VII

1.9K 329 32
                                    

San se sentía tan valiente luego de haber dicho aquellas palabras al chico de la ventana. Su constante estrés, luego la pelea con su madre y finalmente su ataque de pánico en la casa de la señora Kang (Lo cual vino después del vomito), habían hecho de su día uno terrible, y es por esto que, el hecho de estar hablando con un conpleto desconocido sin tartamudear, aunque parecía algo muy simple para otros, logró que su día dejara de parecer una mierda.
Pero fue la voz del chico cuando lo escuchó por primera vez la que hizo que su día realmente dejara de ser tan malo.

—Tu voz acaba de alegrar mi día, chico de la ventana.

San no pudo evitar sonreír. Su voz era tan... No sabía como describirla. Solo podía decir que lo hacía sentir de una increíble forma, como en su heladería favorita o en un concierto de Dean. Su voz también le había alegrado el día.

—Oye, se que ya te lo había dicho, pero tu sonrisa es en serio muy hermosa.—Dijo Wooyoung con los ojos brillando de emoción. A cambio, San, inconscientemente, sonrió aún más.
—Técnicamente lo escribiste.
—Escrito o no, sigue siendo hermosa.
Como tú.

Fue entonces cuando San levantó la mirada, y sus ojos se encontraron con los del chico de la ventana. Por primera vez en su vida, el hecho de estar mirando fijamente a los ojos a alguien no le molestó. Al menos no de inmediato. Por unos pequeños segundos, se fijó en los ojos del otro chico, notando lo marrones que estos se veían, convirtiéndose así este color en su favorito... Pero luego de unos diez segundos se sintió incómodo, como siempre, así que desvió la mirada y borró la sonrisa en su rostro, comenzando a chasquear los dedos.

—Tus ojos son realmente hermosos, chico de la ventana. Siempre he amado ese color de ojos, pero los tuyos son tan... ¿Crees que puedas prestármelos algún día?

San frunció el ceño, confundido. Aquel chico debía de ser estúpido o algo así. Una persona jamás podría prestarle sus ojos a otra. Era imposible. Y mucho menos sólo por un día... Y si lo hacía ¿qué ojos usaría él? ¿Tendría que quedarse ciego durante un día o él le prestaría los suyos?

—¿En qué estás pensando, chico de la ventana? ¿Te has ofendido?
—No... No me has ofendido... Es solo que no puedo prestarte mis ojos. Es... Imposible.
—Tranquilo, sólo estaba jugando. Deberías dejar de tomartelo todo tan literal.

Fue entonces cuando San comenzó a reír como loco. Rió y rió, sujetándose el estómago, hasta que por fin logró recuperar el control y volver a mirar al chico de la ventana, aún con una sonrisa en los labios.

—Chico de la ventana, sé que soy un payaso y que mis chistes no pueden igualarse, pero no he dicho nada gracioso esta vez.
—Claro que sí.—Contestó San con los ojos iluminados.
—En serio, no he dicho...
—Dijiste que dejara de tomarmelo todo tan literal.—Reveló, una carcajada amenazando con salirse por entre sus labios.
—¿¡Y eso te causó gracia!?
—Es que no puedo dejar de tomarme las cosas a lo literal, chico de la ventana.
—¿Por qué?—Preguntó Wooyoung con algo que San reconoció de inmediato como curiosidad.

Fue entonces cuando el chico de mechón blanco suspiró y comenzó a contarle su historial medico al chico de la ventana, esperando a cada segundo que este saliera corriendo y no le hablara nunca más. Pero él permaneció allí, escuchándolo atentamente, dejando resbalar un par de lágrimas por sus mejillas de vez en cuando. Al terminar, lo único que el chico de la ventana hizo fue sonreírle, secarse las mejillas y decir con una tierna voz que hizo que el corazón de San palpitara como nunca:

—Has tenido una vida difícil, chico de la ventana.
—Todos tienen una vida dificil de diferentes manera, chico de la ventana.
—Tienes razón, las chicas tienen que elegir que marca de ropa ponerse cada día, en serio tienen vidas dificiles.
—¿Lo dices en serio?
—No, obviamente no.—Contestó Wooyoung, como si fuera evidente.
—No lo hagas de nuevo, por favor... Ya te conté que no me llevo bien con las cosas no literales. Cualquier cosa que digas yo me la tomaré muy en serio.

San inmediatamente reconoció la culpabilidad en el rostro del chico, quien de inmediato dijo con desesperación en la voz:

—¡Lo siento! ¡Lo siento mucho, chico de la ventana!... No quiero que creas que no te escuché, porque lo hice, en serio, pero... Es difícil analizar tantas cosas... Lo siento, en serio. Soy... Soy un completo idiota.
—Está bien, chico de la ventana. No tienes que disculparte, no estoy ofendido.

Pero él parecía no estar escuchándolo, pues seguía diciendo:

—En serio, lo siento. Ahora mismo... Oh, no, seguro ya tienes una mala impresión de mí... Soy tan idiota... ¿Hay algo que puedo hacer para recompensarte?

El chico se le quedó mirando con sus ojos marrones, su nuevo color favorito, como si estuviese esperando algo. San sonrió. Cada segundo, el chico de la ventana se volvía más especial para él.
Por supuesto, la mente de San no supo leer entre líneas que debía responder a la pregunta, así que el chico exigió finalmente:

—¡Contesta! ¡No me ignores!
—No te estoy ignorando, lo prometo... Puedes... Tú puedes... Puedes hacer dos cosas por mí.

"¿¡Por qué estás tartamudeando, idiota!? ¡Deja de hacerlo!"

—Dimelo y lo haré, chico de la ventana.—Una sonrisa curvaba sus labios. Sinceramente, él era el hombre más hermoso que había visto en toda su vida.
—Primero, tendrás que dejar de pedirme perdón. Y luego... Luego... Tú... Tienes que contarme como... Como te has hecho eso.

"¡Deja de tartamudear, Choi San!"

El chico parecía confundido, así que se quedó callado unos instantes y luego preguntó con esa voz que a San le aceleraba el corazón:

—¿A qué te refieres?
—A tus heridas.

El chico abrió sus ojos como platos, como si no pudiese creer que San se había dado cuenta de lo mal que se veía.

—¿Cómo te diste cuenta?
—Soy bueno observando.—Respondió San con simpleza.

Fue entonces cuando el chico suspiró, bajó la cabeza, derramó un par de lagrimas y comenzó a contar la historia.
San jamás se había sentido tan conmovido. Ahora podía entender sus lagrimas diarias, sus moretones y sus cortes. Lloró junto con el chico, odió a sus agresores (De los cuales, el chico no quiso dar nombres) y sintió cada uno de sus golpes. Se enfureció con los demás por no hacer nada, le agradeció mentalmente a sus amigos (De los cuales tampoco dió nombres) y golpeó una y otra vez al director, el padre de esa bestia.
Cuando el chico de la ventana terminó su historia, San limpió sus lagrimas y susurró con molestia.

—Son unos idiotas... Realmente lo son... Tú... Tú eres tan... Tan... Tan increíble... No te mereces esto sólo por ser... Ser... Bueno... Tú entiendes.

"¡Reacciona, idiota! ¡Él está mal y tú sigues tartamudeando! ¡Se un hombre!"

San no era homofóbico. Todas las enfermedades que tenía le habían enseñado que se debe vivir la vida al máximo, aunque él no cumplía con esto exactamente. Para San vivir la vida al máximo era sonreír todos los días, ser feliz con cada minimo instante, ser su propio jefe y enamorarse, no importa de quien, pero hacerlo hasta tocar los límites del infinito. Sin importar tamaño. Sin importar raza. Sin importar genero. Sin importar nada.

—Gay, chico de la ventana. Dilo. No es tan malo como parece.
—No deberías etiquetarte. Eres solo una persona. ¿¡Qué importa si besas a un hombre, una mujer o a tu perro!?

El chico de la ventana sonrió y luego se echó a reír. No pudiendo evitarlo, San rió también.

—Eres increíble, chico de la ventana.—Habló Wooyoung con voz suave.

Y, por primera vez desde hacía mucho tiempo, la maltratada autoestima de San le permitió creer que esto era cierto.

El Chico de la Ventana. woosan (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora