III

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Cuando San llegó a su casa estaba tan débil que su padre, Seungyoon, debió subirlo cargado a su habitación, donde se quedó dormido casi de inmediato.
"Estúpidos efectos secundarios." Pensaba San cada vez que la debilidad luego de una diálisis lo atacaba. "Estúpida enfermedad" Pensaba después.
Cuando su cuerpo le indicó que ya había dormido más de lo que necesitaba, San se sintió lo suficientemente fuerte como para bajar las escaleras y cenar junto a su familia. La cena transcurrió con normalidad.
Casi...

-San.-Lo llamó su hermana, Yena. San volteó a mirarla, demostrandole que la estaba escuchando.-¿Quieres salir a dar una vuelta conmigo y Jongho?
-Amor, sabes que su corazón está débil y no puede hacer ese tipo de esfuerzos...-Habló su madre.
-Entonces tal vez... Podríamos... Sólo salir al jardín y mirar las estrellas.
-Yena, él está cansado después de la diálisis. Sólo... Dejalo descansar.
-¡Deja que San hable, mamá!-Dijo exasperado Jongho.
-¡No le hables así a tu madre, Jongho!-Respondió esta vez su padre.
-¡Entonces dile que le permita a San hablar! ¡Él no es mudo!
-Yena, yo... Yo solo...-"Estupido, la voz no debería fallarte" Se regañó San a sí mismo.
-Él hará lo que sea mejor para su salud. Y lo mejor para él es quedarse acá en casa.-Terminó de hablar la señora Choi.

De repente, San comenzó a chasquear los dedos lentamente. Era algo que hacía cuando estaba estresado, indeciso o confundido. Mientras su familia peleaba en la mesa, él los miraba sin saber que decir, chasqueando los dedos sin ser consciente de este acto.
"¡Haz algo, Choi! ¡No dejes que se peleen por tu culpa!"

-¡Tiene casi dieciocho años, mamá! ¡Ya no es un bebé!
-¡Pero él está enfermo!

Esto fue lo que hizo a San reaccionar. En un ataque de ira el chico de mechón blanco lanzó su plato al suelo y se levantó de la mesa, chasqueando los dedos inconscientemente.

-San, mi amor... Tranquilo, te puedes hacer daño.-Hablaba preocupado su papá.

-¡No soy un puto enfermo, mamá!

Y con toda la velocidad que le permitían sus débiles piernas, San subió a su habitación y cerró con llave, aunque sabía que su madre tenía varias de respuesto, convirtiendo a este en un acto completamente inútil.
Enojado con su madre, con su familia y consigo mismo, San se lanzó sobre la cama y comenzó a llorar.

¿Por qué no podía ser normal? ¿Por qué no podía simplemente tener una ligera gripe de vez en cuando? ¿Por qué no podía simplemente tener malas notas en la escuela? ¿Por qué no podía ser solo un niño estudioso encerrado en una biblioteca? ¿Por qué tenía que ser el puto niño enfermo que siempre parece estar a punto de morir?

-San.-Lo llamó su madre suavemente a través de la puerta.-San... Por favor, abre la puerta. Quiero... Quiero hablar contigo.
-¡Yo no quiero hablar contigo!
-San, por favor, tranquilízate, no hagas ninguna locura.
-Déjame morir, mamá...-Suplicó San con lagrimas en sus ojos.
-¿Que?
-¡Que me dejes morir! ¡Ya no puedo salir! ¡Ya no puedo ver a Hongjoong si no es en las putas diálisis! ¡Ya no puedo ni salir de la casa! ¡No puedo hacer nada por mi mismo! ¡No estoy vivo, mamá! ¡Esto no es vida!-Estalló.-... Me estoy muriendo.-Sollozó.

San escuchó a su madre escapar un gemido de dolor a tráves de la puerta y de inmediato supo que había actuado mal.

-Mamá, lo siento...
-Hablamos mañana, San.-Dijo y finalmente terminó marchandose con lagrimas corriendo por sus mejillas.

Luego de esto, San no pudo hacer nada más que llorar desesperadamente sobre su cama, deseando no ser tan idiota, tan estúpido, tan... Tan enfermo.
"¡Estúpido! ¡Estúpido! ¡Estúpido! ¡Eres un estúpido, Choi San!"
Estuvo llorando por lo que parecieron horas...
Lo hizo hasta que volvió a escuchar los mismos ruidos que había escuchado horas antes. Los ruidos de la ventana del frente al ser golpeada por un puño.
San se levantó y caminó hasta colocarse cerca de la ventana. Como siempre, puso su mano derecha sobre el vidrio. Sus dedos habían dejado de chasquear.
El chico de la ventana estaba allí, con una hoja de papel sobre el vidrio, mirándole con una cara que, según el diccionario de San, era preocupación.
Sí, San tenía un diccionario mental. Como no podía reconocer bien el lenguaje no verbal (Gestos, señas y otros), su psicólogo le había recomendado aprender las expresiones faciales de memoria. Ahora, gracias a esto, San podía diferenciar un rostro triste falso de uno verdadero... No siempre, pero sí la mayoría del tiempo.

"No llores, chico de la ventana."

Leyó. Entonces San sonrió como no había sonreído desde hace mucho tiempo. El chico de la ventana giró la hoja de su cuaderno de dibujo y comenzó a garabatear algunas palabras rápidamente. Cuando terminó colocó el papel sobre la ventana delicadamente.

"Tienes una linda sonrisa."

San levantó un poco la vista del papel y pudo ver que el chico de la ventana también estaba sonriendo. San no entendía la necesidad que tenían las personas de sonreír cuando dicen algo amable, pero aunque no lo entendía le gustaba que el chico de la ventana lo hiciera.
De inmediato, San tomó un cuaderno y un marcador y comenzó a escribir lo que estaba pensando.

"Tú también."

Ninguno de los dos escribió nada durante un rato, y mientras el chico de la ventana tenía la mirada baja, San se permitió observarlo sin temor a encontrarse con sus ojos.
Delgado, de piel clara pero no demasiado, cabello oscuro y una hermosura de esas que sólo se ven cuando las fotos son retocadas para las revistas. Pero San sabía que nada podía ser perfecto en el mundo, pues lo había leído en libros, así que busco rápidamente alguna imperfección. Y la encontró: Pijama rosa con conejitos amarillos.

Para San, quien solía vestir de colores oscuros TODO el tiempo, los conejitos amarillos combinados con el color rosa de la tela era una imperfección bastante grande.

De repente, el chico de la ventana levantó la vista y lo miró directamente a los ojos. San de inmediato apartó la mirada. Se sentía tan incómodo mirando a las personas a los ojos... Era... Antinatural para él.

Con la cabeza gacha, el chico de la ventana buscó una hoja de papel en blanco y escribió sobre ella. Lo colocó sobre el vidrio en cuanto terminó.

"¿Por qué estás llorando, chico de la ventana?"

Lo único que a San se le ocurrió hacer fue tomar su cuaderno y escribir lo que pensaba.

"Porque no quiero ser un maldito enfermo."
"¿Enfermo? Tú no estás enfermo."
"Eso es porque no me conoces."
"Tienes razón. No te conozco."

El Chico de la Ventana. woosan (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora