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Jeongin tomó unos pantalones cómodos y un suéter holgado. Miró la hora en el pequeño reloj que reposaba en una de las mesitas de noche y al percatarse de que iba tarde, corrió escaleras abajo.

Su plan era sencillo y a la vez peligroso. Había llegado a la conclusión de que lo mejor en esos casos era tomar el dinero y después explicarle el motivo a su madre. Bien dicen que más vale pedir perdón que pedir permiso. Y así fue como en silencio y cuidadosamente Jeongin lo hizo y salió de su casa, esa mañana del sábado.

El transcurso de su casa a la clínica fue corto gracias al taxista que manejaba como alma que lleva el diablo y que por pura suerte, había llegado sano y salvo justo a tiempo antes de que lo nombraran. Su cara y sus torpes pasos delataban los nervios que sentía en esos momentos. Al entrar al pequeño consultorio lo primero que hizo fue dar algunos de sus datos y contestar preguntas de acuerdo a como se sentía con su embarazo o los problemas que presentaba, entre otras cosas más. El ginecólogo en todo momento se mostró amable y respetuoso, lo cual Jeongin agradecía puesto que en esos momentos lo que menos necesitaba era un sermón.

-Necesito que te recuestes en la camilla y subas tu suéter.-indicó.

Jeongin obedeció, haciendo exactamente lo que el hombre le decía. Una vez preparado, el ginecólogo aplicó un gel sobre su vientre y una maquinita -como Jeongin lo llamaba- comenzó a moverse por todos lados mientras que en una pantalla se dejaba ver su pequeño bebé. El pelinegro quien no cabía de la emoción y felicidad, se echó a llorar y su lloriqueo se intensificó cuando llegó el momento de escuchar los latidos de su corazón.

Entonces sólo así Jeongin supo que todo valdría la pena.

[. . .]

Jeongin ansiaba correr hacia los brazos de Hyunjin y compartir junto a él todas las bonitas experiencias que se llevaban al momento de conocer a su bebé. Tenía claro que en algún momento debía hacerlo, y pese a su felicidad en esos momentos, algo lo hacía detenerse y esos eran sus padres.

Tras pagar su cita y recibir recomendaciones y una lista de medicamentos y vitaminas, salió de ahí rumbo a la casa de su pareja. El trayecto era largo pero su felicidad era más grande que cualquier otra cosa. Jeongin se sentía que todo lo podía lograr y que nada ni nadie podría contra él. Su alegría parecía ser infinita.

Al llegar, tocó un par de veces el timbre, escuchando luego un "Ya voy" por parte de su novio. Después de unos minutos, Hyunjin abrió.

-¿Puedo pasar?-preguntó Jeongin con timidez.-Quiero hablar contigo.

Hyunjin no respondió, sin embargo se hizo a un lado, dándole el pase a Jeongin. Una vez los dos adentro, fueron en dirección a la sala, tomando asiento uno al lado del otro en el sofá. Al ser insuficiente cercanía, el menor de los dos, se puso nuevamente de pie y se sentó sobre las piernas de su pareja, siendo al instante rodeado entre sus brazos.

-¿Ya no estás molesto conmigo?-Jeongin pasó sus brazos por detrás del cuello de Hyunjin y lo acercó más a él, sintiendo su respiración chocar contra sus labios.

-Me duele ignorarte. Simplemente no puedo más. ¿Podemos acabar con esto de una vez?

Los brazos del rubio se reforzaron sobre su cintura y sus labios no se hicieron esperar cuando Jeongin lo tentó al dejar un casto beso sobre su comisura. Hyunjin saboreó por un largo tiempo los labios ajenos, mordiendo y chupando a su antojo por al menos unos quince minutos. Sus lenguas se mezclaron entre cada beso y las caricias igual. Jeongin fue el primero en separarse al sentir sus labios completamente hinchados y dolorosos, además de que su travieso bebé no paraba de moverse.

Chiquito, pequeño, bonito | HyunIn.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora