Una chica perdida, rota y vacía. Una chica que ve a la música, a la pintura y a la astronomía como un hogar seguro. Una chica que no consigue salir del pozo oscuro que ha creado su propia mente. Akira. Cuando conoce a Lúa, Akira y ella inmediatamente crean un vínculo que hace que el rumbo de su vida comience a tener algo de lustre, pero, cuando Lúa se va de viaje a otra región por estudios, Akira vuelve a apagarse, deja de encajar, todo se vuelve repetitivo, vuelve a romperse en mil pedazos. Y, lo único que la salva son las noches. Todas las noches, a la misma hora, sale al balcón para ver las estrellas suspendidas en el firmamento y olvidarse de todo. Ahí es donde conoce a Kayden, el hermano de Lúa. Odioso a más no poder y estudiante de Astronomía que estará dispuesto a darle la Luna en cuanto la conozca. Akira y Kayden son como el agua y el aceite. Y así es como, mediante historias, constelaciones, salidas al balcón de madrugada a ver el brillante firmamento y estrellas, surge una supernova entre ellos, una colisión.