Kenai.
Mantuve las manos en el volante, apretándolo con suavidad mientras que la carretera desaparecía bajo nosotros a gran velocidad. Rafa me acompañaba en el asiento del copiloto, mostrando toda su dentadura en una ancha y alegre sonrisa y vitoreando la adrenalina que se expandía por nuestro cuerpo a causa de la pequeña travesura que estábamos llevando a cabo.
—Acelera —pidió mi colega—. Vamos, Oli. ¡Písale!
Lo hice sin dudar siquiera, creando un efecto túnel ante mi campo de visión. Sus ojos azules me miraron de refilón a la vez que se quitaba el cinturón de seguridad. Aquello me alarmó tanto que se me borró todo rastro de diversión del rostro. Bajó la ventanilla de su lado todo lo que pudo y sacó la mitad del cuerpo para gritar como si estuviera viviendo en una película de acción.
—Rafael, regresa tu culo al asiento —ordené de reojo.
—¡Anda ya! —rio—. ¡La vida son dos días!
—Menos de dos días serán para ti como te caigas.
No me hizo caso, siguió a lo suyo como si yo no estuviera allí. Así que hice lo que debía y fui bajando la velocidad poco a poco hasta que él volvió dentro del vehículo soltando un ruidillo de queja desde las profundidades de su garganta. Sus cejas se habían juntado y el aire que entraba por su ventana le hacía volar el poco pelo que descansaba en medio de su cabeza; llevaba una cresta y siempre lucía despeinada, mucho más ahora.
—¿Qué haces? No frenes.
—Cierra la ventanilla y ponte el cinturón —dije con seriedad.
Rafael obedeció con los ánimos por los suelos. Recostó su espalda en el respaldo soltando un sonoro suspiro y cerró la ventana lentamente, queriendo disfrutar de lo poco que aguantaría abierta mientras terminaba el proceso. Hecho aquello, cogió la correa del cinturón y la estiró para que llegara a su respectivo enganche, no obstante, no llegó a abrocharlo.
—Me voy —comentó—. Me voy en un año, o dos, no sé.
—Será "nos vamos" —corregí.
—No, allá donde voy no quiero que vengas.
—¿Dónde coño te vas?
No me respondió, lo que me confundió de sobremanera y me hizo arrugar el cejo. Le eché una rápida mirada, mi amigo me observaba con una cálida expresión facial de la que no sabía sacar conclusiones; Rafael siempre había sido una persona a la que costaba descifrar.
Se me revolvió algo por dentro al pensar en sus palabras. ¿Cuál era la razón por la cual no quería que le acompañase esta vez? Desde que nos conocimos habíamos estado juntos en todo, allá donde fuera uno iba el otro. Nos faltaba poco para ir acompañados de la mano al cuarto de baño y aquello me escoció un poco porque no terminaba de comprenderlo.
Tragó saliva y respiró en profundidad. No pasó ni un solo segundo hasta que su rostro adquirió rasgos que denotaban frustración y descontento. Le escuché chasquear la lengua y dar un último tirón al cinturón de seguridad para después soltarlo, provocando que este regresara a dónde provenía y que él quedase de nuevo libre de protección.
—Vamos, tío. Acelera —insistió, derrotado—. Dale caña a esta mierda. Necesito sentir mis tripas flotar en cada curva, necesito sentir que estoy aquí.
Apreté el volante y, con la intención de volver a verle sonreír, pisé a fondo el acelerador con la mano en el cambio de marchas para estar preparado para pasar al siguiente. Rafa no tardó en recomponerse, lo que me robó una sonrisa. No era algo extraño que se comportase de aquella forma, siempre habíamos buscado la adrenalina en distintos sitios para sentir que estábamos en este mundo.
![](https://img.wattpad.com/cover/146413162-288-k561974.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Tangente
عاطفيةEris sigue un método tangencial inquebrantable en sus relaciones hasta que el chico detrás de una de ellas despierta las mariposas que ella insiste en vomitar. * Para Eris, las historias amorosas son matemáticas. Líneas o curvas que se encuentran, q...