Capítulo 22.

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Alexia.

Nunca imaginé que esto podía ser posible, sobre todo volver a ver a mi madre después de años en que no la veía, por la suma razón que su esposo me odia. Ahora tenía a ambos enfrente mío, mirando con miedo a Gavriel ante la clara amenaza que le hizo, sin titubear. Él me podía en un nivel de poder que me daba miedo aceptar, no es un juego, todos los que conocían al ruso cavernícola sabían quién es y de lo que es capaz de hacer si solo lastiman a uno de los suyos.
Debía reconocer que muy en el fondo de mi interior me gustaba ese poder que justo me otorgó enfrente de mi mamá, ella siempre dijo que era una estúpida que se conformaba con tan poco, por eso trabajaba con mi padre, pero al verme parada ahí a lado del jefe de la Bratvá, tenía que doblegarse a mí también, después de todo era la reina y debía respetarme.

— Larga vida a la reina de la Bratvá — dice su esposo con un sonrisa fingida.

— Larga vida — murmura mi madre anonadada.

— No sabía que éramos familia — acota Konstantin mirando con diversión a Gavriel.

— Nosotros no somos familia — intervengo frunciendo mi ceño y provocando que el ruso cavernícola suelte una suave risa.

— Como lo dijo mi reina, no somos familia. Nosotros estamos mucho más alto que ustedes — contesta él mientras se aferra más a mi agarre en mi cintura.

— Pero ... — mira a mi madre buscando que diga algo.

— Ella puede ser mi madre, aunque ahora que lo pienso en el último llamado que me hizo dijo que ya no lo era, que deseo que siga siendo una fracasada como mi padre — comento con ironía. — Mi única familia es mi padre y los Sokolov — agrego con convicción.

— Ya la escucharon — Gavriel deja un beso en mi mejilla orgulloso. — Debes conocer a otras personas, cariño — acota para alejarnos de ellos.

Caminamos por el gran salón, todos los ojos están en nosotros porque se muy bien que ahora más de uno me miraría de otra forma, sobre todo al estar con Gavriel, definitivamente debo estar loca por seguir las locuras del ruso cavernícola.

— ¿Sabías que ella es mi madre? — pregunto mientras me aferró más a su brazo.

— Lo sabía — me contesta.

— ¿Sabes a qué se dedica él? — inquiero.

— Tiene una empresa fantasma que hace estos eventos de caridad, pero se que tiene burdeles y que está prostituyendo a niñas menores de edad rusas además las vende a Italia — cuenta haciendo que todo mi cuerpo se tense.

Escucharlo, solo me hace recordar el pasado. Por suerte viví solo dos semanas con ellos, pero no fue nada grato ser una prisionera en una casa porque por miedo a la forma en que me miraba el marido de mi mamá prefería estar encerrada en mi cuarto por mi propia seguridad. Debía agradecerle después de todo a mi madre por mandarme con mi papá, no se que hubiera pasado si me quedaba viviendo con ellos.

— ¿Te hizo algo? — pregunta al detenerse y mirarme a los ojos.

— No Gavriel, ellos me dan repugnancia — declaro al mirarlo a los ojos. — Gracias por lo que hiciste — le digo pasando mi mano por su mejilla.

Él toma mi mano y deja un beso. — Nunca más ellos te tratarán de menos, eres mucho mejor y no dudes nunca de eso — comenta.

— Estás loco, ruso cavernícola — aseguro sonríendo.

— Loco por tí, mi reina — declara acercando su boca a la mía.

Es raro ser el centro de atención, todos observaban con detalle cada uno de nuestros movimientos, Gavriel como que no le importaba, pero a mí en cierto punto o momentos me empezaba a molestar parecía como si nunca lo habían visto con una mujer.

Imposible Olvidarte (1° SAP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora