuelta para dormir.

-No es nada, prometo que haré más por ustedes que están tan desamparados.

Lo arropa con una dulzura que nunca fue común en él. Él, que jamás había donado un centavo a la caridad. Ahora se sentía tan culpable. Tanta gente que tiene hambre, que necesita un techo donde vivir.

Puede hacer más que eso. Puede darles un techo. Solo necesita ser exitoso esa noche. Si sus planes salen como el espera, será el inicio de una carrera que ayudará a muchas personas. En cuanto termina su labor en el albergue, toma un maletín, se pone unos guantes negros y arranca un viejo coche al que le cambió las placas.

En cuanto Sofía deja su cuerpo a cargo de Rebia, esta despierta y se levanta de la cama. Ya conoce la dirección en la que se encuentra el propietario del cuarzo rosa: Efrén Santillana. En cuanto encuentre el rastro de su piedra, podrá seguirle a donde sea. Abre el ropero y revisa el contenido. Necesita algo que le de agilidad. Los mallones y los pantalones le estorban. Escoge una pequeña falda negra que apenas la cubre, y un suéter negro. Toma los patines y abre la ventana. Da un salto para salir de ahí y rueda para caer correctamente sin ser escuchada. Una vez abajo, se pone los patines y se va rápidamente del lugar. Es rápida, muy rápida. Más velocidad que la que Sofía haya podido alcanzar alguna vez.

Un rato después, Rebia arriba al albergue donde estaba Santillana. Por un momento se queda enfrente para ver si encuentra la esencia de Santillana, pero no ve un rastro visible. La encargada del albergue la ve desde lejos. Mira sus piernas desnudas y con la piel erizada por el frio. Supone que escapó de algún lugar, así que se acerca a ella.

-¿Necesitas un lugar donde dormir, niña? 

-Busco a Efrén Santillana.

-¿Eres pariente suyo?

-¿Lo ha visto?

-Se acaba de ir hace como media hora-dice ella señalando el camino. Rebia alcanza a ver un tenue rastro de la esencia.

Sin dar ninguna explicación, Rebia sale disparada en busca de la esencia que no puede evitar ayudar a los demás. La encargada solo la ve irse, extrañada de la seriedad de la joven. La ve dar la vuelta a la esquina de una manera anormalmente rápida.

Rebia puede ver y oler aquel color rosado a través de las calles vacías y oscuras de una ciudad durmiente. Este color no puede ser visto, ni percibido, únicamente por las demás esencias y entre ellas: la RAZÓN de Rebia.

Aproximadamente 30 minutos después le da alcance al objetivo: Santillana. Desgraciadamente, no pudo encontrarlo en un peor momento. Se ha inmiscuido en una situación en la que, si no tiene cuidado, puede salir peligrosamente involucrada. Revisa primero que no haya ninguna cámara en la calle. Luego, avanza sigilosamente hasta acercarse.

Santillana acaba de entrar a un banco, haciendo uso de ciertos conocimientos que poseé. Todavía no suena la alarma. Rebia entra con cautela a través de los vidrios rotos de la entrada. Con la mirada baja para que las cámaras del interior no logren ver su rostro. Se destrenza el pelo para cubrirse más. Avanza lentamente, hasta la bóveda que ha sido abierta. Dentro se encuentra Efrén Santillana, llenando saco tras saco con billetes. Está agitado, nervioso, mientras sigue sacando dinero. Rebia lo observa silenciosamente. Está sorprendida por la inteligencia y astucia de Santillana para poder llevar a cabo el atraco.

Por error pisa un vidrio y Efrén la nota. Se da la vuelta agitado mientras saca una pistola. Le apunta con la mano temblándole.

-¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¡Vete de aquí. No es tu asunto ¡

-No es mi intención dañarte- dice Rebia sin inmutarse. Aún se mantiene a distancia, ya que no quiere que el cuerpo se Sofía salga dañado. Puede ver el miedo en los ojos de Santillana, a pesar de tener la cabeza cubierta con un pasamontañas- La piedra que tienes en tu reloj…

Efrén ve la piedra.

-Es mía, devuélvemela.

Santillana parece no escuchar lo que ella dice. Solo termina de guardar todo el dinero que puede antes de que llegue la policía. En ese momento se activa la alarma. Cuando la escucha sale de la bóveda lo más rápido que puede empujando a Rebia para poder pasar. Cuando ella lo siente cerca lo toma del brazo y le quita el reloj en un rápido movimiento. Se quedan mirándose por un momento. Santillana de pronto cambia su actitud, mira el dinero y, asustado, lo carga en su auto y sale de la escena lo más rápido que puede. Rebia lo ve marcharse sin hacer nada al respecto. Ya tiene lo que necesita. Sale del banco a través de la ventana rota y se va lo más rápido que puede para alejarse de la escena del crimen.

Al salir de un bar, el tecladista de Marionette sube a su motocicleta para regresar a su casa. No le interesa mucho el sentirse mareado, puede conducir. Tiene muy buenos reflejos. Se cree en condiciones. Mientras avanza, el viento enfría sus labios y despeina su cabello. Baja la velocidad porque escucha un poco más adelante el sonido de unas patrullas. Pronto aparecen rebasándolo, varias unidades de policía. Levemente, mientras espera a que el semáforo se ponga en verde, acaricia el ópalo rojo de su brazalete. La luz de la luna está oculta tras unas nubes y no puede contemplarla. Suspira, por una imagen difusa y distante que no puede reconocer. Como si fuera un recuerdo que no fuera suyo. El semáforo se pone en verde y reinicia su marcha. Son casi las tres de la mañana. Ya no escucha las patrullas, así que incrementa la velocidad, la calle está completamente vacía. Gira velozmente una avenida, pero de repente una figura sale de la calle contigua a gran velocidad. Un patinador se le atraviesa en el camino y queda de frente a él. ¡No puede frenar! Está muy cerca, ¡lo va a arrollar¡. Cierra los ojos para soportar el impacto. Intenta virar la motocicleta pero es demasiado tarde. La motocicleta se derrapa y cae al suelo. ¿Fue tan rápido el golpe que no lo sintió?

Rebia nota al motociclista cuando ya está demasiado cerca. No lo percibió porque ella doblaba la esquina a muy alta velocidad. En cosa de una centésima de segundo se impulsa y salta por encima de la motocicleta para que esta no la arrolle. Evadiendo el impacto y cayendo de nuevo en pie. Se da la vuelta solo para ver cómo se derrapa la moto negra sobre el pavimento.

Cuando Mónica asesta contra el piso, se levanta desorientado buscando a la víctima de su negligencia. Tremenda sorpresa se lleva al ver la figura de Sofía  frente a él; ilesa y de pie. Altiva y segura como cuando canta pero… su postura, su mirada, parece otra. Esa tensión en su cuello y esos puños cerrados. ¿Cómo hizo para evadir la moto? La luz de la luna llena aparece e ilumina sus rostros. Sin lugar a dudas es ella. De pronto, algo cambia.

Mónica avanza sereno hasta Sofía- Déjame darte mi brazalete.

-No lo quiero- responde ella con desdén. Se da la vuelta y emprende la retirada a toda velocidad sin decir nada más.

Mónica la ve marcharse con una única idea en su mente: Ella no parecía se Sofía, y él no se sentía el mismo.

---HOLA A TODOS----Si les esta gustando compartanlo y ponganle estrellita please----   

LA RAZON DE REBIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora