Ella observaba desde la distancia, cada día a la misma hora, al desconocido que se había convertido en su fuente inagotable de inspiración. Tejía historias imaginarias que solo existían en un rincón secreto de su corazón y les daba vida sobre el lienzo. Nunca se atrevió a hablarle, ni siquiera buscó su mirada. Jamas sabría que detrás de ese andar desenfadado había un hombre peligroso que necesitaba unas pinceladas de color en su vida. --Ey, ¿Ese soy yo?
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