Eris sigue un método tangencial inquebrantable en sus relaciones hasta que el chico detrás de una de ellas despierta las mariposas que ella insiste en vomitar. * Para Eris, las historias amorosas son matemáticas. Líneas o curvas que se encuentran, que se acercan mucho sin llegar a rozarse o que se ven pasar desde lejos sin más contacto que el de la metafórica caricia de una mirada. Ninguna con final feliz. Cuando Kenai, la tangente con la que compartió cama una noche, llega de nuevo a su vida tras haberse metido en un buen lío, las mariposas toman el control de su estómago una vez más, haciendo que las quiera vomitar hasta quedarse vacía. Él se niega a aceptar el método tangencial al que se aferra Eris. Y ella se mantiene firme en que, en el amor, no existen los finales felices.